Puede sonar un poco extraño, pero es en la Biblia en donde dice que hay palabras de vida y palabras de muerte. Y eso es precisamente lo que se pone sobre el tapete en tiempos como estos. Palabras de vida: cuando se dice la verdad, cuando se habla desde la razón, desde la sinceridad, cuando sabemos que el valor de las palabras es el aporte a la paz, a los límites, cuando se expresan los disensos defendiendo argumentos y no atacando personas. Y también está en la Biblia, en el Nuevo Testamento, la sentencia de Jesús que dice que “de la abundancia del corazón habla la boca.”.

Durante la década del gobierno del Presidente Correa, muchos colectivos autodenominados feministas y movimientos de mujeres se hicieron eco de ciertas expresiones del mandatario que, según quienes integraban estos grupos, eran ofensivas para la mujer. La primera escaramuza ocurrió cuando el Presidente llamó a una periodista “gordita horrorosa”. Lo tomaron como una ofensa machista… y nunca la olvidaron ni la olvidarán, para qué abundar sobre el asunto.

De igual manera, siempre estuvieron atentas (y no está mal) a la posición ultraconservadora del ex mandatario respecto de los derechos de salud y reproducción, obviamente para criticarla y censurarla, como correspondía. Y también ante ciertos ‘piropos’ de Rafael Correa respecto de señoritas con minifalda o más atractivas de lo usual, en donde la reacción femenina parecía expresar que la diferencia que existe entre un piropeador y un violador psicópata es mínima o inexistente. Pero bueno, así es la humanidad, o por lo menos una buena parte de ella.

Tal acuciosidad, sin embargo, ha sido solamente dirigida a Rafael Correa. Pues ahora último, cuando Abdalá Bucaram Ortiz se ha referido a las candidatas para el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social con términos que no merece la pena repetir aquí ni en ninguna parte, demostrando una vez más la segunda cita bíblica mencionada: de la abundancia del corazón habla la boca, pues al escuchar su discurso se puede pensar que, si esa es la abundancia de su corazón, el cardiólogo encargado podría terminar vomitando de tan solo acercarse a dos cuadras y media. Y sin embargo, los colectivos de mujeres, las mujeres por la democracia (o por lo que sea), los organismos no gubernamentales o sí encargados de preservar la integridad femenina no han dicho ni mu, hasta ahora. Incluso la Ministra del Interior, autoproclamada feminista en más de una ocasión, cambió de golpe su postura al afirmar que si el abogado Bucaram llamaba ‘perra’ a una mujer en el fragor de la lid partidista eso era parte del debate político, no hay nada de qué asustarse, con lo cual ella misma se ha expuesto a que… bueno, en el debate político cualquier exaltado le diga cualquier cosa, qué más.

Pero aún queda una cereza (bastante podrida por cierto) en este pastel de feminismo aleatorio y por conveniencia: en días pasados, la señora Norma Espinel, de 81 años de edad, madre de Jorge Glas, Vicepresidente Constitucional elegido por el pueblo del Ecuador, injustamente preso en la cárcel de Latacunga, fue a visitar a su hijo y los guardias de la cárcel, en un acto de clara intención vejatoria procedieron a ‘cachearla’ con toqueteos indecentes violentando la intimidad de su cuerpo, por decirlo de un modo amable. Es obvio que doña Norma no llevaría una sierra para cortar los barrotes dentro de un pan ni nada por el estilo. Se trata, como se ha dicho en un artículo anterior, de humillar, de vejar, de hacer sentir el peso de su maldad y de seguir propiciando el escarmiento donde más duele a quienes solamente quisieron crear un estado de bienestar y no un régimen de privilegios escamoteados a punte viveza criolla. Añadir más escarnio a la humillación de un hijo vejando a la madre, así de baja es la ralea de quienes pretenden gobernarnos.

Pero aquí también sorprende que los colectivos feministas se hagan de la vista gorda, miren a otro lado y, si algo se les dice, respondan con el recuerdo de las palabras ‘gordita horrorosa’ como toda excusa, cada vez más deleznable ante acciones que colindan con el horror de las dictaduras conosureñas de los años setenta.

Existe un dicho popular que reza: comunistas hasta que se enriquecen, feministas hasta que se casan, ateos hasta que se cae el avión… y nos atreveríamos a replicar: feministas mientras sea contra Rafael Correa. No importa lo que la espuria e inmoral clase política del Ecuador les haga a las mujeres, eso no es asunto de ellas. Miran para otro lado, porque nada es auténtico, y en cierto feminismo, como en la más aberrante politiquería, no existen convicciones: tan solo intereses.

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