Por Luis Herrera Montero, Juan Fernando Vera Cabrera y Jorge Alberto Amaya Ruiz
Resumen
Luego de la caída del bloque socialista, lo relacionado con las transformaciones sociales, sean desde perspectivas utópicas o desde parámetros realistas, quedó marginado de las reflexiones y debates políticos, a causa del posicionamiento global y unipolar del capitalismo neoliberal. Ahora, dicho orden mundial atraviesa una grave crisis civilizatoria, por lo que en el siglo XXI resurge la urgente necesidad de reposicionar propuestas de cambio social, bajo sustentos realistas y sin desmerecer horizontes utópicos, que propicien la materialización del sueño hacia un mundo democrático, pluralista, igualitario, emancipado y solidario. En tal propósito, no procede ignorar trabajos filosófico-científicos, debidamente delimitados en los aportes substanciales de Bolívar Echeverría, que supo profundizar agudamente sobre procesos revolucionarios, con base en el realismo y la utopía. En consecuencia, el propósito de este trabajo radica en generar un análisis, desde una metodología hermenéutica, sobre específicos postulados de Echeverría en la temática, en comparación con otras contribuciones.
Palabras clave
Utopía, realismo, filosofía, política.
Introducción
El presente texto no plantea detenerse sólo en las contribuciones de Echeverría, desde un dominio integral de su obra, sino en propiciar un acercamiento comparativo sobre el tema de la utopía y el realismo, a partir de reflexiones epistémicas y políticas convergentes-divergentes sobre la temática. Para el efecto, por tanto, se aborda a autores-autoras que el filósofo ecuatoriano los ha tratado detenidamente, como también aportes académicos fuera de los ámbitos de análisis echeverriano. La utopía y el realismo no tendrían sentido sin un adecuado tratamiento acerca de los procesos de cambio social o transformación revolucionaria. Los aportes en el tema contienen diversidad de postulados, sean estos de corte cristiano, liberal, socialista y anarquista o de enfoques idealistas, materialistas, estructuralistas y posestructuralistas, entre los principales. No es fácil tomar partido por una de estas perspectivas, pues las contribuciones tienen una extensa historia. Probablemente lo más oportuno sea asumir tanto la utopía, como el realismo o por lo menos conseguir una interpretación que las articule. Ahora bien, en la década del 90, no solamente el tema de la utopía fue anulado, sino toda perspectiva de cambio social. Con la caída del bloque socialista, este asunto perdió relevancia y ciertas corrientes asumieron festivamente al capitalismo como el fin de la historia (Fukuyama, 1992). A partir de este fenómeno el mundo dejó la disputa bipolar entre socialismo y capitalismo, instituyéndose un orden unipolar, que además se alejaba del modelo del capitalismo keynesiano y del Estado de bienestar social europeo, para acomodarse al neoliberalismo como sistema dominante y hegemónico a nivel mundial. El contexto unipolar y neoliberal en mención, como era de esperarse, reprodujo la lógica desbordada de la centralización y concentración oligopólica del capital y sus consecuentes crisis socioeconómicas, políticas y ambientales. En la actualidad, igualmente, el mundo atraviesa una etapa de decadencia civilizatoria; es inapelable que el calentamiento global de a poco se torna un fenómeno irreversible; además es necesario recordarla reciente crisis financiera de 2008, que emergiera en Estados Unidos, a causa de procesos descontrolados en los masivos préstamos bancarios para vivienda (problemática que se reprodujera en Europa y otras regiones); también cabe destacar el acontecimiento pandémico por COVID-19,que iniciara en el 2020 y que peligrosamente se expandiera en el planeta; finalmente, por la disputa hegemónica del orden global, tampoco procede ignorar el alto riesgo de producirse una Tercera Guerra Mundial, cuyas primeras manifestaciones emergen en el conflicto de alta intensidad en Ucrania y las subsecuentes que podrían reproducirse en una confrontación bélica en Taiwán. De este modo, la globalización neoliberal se impone aunque sus efectos sean catástrofes planetarias. La crisis neoliberal es un hecho, sin embargo, los enfoques de cambio revolucionario han retomado presencia al menos en la discusión teórico-política, ya que la modernidad capitalista conlleva inevitablemente etapas de crisis, incluso en tiempos de globalización (Echeverría, 2000). Frente a esto, es evidente que la hegemonía unipolar atraviesa procesos de contraposición con la emergencia de poderes que desafían al capitalismo occidental y dan paso a un capitalismo multipolar. Entonces, el cambio social y la utopía recobran vigencia en el mundo contemporáneo en respuesta a la crisis y decadencia del orden neoliberal. Al respecto, resulta interesante el surgimiento de un fenómeno que logra, en nuestra opinión analítica, la debida articulación entre la utopía y el realismo político, pero dentro de una postura opuesta de forma radical, no solo a la unipolaridad del neoliberalismo, sino al capitalismo en su conjunto. En la actualidad, en realidad, revive la emergencia de corrientes que proponen la necesidad de concretar proyectos alternativos, los que de forma procesual han ido alcanzando reconocimientos y el debido reposicionamiento de la utopía a nivel planetario; dentro de las instancias podemos destacar al Foro Social Mundial del 2001, como un colectivo de movimientos, con la propuesta de otro mundo es posible (Calvo, 2008).Las características de ese otro mundo posible evidentemente se estructuran en postulados más integrales que el cambio revolucionario del modo de producción capitalista, a causa de la inclusión que se hiciera de diversidad de contenidos de movimientos sociales, instituciones no gubernamentales, intelectualidades, entre otros. Se afirma la condición de fenómeno, por ser diferente a las internacionales socialistas, puesto que se produjeron eventos acompañados de hechosmás allá de las lógicas occidentales, en apego además a la relevancia coyuntural de la acción política; así se concretó el primer foro en Brasil, que fue el gran origen del Foro Social Mundial en el 2001, en sintonía con las experiencias de democracia participativa que se vivían en Porto Alegre. Otro se realizó en Túnez en el 2015, en concordancia con la Primavera Árabe. Se pueden mencionar también adicionales eventos, de los cuales se generaron no solo pronunciamientos sino también agenciamientos.Quienes construyeron del Foro Social Mundial evitaron que esta instancia se la confundiera con un órgano partidista y fomentaron que la participación sea muy amplia, aunque con posturas de contra hegemonía en relación al capitalismo. Los aspectos característicos del foro pueden sintetizarse en tres grandes componentes: uno de ellos centrado en contar con respuestas ante el grave deterioro ecológico que se vive con el calentamiento global; otros, en cambio, desde la pluralidad de feminismos, promueven la urgencia de superar largos procesos históricos de dominación patriarcal; finalmente otros que consideraron el agotamiento del colonialismo occidental, impuesto sobre una amplia gama de pueblos que fueron conquistados y sometidos durante algo más de 500 años. La característica unitaria de estos componentes se concentra en la capacidad heterogénea para resistir los embates unipolares del neoliberalismo capitalista.Sin la intención de negar la importancia de analizar una construcción colectiva, no obstante, se considera necesario hacer una profundización teórico epistémica sobre el tema. Entonces, resulta indispensable delimitarse en reflexiones filosófico-científicas. En esa perspectiva no es posible tratar toda la gama de propuestas alrededor del tema de realismo políticoy utopía, sino delimitarse al posicionamiento intelectual de uno de los académicos ecuatorianos de mayor relevancia histórica y presencia universal1.Bolívar Echeverría es uno de los filósofos latinoamericanos de mayor reconocimiento contemporáneo. En unaprimera etapa de nuestro análisis, se clarifica la innegable influencia de Karl Marx,a través de postulados que destacan el abordaje científico de la realidad, para sobre todo develar la comprensión de las estructuras sociales y la consecuente concreciónde procesos de cambio social, que superen las limitaciones de un objetivismo mecánico y las desviaciones subjetivas del idealismo2.En una segunda etapa, conforme nuestra interpretación,se observa un claro alineamiento con propuestas de la Escuela de Frankfurt o Teoría Crítica, con evidentes diferenciaciones respecto del marxismo ortodoxo; dentro de tal diferenciación, la influencia de Walter Benjamines fundamentalpor la revitalización del tema utopía y su valor para las transformaciones civilizatorias.En esta lógica, sus planteamientos son una reactualización de la crítica al capitalismo, por ser un sistema que promueve la fetichización del mundo o la simplificación del valor de la praxis social en procesos de compra y venta bajo la dictadura del valorde cambio;aquel valor que fomenta el enriquecimiento acelerado de monopolios económicos,que reducen el tiempo de producción en forma constante e intensiva, para multiplicar técnicas que incentiven más y más las ganancias de dichos monopolios (Echeverría, 1998).La metodología que se plantea para este texto consiste en un diálogo hermenéutico; es decir,se propone una interpretación de textos, con base en los aportes de Gadamer, pero complementados con las contribuciones deRicœur. En cuanto al método de Gadamer (1993), se concuerda plenamente cuando plantea a la hermenéutica como una interpretación epistemológica de textos, y de Ricœur(2004) se toma en cuenta lo hermenéutico como estilo narrativo del texto filosófico. Si se hace una combinación de las dos metodologías interpretativas, la definición de libro como mapa que formulan Deleuze y Guattari (2007) facilita una articulación cartográfica en la secuencia de los contenidos trabajados en nuestra disertación.El comunismo científico en Bolívar Echeverría, un diálogo epistemológico con otros autoresEs preciso detenerse en las contribuciones que Marx y Engels (1974a), las que son prioritarias en la crítica al socialismo utópico. Conforme estos autores la revolución debía responder a planes claros y prácticos, que hicieran viable la superación del sistema capitalista. Los dos autores en mención, al igual que otros coidearios de su tiempo, fueron testigos de brutales represiones de parte del orden opresor del capitalismo y sus respectivas instituciones estatales; de ese modo, constataron persecuciones, encarcelamientos, destierros y variedad de asesinatos y masacres a manos de militares y policías. Siendo así, resultaba inaudito creer que el orden podía modificarse a través de iniciativas fácilmente eliminables por parte de los aparatos de represión. En consecuencia, procedía elaborar un proyecto que priorice la necesidad de atender la transformación a través de un entendimiento científico de la realidad, para así contraponer la ideología dominante y construir una nueva conciencia social, donde la utopía resultaba perjudicial por ser fuente de irrealidad y desviación ideológica (Marx y Engels, 1974b). A esta postura debía agregarse la necesidad de que el proyecto privilegie el control del aparato estatal. Estos dos grandes ejes temáticos estuvieron, según Marx y Engels (1974a), ausentes en el ideario del proyecto de los pensadores socialistas utópicos, como Saint-Simon, Fourier y Owen. Incluso la crítica de Engels fue mucho más dura respecto del socialismo utópico, al que catalogó como reaccionario (Engels, 1974).Con el fin de articular el tema con los aportes mencionados por Bolívar Echeverría, en lo que clasificamos como primera etapa para este texto, es menester analizar su indiscutible alineamientocon el marxismo. Echeverría concordaba con los enfoques de crítica hacia el tema de la utopía, ya que concebía que la idea misma era problemática, por ser distractivao de escapismo respecto de la realidad social y política. En afinidad con este pensamiento, el autor consideraba que las utopías responden a una visión idealizada de la sociedad y que no tiene en cuenta las complejidades y contradicciones de tal situación. De manera que se tratabade no buscar utopías, sino desarrollar perspectivas teóricas para proyectarlas en compromisos rigurosos con lo real y, por tanto, con la praxis revolucionaria (Echeverría, 1986).Desde esta sintonía con el proceso transformador, Bolívar Echeverría coincide con Engels (1974), quien formuló todo un tratado alrededor del socialismo científico y en desmedro del socialismo utópico. Es más, es factible afirmar que Echeverría incluso refuerza esta perspectiva con las contribuciones de Marxsobre el comunismo científico y todo su tramado de interpretación dialéctica; entendida esta como unidad de lo diverso, síntesis de múltiples determinaciones en constante movimiento, cambio y contradicción (Marx, 1989). De ahí que, “El proyecto teórico del comunismo científico se afirma como proyecto crítico en la medida en que se realizacomo un proyecto a la vez científico y revolucionario; aún más, revolucionario por ser científico y científico por ser revolucionario” (Echeverría, 1986: 45).Este alineamiento distópico conllevó innegable valía como un referente para la praxis política. Muchos estuvimos convencidos de que la utopía complicaba la acción realista de transformación, por ser una herencia directa del idealismo no solo hegeliano, sino también platónico. No cabe menospreciar esta crítica marxista a proyecciones de un sueño imposible de concretar. En una tónica similar de crítica, se alinean los teóricos anarquistas; uno de estos exponentes fue Proudhon, a quien Marx calificó de utópico, por considerar que sus posturas eran ilusorias respecto de la política y la transformación, perolas argumentaciones de Proudhon conllevan también críticas a la utopía, aspectos que el análisis marxista no tuvo presente. De hecho, este autor considera que amerita creer en la ciencia y en el progreso para concebir y hacer una nueva sociedad. De este modo Proudhon afirma que la organización del trabajo no puede ser unautopía o una quimera y que la ciencia tiene por función buscar las innovaciones inmediatamente realizables; ahora este autor también sostenía el notable valor el arte, equiparable al valor de la ciencia en los procesos de transformación social (Proudhon, 1945).En relación con este aspecto sobre la ciencia, en el pensamiento anarquista hay posturas contrapuestas a las hasta el momento compartidas. En tal sentido, Bakunin (1984), a diferencia de Marx, siempre cuestionó el valor dominante de la ciencia en lacomprensión de la realidad y de los procesos de lucha política, debido a que, en su perspectiva política,con la ciencia se fortalece la dominación capitalista. Ante esta posibilidad, es preciso explicar que Bakunin consideraba necesario que el individuo pueda liberarse a sí mismo, tanto de la dominación clasista del capitalismo, como de la ejercida por el Estado. En complemento con lo expuesto, la perspectiva anarquista de Bakunin fue reforzada en nuestro tiempo con las propuestas de Feyerabend (1975), y su conclusión epistemológica de que la ciencia es la historia de la mentira.3Posterior a Marx, la crítica se fortaleció aún más a través de las contribuciones de Nietzsche, cuyas reflexiones filológicas desprecian la noción de esperanza, por ser un fundamento que impide la acción vital desde la voluntad de poder (Nietzsche, 2000; Herrera, 2016). Los postulados nietzschanos son además muy pluralistas, pues este pensador no se alineó con el universalismo occidental ni con sus herencias, vigentes en la modernidad. En esa dirección su filosofía fue contraria a las consideraciones de un comunismo primitivo o de un comunismo también universal para la humanidad (Nietzsche, 2000). En la actualidad, Jean Luc Nancy (2000) refuerza lo dicho por Nietzsche, al sostenerque es inadmisible un único futuro común para la humanidad, por consiguiente, debe sustentarse el valor plural de comunidades, en una clara concordancia con la singularidad detallada por Deleuze (2005). Para Nancy asumir una sola comunidad deviene en concepciones totalitarias y esto sucede con el concepto comunismo, dado que elimina la legítima existencia de alteridades.
Ahora,Nietzscheno sólo provocó distanciamiento con el concepto de utopía-esperanza, sino también con la hegemonía científica sobre otras epistemes, las que toman mayor visibilidada través de los aportes de Foucault (2002) y la perspectiva de concebir al conocimiento más allá de la perspectiva científica y su arqueología de saber-poder.En una evaluación de los contenidos distópicos recién compartidos, no propiamente desde la racionalidad científica y de universalidad civilizatoria, podría confundirse la pluralidad epistémica y política del anarquismo y del nietzschanismo-posestructural, como factores promocionantes de individualismos muyfuncionales a la dominación capitalista. Por su parte, Nietzsche (2019) generó reflexionesadversas a la modernidad como paradigma de verdad y progreso, dos de las grandes columnas con las que el capitalismo se ha impuesto en el mundo;temas en los que el propio Echeverria (1998) lo reconoció meritoriamente.En una dirección similar Guattari y Rolnik (2006), integrantes del poestructuralismo, cuestionaron los procesos de subjetivación capitalística; entendida esta no comosubjetividad cognitiva, sino también como alineamiento subordinado y reproductor de la lógica y materialización capitalista de las emociones, cuerpos y acciones de los seres humanos.Bolívar Echeverría (2022) argumenta algo pertinente sobre el temamencionado, al referir que la modernidad en sí se sustenta en unindividualismo anti comunitario, que se distingue de la tradición y su legado ancestral y religioso, para imponerse en calidad de individuo, sea este singular o colectivo,y que a la postre hizo de la modernidad un fenómeno de dominación capitalista. Este giro interpretativo podría comprenderse mejor desde el tema de la técnica, en el que puede detectarse la influencia de Heidegger, por un lado, y de Benjamin, por otro: dosfilósofos que contienen innegable influencia nietzschana, más también con diferentes procesos de lectura einterpretación.
La utopía en Bolívar Echeverría: aspectos para enriquecer el diálogo con el anarquismo y el posestructuralismo
En una reconexión con la segunda etapadeBolívar Echeverría (1998), en el texto Valor de uso yutopíamodifica substancialmente su crítica a la nociónde utopía. A partir de este nuevo enfoque, Echeverría produce además un reestudio en relación a las relevantesinterpretaciones de Bloch (1977) y Benjamín(2016). De esta forma se redibuja el cuestionamiento a la noción de esperanza, no por ser algo imposible de concretar, sino por representar un mundo posible que se espera, tal como Blochlo explica y proclama. En esa misma dirección, Benjamin considera que la utopía afirma la necesidad de un mundo distinto al mundo impuesto por el capital, siempre y cuando, en tal propósito, se tenga perspectivas de crítica que eviten idealizaciones en servicio más bien de la dominación y delfetichismo capitalista; comprendido comoproceso de hacer que las cosas tengan valor no por ser producto de la fuerza de trabajo, sino por estar marcando mercantilmente la realidad no sólo en términos de economía, sino tambiénen materiaideológica y estética. Por estas razones Benjaminpostuló críticas a la moda y sus implicaciones en las edificaciones de París, como también a las posturas surrealistas en torno a los sueños y sus respectivos extravíos.Hemos realizado una articulación entre el pensamiento de Marx y de Nietzsche,porque Bolívar Echeverría (1998)trabaja a profundidaden las contribuciones de Walter Benjamin, en el textoValor de uso y Utopía.En este esfuerzo, Echeverría usa en específico el libro reconocido como las Tesis sobre filosofía de la historia, donde nosotros ratificamos que Benjamin expone contenidos acerca del materialismo histórico, pero ricamente combinados con contenidos nietzschanos sobre la historia. En el escrito indicado, a partir de una revisión tanto de esta obra, como de la biografía del filósofo alemán, Echeverría identifica que Benjamin hace un detenido análisis sobre el utopismo occidental y el mesianismo judeocristiano. En cuanto al utopismo se lo define como algo inexistente, como un mundo alterno al que occidente aspira a llegar. Así:
El utopismo occcidental […]consiste en una determinada manera de estar en el mundo en que vivimos; de vivirlo como un mundo que normal o efectivamente es imperfecto, incompleto, “inauténtico”, pero que tiene en sí mismo, coexistente con él, una versión suya, perfecta, acabada o “auténtica”; una versión, además, que debería estar siempre en el lugar o la dimensión de lo real, pero que no está allí, que no tiene lugar más allá que en aquellos momentos en que el ser humano merece su estatus ontológico excepcional, es decir, está a la altura de su destino. Este mundo perfecto que está allí como posibilidad del mundo actual, y que es coextensivo a él, constituye el fundamento de una crítica espontánea de lo establecido; es en cierta medida una especie de exigencia objetiva, que le pide transformarse radicalmente o quitarse del lugar de lo realmente existente para ponerse él allí. La percepción del mundo como una realidad que tiene en sí misma otra dimensión, virtual; una dimensión mejor, que “quisiera” ser real pero que no lo puede ser porque el plano de lo efectivamente real está ocupado —aunque defectuosamente (Echeverría, 1998:130-131).
En cambio, el mesianismo se devela en calidad de alternativa a la que debe accederse como redención o recuperación del paraíso perdido. La modernidad capitalista asocia dicho utopismo con la noción de progreso y su puesta en práctica.Ahora el tema que destaca Echeverría, en referencia a la filosofía de crítica de Benjamin, no puede obviarse el análisis del socialismo. Lamentablemente, para Benjamin el socialismo supone un proyecto de sociedad que ha fracasado.De ahí la necesidad de reconstruir un socialismo auténticamente transformador y revolucionario. En esa perspectiva el utopismo consiste en una crítica a la modernidad capitalista, desde una visión de mundo hacia lo perfectible, empero que asoma en lo real como un mundo de dimensión virtual, que pretende ser real y mejor que el imperante. El tema del nuevo mundo debe, sin embargo, complementarse con el de mesianismo, que proyecta al mundo a una instancia diferente y esperada, que, a diferencia del utopismo, no está afincada en un territorio, sino que es nómada, como la cultura judía de entonces, y que pretende recuperar una realidad perdida pero recuperable. En este punto del análisis es indispensable, en nuestro juicio, destacar la coincidencia de las posturas de Benjamin con Bloch y su utopía o espíritu-esperanza. Hasta el momento, el análisis se ha centrado en las contribuciones de Echeverría sobre el tema de utopía en Benjamin. Conviene entonces articular la reflexión entre los aportes que diera el socialismo utópico, a diferencia de las argumentaciones científicas de parte de Marx y Engels, y la crítica de parte del anarquismo. Antes se expuso a Bakunin y a Feyerabend, ahora es preciso referirse a Rancière (1991), el cual destaca la profundidad de Saint Simon y las consecuentes misiones a su nombre. Los contenidos de Rancière se relacionan con la posibilidad de transformar la realidad capitalista hacia una socialista, sustentada en una combinación entre los principios fundamentales del liberalismo y el cristianismo, en términos de justicia e igualdad social, además de su proyección emancipatoria. Para el efecto, Rancièretoma en cuenta al sansimonismo, que propone la interrelación entre la ciencia, el arte y la industria; es decir, contenidos que dejan en claro una perspectiva de innegableactualidad epistémica-epistemológica yademás política-económica, en una mayor integralidad incluso práxica que lo concretado por el socialismo real.Otra de las tendencias que aportan en una línea diferente a la de esta etapa de Echeverría y que devienen de filosofías con inspiración en las sustentaciones de Nietzsche y ahora conocidas comoposestructurales. Al respecto sobresalen los trabajos posestructurales de Esposito y Guattari, así como el feminismo de la diferencia de Braidotti. En cuanto a las argumentaciones de Esposito (2009), él plantea, por ejemplo, el concepto de comunidad como algo no político, sino impolítico o no presente; esto es, la comunidad debe asumirse como alejada de lo propio-existente, para proyectarse hacia lo otro-diferente y siempre deviniente. De esta manera,este autor se conecta directamente con la utopía en una clara distinción y oposición a la comunidad desde el concepto de la modernidad. “Así, el concepto de comunidad, que podemos concebir como realizable en la medida en que admitamos que no lo es. Al menos ésa es la postura de Esposito, Agamben, Nancy y Blanchot” (Bacarlet, 2012:40).Bajo esta perspectiva pluralista, Guattari (2004) asume inicialmente lo distópico, sin embargo, luego da un giro hacia una resignificación de la utopía, al considerarla centrada en estrecho vínculo con la multiplicidad nietzschana-deleuziana. De ahí que este autor, sostenga que, en realidad, emergen procesos plurales de confrontación al capitalismo, sin propender al fraccionamiento o segmentarización, sino más bien desde procesos múltiples de desestructuración del orden imperante a partir de cartografías o tejidos de fugas rizomáticas.
Este enfoque cartográfico se evidencia también en los análisis de Braidotti (2005). En este caso el planteamiento de utopía no implica distanciamiento alguno con Nietzsche nicon Deleuze (2006) y su férreo cuestionamiento al humanismo y a la modernidad. A este respecto, la utopía a más de incluir multiplicidades o líneas en fuga, consiste, a su vez, en un nomadismo poshumano e incluso posmujer, que supera posturas y enfoques estrictamente antropocéntricos y que abre paso a devenires de vitalidad y otros territorios. El trabajo de Braidotti es de trascendencia por su amplia profundización en el tema de la utopía y por su diálogo con diversidad de contribuciones. Una profundización significativa del análisis de Braidotti está en las argumentaciones de Irigaray, de quien precisa que lo utópico, a más de temporalidad y no lugar o ausencia, es un no todavía o el femenino virtual: “lo otro de lo <<Otro>>, el sujeto feminista autodefinido o inyectado de potencia colectiva” (Braidotti, 2005:39). En esta perspectiva, el significado de utopía cambia radicalmente hacia connotaciones de acontecimientos y agenciamientos, en sustitución de las concepciones que la definen como esperanza; es decir, la utopía no se la concibe como sinónimo de pasividad inalcanzable, sino como proyección, potencia del devenir aún no presente. A la utopía entonces se ha hace infinitamente, desde el valor de la vitalidad materialista; no se la espera a través de un mundo solamente soñado, idealizado y divinizado (Herrera, 2020).Reflexiones hermenéuticas para la articulación entre realismo y utopía Luego del diálogo hermenéutico entre los postulados de Bolívar Echeverría y los de otras corrientes, nos atrevemos a realizar un ejercicio articulador de lo desarrollado en esta disertación. Sabemos que la concreción de un nuevo orden social no es factible en plazos inmediatos, porque las correlaciones de fuerza o poder no facultan los indispensables acuerdos para una confrontación triunfante en referencia a la ideología y hegemonía capitalista. Pese a ello, también se sabe que las propuestas revolucionarias hacia el cambio civilizatorio no pueden extraviarse en ilusiones. Es urgente, por ello, teorizar para politizar mejor la lucha en oposición al neoliberalismo, mas eso no significa necesariamente la superación de la lógica capitalista. Entonces es legítima la necesidad de hacer que las transformaciones civilizatorias se vuelvan acontecimientos. El problema radica en cómo lograr este propósito sin los debidos nexos entre realismo y utopía. Podría afirmarse, por consiguiente, que la propuesta de revolución con etapas de transición constituye un camino que observaría tal necesidad de articulación. Marx y Engels (1974) concibieron quela revolución hacia el comunismo requeriría del socialismo como etapa previa. Es necesario puntualizar que el gran fin nunca radicó en perennizar al socialismo, como se malinterpretó en los regímenes soviético, chino, cubano, vietnamita, nicaragüense y otros, pues descuidaron que el socialismo siempre fue planteado como una etapa transitoria, en plena aplicación de paradigmas de progreso socio-histórico. Desde una formación marxista, tanto en lo filosófico, como en lo práctico, que se sustenta también en la lógica materialista de progreso, el debate entre Lenin y Kautsky, sobre los procesos de concreción del socialismo en Rusia, contribuye para profundizar en la temática recientemente expuesta y que posteriormente caracterizarían las divergencias entre un pensamiento y acción socialista y un pensamiento y acción social demócrata.En cuanto a Lenin (1981), la crítica radicó en el argumento de que era factible concretar relaciones socialistas de producción, aunque Rusia no haya pasado previamente por el capitalismo. Kautsky, en cambio, concebía inviable tal ruptura; en su análisis, debía privilegiarse el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas, para luego concretar la transformación socialista. De manera que, “El socialismo, es decir, bienestar general en el seno de la moderna cultura, solo es posible mediante el amplio despliegue de las fuerzas productivas que trae consigo el capitalismo”(Kautsky, 2018:38). Ahora, la disputa entre estos dos autores, en los mismos textos, también se centró en el régimen de dictadura del proletariado. Para el primer autor, la dictadura del proletariado era una necesidad imperiosa y de garantía en la transformación sociopolítica de la realidad rusa, mientras que para Kautsky, la única vía aplicable estaba en la masificación e intensificación democrática. En relación a las fuerzas productivas, desde una profundización filosófica con la debida amplitud reflexiva, Bolívar Echeverría (2022) nos coloca en otra dimensión analítica, por la fructífera lectura que hiciera de autores como Horkheimer, Adorno y Mumford. La explicación que hace de la modernidad y su revolución técnica, en una primera instancia, la plantea como un proceso que iniciara en el Renacimiento, conforme se ha posicionado el tema en el mundo académico dominante. Luego resalta las contribuciones de Horkheimer y Adorno, para quienes dicho proceso se inaugura ya en la sociedad griega, a través de la metáfora mitológica de Prometeo y su manejo técnico del fuego, que irrumpe en una clara ruptura con la tradición ancestral. Echeverría, sin embargo, otorga una mayor precisión, al afirmar que la modernidad surgió como revolución técnica más bien en el siglo X; esta afirmación la respalda en los estudios realizados por Mumford, que ubica procesos mecánicos mucho antes de maquinaria industrial y que los clasifica como eotécnicos. En otras palabras, la modernidad, como hecho técnico, apareció unos siglos antes que el sistema capitalista, cuando aún prevalecía la Edad Media como civilización. Entonces, Echeverría daría a entender quede una Era tecnológica a otra, se requiere necesariamente de períodos largos de transición. Adiciona lo expuesto, indudablemente, el tema político, alrededor de la disputa entre dictadura y democracia, implica especificidades de mayor complejidad que las de orden técnico; o sea, el abordaje de las revoluciones sociales guarda dificultades que en lo técnico ni siquiera se alcanza a visibilizar; por eso, las etapas de transición también son más complejas de dimensionar y explicar. Una demostración inapelable la podemos constatar en las reflexiones de Rosa Luxemburgo sobre la transformación. La autora siempre tuvo presente que la revolución no debería confundirse con el concepto de reforma (Luxemburgo, 2015). En discrepancia abierta con sus conceptos, Bernstein4consideraba quela revolución era innecesaria, que el proceso socialista requería tan sólo de reformas constantes desde el capitalismo. En cuanto a esto, Rosa Luxemburgo resalta que el proceso no podía deslindarse de la composición clasista del capitalismo, como lo aspiraba la socialdemocracia oportunista; imponiendo los intereses pequeños–burgueses sobre los del proletariado. Siendo así el contexto, para Luxemburgo la revolución estaba completamente justificada y, en su perspectiva, la acción sindical y la acción parlamentaria, tan enfatizadas por Bernstein, quedarían fuera de sentido si no contribuyen en la generación de conciencia de clase en los obreros; en una afinidad mayor con el pensamientomarxista6.En la época del texto Reforma o Revolución Rosa Luxemburgo no podía advertir las revoluciones científico-técnicas del capitalismo y la Segunda Posguerra Mundial y obviamente hoy este debate está en otras connotaciones y en otros contextos, como lo mostraremos posteriormente. Bolívar Echeverría trabajó a profundidad en los aportes de Rosa Luxemburgo. Al igual que lo referido en Benjamin, en El Discurso Crítico de Marx se hace mención a detalles biográficos de Luxemburgo, donde se puntualizan aspectos de su personalidad y capacidad de lucha, que Echeverría (1986) loasocia más con una tendencia comunista-feminista, que con el partido socialdemócrata, además de resaltar su capacidad para unificar lo objetivo y lo subjetivo en la lucha revolucionaria. Dentro de esta lógica, la revolución y la reforma, conforme lo subraya Echeverría, responden a andariveles opuestos. En esa época resultaba legítima tal postura ideológica-política, factor que llegó a costar la vida a quienes participaron, en 1915, de las rebeliones “Espartacas”; una de ellas fue la de Rosa Luxemburgo. Cuandola autora escribió el texto Reforma o Revoluciónno podía advertir las revoluciones científico-técnicas del capitalismo y la Segunda Posguerra Mundial y obviamente hoy ese debate está en otras connotaciones y en otros contextos. En la actualidad, los procesos se han acelerado notablemente en lo científico-técnico y en la artificialidad robótica, pero no en lo que respecta a la transformación civilizatoria. En esapanorámica, así como la modernidad comenzósu procesoantes de su instauración como erahegemónica, su superación requerirá, a su vez, de largos plazos y sostenidas iniciativas de lucha y negociación. Es claro que hoy el discursodual entre reforma o revolución resulta igual de fraccionante que el discurso de utopía o realismo, cuando de lo quese trata es de tejerlos, en aras de impedir la arremetida brutal del neoliberalismo y de fascismos-totalitarismos. Es indispensable empoderarse de otra visión de lucha; definitivamente más amplia y democrática. El anarquismo advirtió sobre los riesgos e improcedencias de la dictadura del proletariado y no desde complicidades con el poder capitalista, como se detectara y se detecta aún en diversidad de sectores de la socialdemocracia.7Enmateria de fuerzas de producción, Bolívar Echeverría (2022) considera que la neotécnia se transformó en capitalista y que con esa transformación muchos territorios de la misma Europa y de Estados Unidos quedaron marginalizados; desde luego, la marginación fue mucho más intensa y extensa en el resto de continentes. Eso se puede constatar en la Revolución Industrial, como también en la Revolución Científico-Técnica y en la Revolución de la Inteligencia Artificial; en todas se han generado fuertes oligopolios y privilegios mundiales, en detrimento de las mayoritarias poblaciones. A pesar de esta tónica excluyente y oligárquica, nuevamente con base en las afirmaciones de Walter Benjamin, nuestro filósofo ecuatoriano considera la necesidad de una técnica que proyecte a la realidad hacía también otra modernidad, taly como antes lo afirmara Walter Benjamin para referirse al arte: “la técnica lúdica”. En cambio, en lo relacionado con lo político, es menester reproducir procesos de mucha cooperación y colectividad, no como sinónimo de comunidad moderna, sino de esfuerzos comunitarios diferenciados y combinados. La concreción de un nuevo orden social no es factible en plazos inmediatos. Sabemos que las correlaciones de fuerza no facultan todavía consensos mayoritarios, además de adversos en relación a las ideologías y hegemonías capitalistas. Por el contrario, las propuestas de cambio civilizatorio son minoritarias y muy dispersas: la única fuerza aglutinante en el planeta es el Foro Social Mundial, cuya incidencia inició novedosa y potente, pero de a poco ha perdido ritmo e intensidad respecto del poder hegemónico capitalista. Con base en el análisis de la problemática en cuestión, es necesario entrelazar a las revoluciones a largo plazo con las reformas sociales en el corto. La transformación será un proceso que implique transiciones y diálogos que rompan las dualidades entre universalismo-pluralismo, ciudadanía-Estado y otras, en las iniciativas de participación democrática; pues la lucha implica confrontación pacífica y negociación inteligente en forma constante, para así no permitir que la dominación capitalista torne, a su vez, al realismo y a la utopía en entes desconectados por siempre; cuando uno materializa, otro potencia y los dos devienen infinitos.
Conclusiones
A partir del pensamiento de Echeverría, en el mundo contemporáneo, donde el capitalismo impera incluso como una expresión cultural, es de vigencia la necesidad de analizar filosóficamente el realismo y la utopía, frente a la debacle civilizatoria ocasionada por el modelo neoliberal-capitalista. Ahora bien, a lo largo de este escrito, se presentan dos visiones sobre realismo y utopía, pero con base en los aportes de Echeverría y el diálogo con otras perspectivas de análisis. Así, la primera visión es distópica, sustentada principalmente en el marxismo y el anarquismo clásicos, que consideran sólo al realismo como un plan claro y próximo para superar al capitalismo. Conciben a la utopía, en cambio, como irrealidad, desviación ideológica y mera ilusión. El segundo enfoque, fundamentado en el marxismo heterodoxo de Bloch, Benjamín y del más reciente Echeverría, así como de Rancière y el saintsimonismo, la utopía es la esperanza por un mundo alternativo al capitalismo. En el posestructuralismo las concepciones también se dividen en distópicas y utópicas: las unas se respaldan en los legados vitalistas anti-esperanza de Nietzsche; las otras, sin dejar el nietzschanismo, lo abordan como multiplicidad y potencia hacia otros devenires, a partir de agenciamientos y acontecimientos. En definitiva, el artículo hace una invitación para superar la dicotomía realismo-utopía; es decir, se precisa ir más allá de posturas aparentemente opuestas. Plantea además concebir al realismo y a la utopía como elementos que proyectan, desde diferentes ópticas y plazos, las transiciones-transformaciones sociales, mediante complejos procesos de reforma-revolución.
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