Gramsci definía la coyuntura como “un encuentro de temporalidades específicas que desembocan, en un acontecimiento”, justamente lo que esta semana ha sucedido en Ecuador, cuando distintos tiempos históricos han convergido en un evento significativo para la defensa de su democracia. Veamos por qué.

En 2010 se abrió en el país un ciclo de golpes políticos orientados a desmantelar al progresismo como gobierno, Estado y proyecto político en la sociedad. El primero, fue el intento de golpe de Estado contra el gobierno de Rafael Correa exactamente hace una década, un 30 de septiembre de ese año. Intento, porque fracasó la acción violenta y planificada de sectores represivos, apoyados por medios de comunicación corporativos, partidos e intelectuales, a fin de derrocar el proceso constituyente liderado por el gobierno. Golpe fallido gracias a la masiva movilización nacional popular y a una favorable correlación de fuerzas regional.

La derecha jamás se hizo cargo de su aventura dictatorial.  El negacionismo de los hechos fue sustentado en libelos cargados de vituperios y falsificaciones.  Así, de todo lo acontecido en múltiples escenarios locales, nacionales e internacionales aquel día, solo reconocería la sublevación policial circunscrita al escenario del Regimiento Quito, invisibilizando la diversidad de actores complotados en el malogrado derrocamiento, la masiva respuesta popular en defensa del gobierno y endilgando las causas de la crisis a la “irresponsabilidad” de Correa.  Ciertamente, el secuestro, tentativa de magnicidio e intento de golpe de Estado no existieron jamás. Fueron un “delirio” del “dictador”, “burdos montajes” y “escenas teatrales” para satisfacer su “ego” y “victimizarse”.  Semejantes tergiversaciones propias del irracionalismo, desenmascaran la degradación cognitiva de la derecha que ha reemplazado la verdad del conocimiento por su falsificación, constituyendo una “respuesta reaccionaria a los problemas planteados por la lucha de clases”, tal como Lucáks caracterizara el irracionalismo propio del fascismo europeo.   

Otra temporalidad que converge en el presente es el levantamiento indígena y popular del 2 de octubre de 2019 contra las medidas económicas del gobierno de Moreno, que conmemoramos hoy.  Ese acontecimiento histórico fue resultado del proceso de autogolpe ejecutado por dicho sujeto desde su posesión en 2017 y consumado con la consulta popular de 2018,  que le habilitó al desplazamiento ilegal e inconstitucional de las autoridades progresistas del Estado, reemplazándolas a dedo por cuadros pertenecientes a las mismas fuerzas involucradas en el intento de golpe de Estado del 2010, pero más orgánicamente articuladas en un pacto oligárquico antiprogresista con base popular.  Desde entonces el país vive una dictadura del capital, volcada a la restauración neoliberal y concentrada en exterminar a la oposición progresistas vía lawfare y persecución política. 

Pero cuando en octubre de 2019 el pueblo engañado sintió los graves efectos del retorno al neoliberalismo y se levantó en una protesta masiva que debilitó las bases populares del pacto oligárquico, cuerpos de hombres y mujeres humildes fueron blancos de la violencia represiva y mortal, extendiéndose en las sombras y en el más absoluto silencio, la judicialización y persecución hacia otros sectores populares. También en aquel momento resaltaron el irracionalismo del gobierno, la derecha y los medios corporativos expresado en el persistente negacionismo, invisibilización y tergiversación de los hechos históricos.

La tercera temporalidad corresponde al momento actual, en el que la defensa de la democracia protagonizada por los sectores progresistas frente a las amenazas de impedir su participación política, se articula con el intento de golpe de Estado de 2010 y el autogolpe de 2018, porque constituye una tentativa de golpe electoral orientado a prolongar el régimen dictatorial de Moreno en un nuevo gobierno, por una vía electoral simulada, comprometiendo a los mismos actores golpistas del pasado. En realidad, ese proceso estaba en curso desde 2018 con la reiterada negación del registro electoral al movimiento Revolución Ciudadana por parte del CNE, también aplicada hace pocas semanas al movimiento Fuerza Compromiso Social para prohibir su participación electoral. El progresismo pudo sortear esta nueva discriminación autoritaria gracias a una nueva alianza con el movimiento Centro Democrático.

Pero, la odisea no para.  En las últimas semanas se presentó otra amenaza: la no inscripción de las candidaturas Aráuz-Rabascall de cara a las presidenciales del 2021, reiterándose la voluntad de poder reaccionaria orientada a excluir al progresismo del proceso electoral. Otra vez, los actores implicados recurrieron a las falsificaciones propias del irracionalismo. En este caso, distorsionando las estipulaciones legales por parte de sus voceros que, en comparecencias públicas, confundían “aceptación personalísima” con “aceptación presencial”, como si fueran sinónimos, para fundamentar la “ilegalidad” de la candidatura vicepresidencial de Correa y promover la no aceptación del binomio con su reemplazo en la papeleta.

Por ahora, la correlación de fuerzas logró derrotar nuevamente la tentativa golpista en otro simbólico 30 de septiembre de 2020.  Sin embargo, la intención a todas luces dictatorial, nos muestra que, como en el pasado, el golpe de la derecha y el imperialismo se mantendrá como una función latente frente al avance del proyecto progresista y sus posibilidades de triunfo electoral.

Por Editor