Por Fernando Buen Abad Domínguez
Chávez es un signo transparente. Es imposible no ver a través de él el movimiento revolucionario de un pueblo que, desde abajo, camina a la toma definitiva del poder. Chávez no es un traductor ni un intermediario mediático, es una voz más del espíritu de un pueblo en ascenso que, por cierto, va ganando muchas […]
Chávez es un signo transparente. Es imposible no ver a través de él el movimiento revolucionario de un pueblo que, desde abajo, camina a la toma definitiva del poder. Chávez no es un traductor ni un intermediario mediático, es una voz más del espíritu de un pueblo en ascenso que, por cierto, va ganando muchas voces en todas partes. Chávez no es un estorbo a la mirada que desea escudriñar la realidad de Venezuela, es, más bien, una especie de «lupa» o un estetoscopio, para auscultar las profundidades de una revolución con rumbo al socialismo. Signo transparente con significados bien claritos. «Ya lo he dicho. Estoy convencido que el camino para construir un mundo nuevo y mejor no está en el capitalismo. El capitalismo nos lleva directo al infierno». H.Ch.
Chávez cumple tareas de microscopio. Su visibilidad, que no es poca, sirve para hacerse transparente, él lo sabe bien seguramente. Consigue que su presencia lo ausente para dejar el espacio libre y sean vistas, a través suyo, las luchas, los avances, las contradicciones y atrasos que conviven en la dialéctica de una revolución cuya salud, por cierto, también es responsabilidad mundial. Es una especie de telescopio. Uno podría sospechar que cuando el presidente Hugo Chávez aparece en la televisión, en los discursos, en los periódicos, en las radios… tanto tiempo, tantas veces, genera saturación y acaso rechazo. Como les pasa a muchos «funcionarios» del mundo entero. Pero Chávez consigue, su presencia concreta e inconfundible, dejar ver el mandato que lo insufla, para organizar, para dejar ver ese contenido, esa carga de significados, en su interior, hecho con la lucha de muchos… dejar ver esas entrañas simbólicas plenas de acción y fe colectiva. ¿Será por eso que se le ve más robusto?
Alguien cuya fisonomía no necesariamente obedece a los cánones estéticos occidentales de la farándula común, que no basa su «presencia» en prodigar halagos o en decir sólo cosas dulces, simpáticas o «políticamente correctas»… alguien que no se esmera en hacerse el simpático, que empuja, presiona, demanda y exige a los funcionarios, a los líderes y a los movimientos sociales, a toda hora en todo foro… ¿cómo logra convocar y mantener la atención de tantas personas, en tantos lugares y tantas horas?. ¿Cómo logra mantener en sincronía ese fenómeno de comunicación que es escuchar lo que uno estaría dispuesto a decir, poner en una voz tantas voces, escuchar, pues, lo que uno piensa, escuchar lo que se desea y hace en la práctica revolucionaria… escuchar uno escuchándose uno en la voz de un referente que no es complaciente y que punza, acicatea y cuestiona? Escuchar, incluso, los debates que menos se escuchan. ¿Es un genio de los mass media, Gebels caribeño que se instala como ídolo telenovelero, rockero…? ¿Es obra maestra de alguna industria de masas, acaso un hito de las agencias de mercadotecnia y alienación publicitaria? Si fuese así sería fácil callarlo, desfondar su carga simbólica, cercenar esa fuerza semiótica que le viene de la revolución… de los de abajo. Que nos es individual… que no es suya.
Esa revolución venezolana que camina hacia el socialismo, y nos compete a todos, no admite caudillos [1] de vidriera porque sería frágil; porque no sería de todos… porque sería una mentira. No admite ser reducida al «talk show» delirante de un líder que, apasionado por sí mismo, viviera frente a las cámaras como en un «Big Brother» de saliva farandulera. Una Revolución como la venezolana que camina hacia el socialismo, no sin mil contradicciones y peligros, no admite la payasada publicitaria de caudillo alguno. Esa revolución ya dio pruebas contundentes de cuánto aborrece las aventuras circenses de algunos «Mesías» por más medios de comunicación que dominen. Por eso Chávez regresó a Miraflores.
Hugo Chávez es un signo transparente cuya tarea comunicacional es contribuir a perfeccionar la visión del socialismo en el futuro de Venezuela. Así se lo manda la revolución misma. Su rol en los medios es contribuir a la construcción de un gran relato revolucionario. No es su dueño, no es su blasón, no es su «marca registrada». Es su pasión y su militancia, su fuerza y su mandato. Y está obligado a defenderlo obedeciéndolo. Chávez desde luego significa mucho. Carga muchos significados propios de este periodo histórico de la revolución… ha luchado mucho para eso desde hace muchos años, pero, especialmente, su trabajo como referente visual, acústico, es poner perspectiva a una lucha que necesita ganar fuerzas mundiales que acompañen a la Revolución al mismo tiempo que aprenden de ella. Ese es y ha sido el papel de Chávez en los medios. Nada mal por cierto.
Esa tarea semiótica de Hugo Chávez se cumple extraordinariamente, en un escenario revolucionario donde no hay «público» sino interlocutores. Eso han de saberlo, y asimilarlo muy bien, todos los medios de comunicación, es decir los trabajadores de los medios, que en Venezuela o fuera quieren acompañar, hermanarse, caminar al ritmo de un pueblo que va tan rápido como puede sobre las transformaciones más hondas. No hay «receptores» en su sentido quietista porque hay a cambio dialéctico y revolucionario… precisamente de ese que, todavía, no conocen muchas sociedades y que cuesta trabajo entender en nuestro estado actual de atraso y alienación mundial. Cuando cambia el contenido del discurso, las formas tienden a removerse hacia lenguajes nuevos. Si Chávez es visto y escuchado, muchas horas en muchos lugares bajo mil pretextos, es porque su voz no es otra que la de un pueblo indicando los pasos de su Revolución. Si no fuese así habría zaping político.
Esa multipresencia de Hugo Chávez en las imágenes y los imaginarios venezolanos no es obra de una vanidad desorbitada. Es una tarea histórica que no puede ser estudiada con los parámetros de los enemigos, «escuálidos», o de cualquier género, dedicados a la vulgarización contrarrevolucionaria. Es acción directa con medios de comunicación que no puede ser estudiada por esos métodos desvencijados de los claustros académicos de burócratas clientelistas. Es acción directa de una pedagogía revolucionaria que no se detendrá por más estatutos de elite que quieran imponerle ciertos intelectuales, desde sus torres de marfil, que se lustran con baba enciclopédica y erudita. Chávez no habla a las masas desde un púlpito abstracto para decirles cómo han de vivir su revolución, no lee su manual del usuario feliz para dictar las fórmulas de la ecuación rebelde que los hará superiores, revolucionarios «por etapas» en «un sólo país idílico»… que les dará una Revolución perfecta…es decir acabada. Sería una tristeza galáctica. Muy pronto, quizá, el presidente Chávez será relevado dialécticamente, en sus tareas de vocero de la Revolución, por campesinos y obreros de todos los frentes que hoy son su soporte crucial y futuro único.
Hay contrastes horrorosos cuando se ve el paisaje mundial donde muchos «políticos» electoreros andan haciendo colectas, entre mafias diversas, para financiarse campañas de Imagen, ingenierías de imagen, confiados en fortalecer su «presencia» pública a la hora de manotear votos que les garanticen un sueldito como administradores de violencia, vigilantes de la propiedad privada. Es un contraste descomunal ver a esos burócratas mercenarios pedir limosnas para aparecer unos segundos… minutos, ante un público que no pocas veces los desconoce, ignora o detesta. Circo desfachatado donde andan comprando «ideas geniales» de mercenarios publicitarios, para maquillar mediocridades con malabarismos mediáticos. Burócratas especializados en engordar las cuentas de los monopolios mediáticos [2] para soldar alianzas de control y alienación. Y para colmo se nos obliga a verlos por todas partes. La mirada queda secuestrada.
Chávez, en cambio, se hace visible porque ahí lo pone el aliento de un pueblo que manda desde sus entrañas, históricas y dolidas, terminar con toda la miseria y barbarie que la ha carcomido sistemáticamente. Chávez hace visible un rostro, una voz, un modo de decir, un color de piel que fueron in visibilizados, que fueron vergüenza estética, y estigma de clase, en una sociedad avergonzada de tener tanto «negro», mulato, pobre…pero orgullosa de sus ingenierías para la esclavitud y la explotación. Chávez tiene, también, el mandato cultural de movilizar un ejército revolucionario de la semántica, un ejército reservista de comunicación creadora con semiosis revolucionaria permanentemente y solidaridad mundial capaz de hacer visible todo triunfo (y toda derrota) que desde abajo se producen por estar, precisamente, en marcha revolucionaria. Ningún estudiante, profe, investigador ni artista debería desconocer el espacio que la revolución venezolana ha abierto para la praxis revolucionaria de una nueva fuerza expresiva desalienada y desalienante. El pueblo venezolano ha abierto esta coyuntura histórica a fuerza de luchas añejas. Y la parte que el presidente Chávez cumple es apenas una de entre miles a las que estamos llamados todos. Cada cual desde sus posibilidades y trincheras. Por eso uno no apaga le tele cuando avisan que habrá un discurso del presidente Chávez.
Esa lucha semántica, que requiere la participación mundial de todos los trabajadores de los medios y con los medios, es una lucha transformadora de los significados…que ha de guiarse por los pasos mismos que da el pueblo venezolano en su ascenso hacia el socialismo. Nade puede hacerse indiferente a esa lucha crucial y es además lucha urgente. Hay que hacerle saber al pueblo venezolano que su revolución es también esperanza de muchos en todo el mundo. Hay que mandar correos, escribir artículos, hacer películas, canciones, poemas… plagar con signos de revolución los tiempos que corren. Hay que hacerle saber al pueblo venezolano que nos importa e involucra todo triunfo de su lucha, hay que hacerle saber que la próxima vez que voten, para ratificar la ruta de su revolución, en su dedo estará también la esperanza y la solidaridad de un mundo que en mucho depende hoy de los triunfos revolucionarios en Venezuela. De su camino hacia el socialismo. Esto significa mucho, Chávez en un signo de eso. Signo ascendente.
Londres, 10 de noviembre de 1877
…No me enojo» (según dice Heine) y Engels tampoco. No damos un penique por la popularidad. Como prueba de ello, citaré, por ejemplo, el siguiente hecho: por repugnancia a todo culto a la personalidad yo, durante la existencia de la Internacional, nunca permitía que llegasen a la publicidad los numerosos mensajes con el reconocimiento de mis méritos, con que me molestaban desde distintos países; incluso nunca les respondía, si prescindimos de las amonestaciones que les hacía. La primera afiliación, mía y de Engels, a la sociedad secreta de los comunistas se realizó sólo bajo la condición de que se eliminaría de los Estatutos todo lo que contribuía a la postración supersticiosa ante la autoridad (Lassalle procedía más tarde de modo exactamente contrario)…
Se publica de acuerdo con el manuscrito. Traducido del alemán. http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/196856/index.php
[2] «Agencias dominadas por oligopolios: CNN por Time Warner; ABC por Disney/Cap Cities; NBC por General Electric y CBS por Westinghouse. Sólo uno tiene vínculos latinoamericanos: el Cisneros Group, que controla Galaxy Latin America, introductora de DirecTV, y Caribbean Communications Networks, que maneja televisión, radio y prensa. El Cisneros Group está asociado con la GM Hughes Electronics Corp de Estados Unidos, con la brasileña TV Abril y la mexicana Multivisión. Asimismo domina Univisión, cadena que acapara las tres cuartas partes de la audiencia hispana en Estados Unidos; Imagen Satelital, el proveedor de Televisión por cable más importante de Argentina, la venezolana Venevisión, Venevisión International Film Group y Chilevisión.» Luis Brito García
Tomado de rebelion.org