Por Danilo Altamirano
Vivimos atrapados en una paradoja: hablamos de desarrollo, pero transitamos por un laberinto de mediocridad política. El Ecuador del siglo XXI enfrenta una crisis de sentido, donde el discurso del progreso se ha vaciado de contenido y la institucionalidad se erosiona cada día más. Mientras el mundo redefine sus estructuras productivas, tecnológicas y democráticas enmarcado en la nueva era digital -cuarta revolución industrial-, seguimos anclados a una cultura política que prioriza la inmediatez electoral con intereses oligárquicos, sostenida por una plutocracia que domina la agenda pública y condiciona la toma de decisiones en función del poder económico y no del bien común.
Esta captura del Estado por élites privilegiadas ha desplazado la política del servicio hacia la lógica del beneficio, debilitando la capacidad de construir un proyecto nacional. No hay proyecto de nación sin visión de futuro, y no hay futuro sin capacidades estatales sólidas. La fatiga democrática no solo se expresa en el desencanto ciudadano, sino en la incapacidad de imaginar horizontes distintos al ciclo electoral inmediato (Levitsky & Ziblatt, 2023).
¿Está el Ecuador preparado para gestionar las transformaciones del siglo XXI? La respuesta, lamentablemente, es inquietante. El país enfrenta una debilidad estructural del Estado que se evidencia en la ausencia de planificación estratégica de largo plazo, donde la improvisación sustituye a la visión y el corto plazo electoral eclipsa cualquier horizonte de desarrollo. Las políticas públicas, lejos de anticipar el futuro, se diseñan como respuestas de emergencia, atrapadas en la lógica del inmediatismo y la presión mediática. La función pública, en lugar de fortalecerse como pilar del Estado, se ha precarizado: falta de inversión pública, limitadas capacidades técnicas, burocracias desmotivadas y ausencia de formación para una gestión pública moderna y ética.
Desafíos como la digitalización, el cambio climático y la transición energética ya no son temas de agenda futura, sino exigencias urgentes de un presente que avanza más rápido que nuestras instituciones. Sin embargo, el Estado carece de estructuras flexibles, coordinación territorial efectiva y mecanismos reales de participación ciudadana. En este contexto, Ecuador, con una democracia fatigada y élites políticas desarticuladas, se enfrenta a un callejón sin salida si no reconfigura su modo de pensar el desarrollo (O’Donnell, 2020).
En este contexto, el populismo emerge como una farsa peligrosa. No hay proyecto de Estado detrás de la retórica del “orden”, sino una instrumentalización emocional del miedo y la inseguridad. El populismo promete estabilidad, pero en realidad erosiona los cimientos del Estado de derecho. Los líderes autoproclamados salvadores tienden a concentrar poder, socavar instituciones y debilitar la crítica pública, reproduciendo un modelo que legitima la improvisación como método de gobierno (Mounk, 2022). Así, se consolida una política, sin ideología, sin planificación, sin Estado.
La manipulación mediática emocional perpetúa este ciclo vicioso. La gobernanza institucional se vuelve un espectáculo, un simulacro que busca legitimidad sin contenido. Los medios amplifican discursos polarizadores y simplifican debates complejos, generando una ciudadanía fragmentada, emocionalmente reactiva y políticamente desmovilizada. La consecuencia es una crisis profunda de confianza: el ciudadano ya no cree en las instituciones, pero tampoco en la posibilidad de transformarlas (Norris, 2021). Este es el caldo de cultivo perfecto para la emergencia del autoritarismo suave, donde la ciudadanía renuncia, por cansancio, a la democracia.
Los autócratas modernos ya no necesitan tanques para dominar. Su arma es la manipulación institucional y la erosión gradual de las reglas del juego. En Ecuador, hemos visto cómo se militariza la política, se normalizan los estados de excepción, se debilita el control constitucional, se restringen derechos bajo el argumento de la seguridad, hasta la condonación selectiva de deudas tributarias en el SRI. Esta lógica autoritaria, disfrazada de bien común, convierte la gobernabilidad en un mecanismo de obediencia. En nombre del orden, se destruye la deliberación. En nombre del progreso, se anula la crítica. Y en nombre de la unidad, se silencia la pluralidad (Zakaria, 2020).
El resultado es un estancamiento estructural: una democracia débil que reproduce pobreza y desigualdad, una institucionalidad que colapsa lentamente bajo el peso de la improvisación, y una clase política incapaz de conectar con las demandas de las nuevas generaciones. Callar ante esta fragilidad institucional es también debilitar la democracia. La mediocridad mata tanto como el autoritarismo, porque ambas destruyen la esperanza de transformación. La trampa del desarrollo no está en la falta de recursos, sino en la ausencia de visión.
Ecuador necesita un nuevo paradigma de gobernanza pública, uno que supere la lógica del poder concentrado y recupere el valor de lo colectivo. Transformar no es prometer, es construir capacidades políticas, institucionales y sociales para anticipar el futuro. Se requiere una democracia inteligente, que integre la participación ciudadana, la innovación tecnológica y la transparencia como pilares del desarrollo sostenible. La reconstrucción del Estado no es una tarea técnica, sino moral: implica devolverle sentido al servicio público, recuperar la dignidad de la política y proyectar al país hacia un horizonte común. Si el siglo XXI exige Estados inteligentes, el Ecuador no puede seguir gobernado por la nostalgia. Es tiempo de una política con propósito, porque el silencio ante la decadencia institucional es, en sí mismo, una forma de complicidad que nos condena a la trampa del desarrollo.
Referencias
- Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2023). Tyranny of the Minority: Why American Democracy Reached the Breaking Point. Crown.
- Mounk, Y. (2022). The Great Experiment: Why Diverse Democracies Fall Apart and How They Can Endure. Penguin Press.
- Norris, P. (2021). In Praise of Skeptic Citizens: Democratic Disenchantment and Political Accountability. Cambridge University Press.
- O’Donnell, G. (2020). Democracia, agencia y Estado: teoría con intención comparativa. Prometeo.
- Zakaria, F. (2020). Illiberal Democracy in the 21st Century. W.W. Norton & Company.