Desde hace más de medio año, la enfermedad COVID-19, que produce el coronavirus SARS-CoV-2, se había convertido en una pandemia que enferma a los humanos de todo el planeta. El anuncio de la vacuna rusa ha traído esperanzas, aunque sea una pesadilla para las grandes farmacéuticas, que temen perder el suculento negocio, cercano a los 25 mil millones de dólares, que pensaban hacer con la venta de su vacuna. De ahí, las lamentaciones y mitos tétricos contra el remedio ruso.
En medio de tan negro
panorama, cuando en el planeta se habían enfermado más de 20 millones de
personas y habían muerto cerca de un millón de pacientes, el 11 de agosto llegó
la alentadora noticia de que Rusia había registrado la primera vacuna contra el
COVID-19. El Presidente Vladímir Putin fue el encargado de dar la buena nueva.
Informó que el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y
Microbiología de Moscú, Gamaleya, había desarrollado una vacuna, bautizada como
Sputnik V, en honor al primer satélite artificial soviético, lanzado en 1957.
Según Putin, “La
ventaja de la vacuna es que funciona con más precisión y crea una fuerte
inmunidad… Lo sé porque una de mis hijas se vacunó. Después de la primera
inyección, su temperatura era de 38, al día siguiente, un poco más de 37. Luego
de la segunda inyección, la temperatura subió un poco, posteriormente, desapareció.
Ahora se siente bien y sus anticuerpos son altos… Sé que muchas personas no
tienen ninguna manifestación externa, no tienen fiebre después de la vacuna y
todo pasa como si no se les hubieran hecho nada”. El mandatario precisó que la
vacuna se basa en los adenovirus (virus con ADN que pueden causar enfermedades
en los humanos), que la vacunación de la población se realizará exclusivamente de
forma voluntaria y espera que pronto empiece la producción en masa del
medicamento.
El Centro Gamaleya, fundado
en 1891, conserva una de las mayores colecciones de virus del mundo y en sus
laboratorios se han elaborado numerosas vacunas. Lleva su nombre en honor a
Nikolai Gamaleya, pionero de las investigaciones microbiológicas en Rusia,
discípulo y colaborador científico de Louis Pasteur. En la Unión Soviética
luchó contra las epidemias del cólera, difteria y tifus y organizó campañas de
vacunación masiva. A partir de la década de los 80, el Centro Gamaleya ha
liderado los esfuerzos para desarrollar una plataforma tecnológica basada en
los adenovirus.
Desde 1997, el Centro Gamaleya es dirigido por Alexander Gintsburg, miembro de la Academia de Ciencias de Rusia. Este centro, usando la plataforma de vectores adenovirales, desarrolló en el 2015 dos vacunas contra el Ébola; también empleó esta plataforma para crear vacunas contra el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente, MERS, enfermedad respiratoria viral provocada por el coronavirus MERS-CoV, virus que el 2012 fue descubierto en Arabia Saudita y difiere apenas en un 20% del coronavirus SARS-CoV-2. El coronavirus MERS-CoV se originó en los murciélagos, luego se transmitió a los camellos y desde ahí, a los seres humanos.
El Centro Gamaleya
había creado una vacuna contra el virus del Ébola y contra el coronavirus
MERS-CoV, que todavía no patentó. Sus científicos desarrollaron estas vacunas
de una forma segura y efectiva; los primeros voluntarios fueron los mismos
empleados del Centro Gamaleya; después, la vacuna se probó en voluntarios
militares. Gracias a la modificación de la vacuna contra el MERS, que a su vez se
creó utilizando el virus del Ébola, se pudo avanzar en tan corto tiempo en la
elaboración de la vacuna contra el COVID-19, que pasó la totalidad de los
ensayos pre-clínicos de eficacia y seguridad, o sea, experimentos con todo tipo
de animales de laboratorio, incluidas 2 especies de primates.
El académico Guintsburg explicó: “Son
más de 3500 los voluntarios que tomaron parte en los ensayos de vacunas creadas
sobre la plataforma utilizada para desarrollar la vacuna contra el COVID-19 y que
la vacuna no se creó desde cero… La vacuna se creó en cinco meses, desde la
fecha de recepción de la orden estatal hasta el momento
de su registro. Antes de eso, toda una generación de biotecnólogos,
virólogos, inmunólogos… había estado trabajando durante más de 20 años para
desarrollar la tecnología con la que se creó esta vacuna y al menos seis
medicamentos más, también vacunas…
La tecnología utilizada para el desarrollo de la vacuna no es única, en el
sentido de que la usan en el Reino Unido,
China y en otros países… pero es más perfecta, desde nuestro punto de
vista y desde el punto de vista de la comunidad internacional de expertos del
más alto nivel”. En cuanto a los resultados de las pruebas del fármaco, afirmó
que en dos semanas serán publicados en una revista rusa o extranjera.
Creado de manera artificial, el Sputnik V es una vacuna vectorial basada en el adenovirus humano. Esto significa que se basa en un virus portador que transmite una información genética del virus contra el cual debe proteger la vacuna, lo que provoca una respuesta de inmunidad creada de forma artificial y sin ningún elemento del coronavirus en su composición.
En febrero, cuando
estaba claro que el mundo se enfrentaba a un grave problema, los científicos
del Centro Gamaleya comenzaron a crear la vacuna. El equipo científico estuvo
dirigido por el microbiólogo y subdirector del centro Denís Logunov, quien
indicó que antes de la creación de la vacuna contra el coronavirus SARS-Cov-2,
el Centro Gamaleya había usado el mismo mecanismo para su trabajo contra el
ébola y el MERS-CoV. Se tardó solamente 14 días en crear la vacuna, pues
los investigadores habían pasado tres años preparando una vacuna contra el
MERS-CoV.
Según Vadim Tarasov, científico de la
Universidad Séchenov de Moscú, la tecnología del Sputnik V es el adenovirus del
resfrío común. Explica: “Creadas artificialmente, las proteínas de la vacuna
replican las del COVID-19 y desencadenan una respuesta inmunológica similar a
la causada por el propio coronavirus”.
Además dijo que las críticas a la vacuna rusa se deben, en gran parte, al hecho
de que no todos conocen que el remedio se desarrolló en una plataforma en la
que ya se habían fabricado seis productos. La vacuna se basa en el adenovirus
humano y los resultados de los ensayos clínicos mostraron su efectividad y
seguridad. Todos los voluntarios desarrollaron inmunidad contra el COVID-19,
sin que se registren efectos secundarios graves.
Rusia estuvo
trabajando en la vacuna contra el coronavirus durante los últimos seis años.
“Tuvimos la suerte de que el coronavirus estuviera muy cerca del MERS, por lo
que prácticamente teníamos una vacuna lista para ser usada contra el MERS. Esa
es la historia real, sin política… Rusia siempre ha estado a la vanguardia de
la investigación de vacunas”, sostuvo Kirill Dmitriev, director ejecutivo del
fondo soberano RDIF, que financia la vacuna.
Mikhail Murashko,
Ministro de Salud de Rusia, declaró que luego del éxito de la vacuna, el
medicamento será administrado en primer lugar a médicos, profesores y personal
de alto riesgo, los que serán
observados de cerca con el objetivo de ver cómo reaccionan ante la vacuna.
Explicó que “los desarrolladores de la vacuna prepararon los documentos
para la realización de las futuras investigaciones clínicas con la
participación de varios miles de personas. Para la vigilancia rápida del estado
de salud de los vacunados y el control de eficacia y seguridad, el Ministerio
de Salud de Rusia ha creado un contorno digital único que permite vigilar la
seguridad y la calidad del fármaco en todas las etapas del ciclo vital”. Hizo
hincapié en que Rusia es el primer país en registrar una vacuna contra el
virus: “Ha comenzado la producción de la vacuna contra la nueva infección por
coronavirus SARS-COV-2, desarrollada por el Centro Gamaleya”.
El Ministerio de
Salud de Rusia informó que “el esquema de doble inyección permite la formación
de una inmunidad a largo plazo. La
experiencia con las vacunas vectoriales muestra que la inmunidad permanece
hasta dos años”.
Los ensayos de las
fases 1 y 2 de la vacuna, o sea, con decenas y centenas de personas, se
completaron el 1 de agosto de 2020. Después de la administración de la vacuna,
todos los participantes desarrollaron inmunidad contra el COVID-19, pues
ninguno la contrajo, tampoco se registraron efectos adversos graves o
inesperados. La alta eficacia de la vacuna se confirmó mediante pruebas de alta
precisión para anticuerpos en el suero sanguíneo de voluntarios, lo que indica
la formación de una reacción inmune, en respuesta a la vacunación.
La fase 3 de ensayos
clínicos debería comenzar el 12 de agosto con más de 2000 participantes de
Rusia y varios países del Oriente Medio, como los Emiratos Árabes Unidos y
Arabia Saudita, y de América Latina, como Brasil y México.
Dicen que la
esperanza es lo último que muere. Ojalá, Sputnik V sirva para que, luego de
comprobar su efectividad, las potencias de Occidente acepten la ayuda ofrecida
por Rusia, cesen su política agresiva contra todo lo que no les gusta y den
paso a la paz mundial, antes de que la apocalipsis nos alcance.