La Semana Santa termina con el Domingo de Resurrección. Pero parece que se acabó con el viernes santo, con procesiones multitudinarias en ciertos lugares. “Hemos separado el fin de semana para ir a la playa”. Con esta opción, la Semana santa termina en un fracaso: el asesinato de un líder venido en nombre de Dios, y éste, ¡incapaz de salvarlo de la muerte! “Si Cristo no ha resucitado, ¡vana es nuestra fe!”, escribía san Pablo. Cada uno lo irá pensando… porque la resurrección es el triunfo de la vida sobre la muerte, de la solidaridad de Padre Dios con su Hijo Jesús, de la verdad sobre la mentira. Con la entrega de Julián Assange a la policía británica, se busca destruir su lucha por la verdad, por su derecho a expresarse y nuestro derecho a saber las realidades vergonzosas de los ‘secretos de Estado’. Por eso la Semana santa terminó con este amargo sabor: el fracaso de la defensa de la solidaridad gubernamental y la soberanía nacional, el fracaso de varios derechos nuestros.

EL TRIUNFO DE LAS LUCHAS POR LA VIDA

Terminó la Semana santa. ¿Olvidaremos su mensaje principal? El triunfo de la lucha por la vida y la fraternidad. Esa fue la misión que Jesús de Nazaret llevó hasta el extremo en sólo 3 años de dedicación a tiempo completo. Todo el cosmos es expresión de vida amorosa que no deja de desplegarse porque la creación sigue en marcha: lo vemos ahora con las fotos de los satélites que recorren el espacio. Acabo de escuchar en redes sociales una señora de 92 años que dice: “Se ha dejado de luchar, por eso estamos en lo que estamos… Nada tenemos heredado para siempre… Se tiene lo que se defiende”. Algo parecido dice Bertolt Brecht: “No debes tener lo que no estás dispuesto a defender”. ¿Nos sorprenden estas dos personas? Jesús decía lo mismo: “Sólo los valientes entran en el Reino de Dios”, es decir, sólo los valientes tienen vida plena y llena de fraternidad y alegría porque luchan por ellas. El infierno es para los cobardes, los individualistas y los indiferentes.

Estamos salvados cuando entramos en esta lucha por la vida y la fraternidad. Si no vivimos para eso, estamos perdidos y bien perdidos. Y eso vale para cristianos y ateos. Se pierden los que trabajan por tener más y más dinero; se pierden los corruptos; se pierden los sinvergüenzas que hacen leyes por su interés personal o gremial; se pierden los jueces que tuercen las leyes para condenar al inocente; se pierden los que mienten descaradamente con la complicidad de los medios de comunicación; se pierden los ladrones de corbatas… Eso es el infierno… que nos hacen padecer.

También se pierden los indiferentes a la maldad, los pasivos frente a las injusticias, los conformes con la desigualdad social, los que aplauden a los malvados, los que se suben a la camioneta de los corruptos, los quejosos que nunca mueven ni el dedito, los que se valen del desconocimiento de los demás, los envidiosos incapaces de luchar por su dignidad… Eso es el infierno.

Jesús de Nazaret vino por hace acontecer el Reino de Dios: eso fue su misión. Por su vida y su muerte hizo reinar a Dios en este mundo y Dios reina cuando hay vida, amor, justicia, armonía con la naturaleza, comunión el Misterio del universo. Desde el emperador Constantino, y hasta antes, se creyó que la religión con su clero, sus leyes, sus cultos, sus lugares santos, sus libros sagrados… eran la manera de hacer presente el Reino de Dios. Y vemos ahora el resultado: pedofilia e iglesias que se van vaciando. Hay que volver a los orígenes de las religiones y del cristianismo tal como lo vivieron Jesús y las primeras comunidades cristianas. “El Reino es lo único absoluto” dijo el papa Pablo 6° en 1975, repitiendo la frase de Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios; el resto vendrá por añadidura”. ¡A salir de dónde nos hemos extraviado! Entonces la moral y la obsesión de la sexualidad pasarán segundo lugar, es decir, al servicio del Reino: todo debe estar al servicio del Reino.

Están desapareciendo las religiones pero no desaparecerán los que luchan por la vida y por la fraternidad. También muchos luchan y lucharán para que sigan vivas las ruinas religiosas, cultivando sus cementerios como paraísos perdidos… y cuántos más los irán siguiendo en su ceguera, complicidad y egoísmo.

La Semana santa nos despierta a la realidad, pero preferimos la cobardía de los apóstoles, la traición de Pedro y la soberbia de Poncio Pilato: ‘¿Qué es la verdad?’, sin querer escuchar la respuesta de Jesús: “He venido por la verdad”. La verdad de Jesús fue hacerse hombre pobre con los pobres, profeta itinerante, Mesías del Reino, dedicándose a construir el Reino con los pobres y desde ellos, hasta las últimas consecuencias. Esa fue la lucha de Jesús: por la vida y la fraternidad. Por eso lo asesinaron como vil delincuente que ‘alborotaba a las gentes’, desestabilizaba los poderes: el religioso de los judíos y el militar de los romanos. Hoy, ¿dónde nos ubicamos?, ¿con quienes nos identificamos?, ¿a quiénes defendemos consciente e inconscientemente? También hay que decir ¡cuántos siguen hoy el camino de Jesús y son perseguidos y asesinados como él!

Despertemos, levantémonos, luchemos tal como nos invitó Ricardo Patiño el año pasado a ‘luchar combativa, pacífica y colectivamente’, tal como consta en la Constitución y el Evangelio: “¡Sólo los valientes conquistan el Reino de Dios!”. Eso es ‘resurrección’, o sea, triunfo de las luchas por la vida y la fraternidad.

ASSANGE: ¡TODOS SOMOS CÓMPLICES!

El 11 de abril de 2019 aconteció un hecho mundialmente calificado de escandaloso: Por pedido del gobierno de Estados Unidos el gobierno ecuatoriano entregó al periodista Julián Assange, asilado en la embajada ecuatoriana en Londres, a la policía británica. Antes de esta expulsión, se le había quitado la nacionalidad ecuatoriana. Por todas partes se critica las dos medidas, aduciendo que no se ha respetado el derecho de asilo ni el deber de hospitalidad ni el derecho al libre conocimiento y al acceso a la información.

¿Cómo se ha llegado a tal aberración? Aparecen como motivos la presión del gobierno de Estados Unidos, las acusaciones al presidente ecuatoriano de dinero y paraísos fiscales: se lo veía venir desde meses. Pero eso ha sido posible porque, como ecuatorianos, no hemos impedido que se abstenga de tal atropello. Sabemos que todo gobierno hace lo que le permitimos hacer nosotros los ciudadanos. Nos faltó organización, decisión y valentía. ¡Qué triste imagen estamos dando al mundo entero! Somos el único país del planeta a haber hecho tal crimen contra los derechos humanos. ¡Qué vergüenza la nuestra porque es un hecho sobresaliente que pasará a la historia!

Claro la responsabilidad primera es la del gobierno ecuatoriano que tomó la decisión en un acto de servilismo al gobierno de Estados Unidos. No vaciló en montar todo un show con el ministro de relaciones exteriores, la ministra del interior, la Asamblea nacional, los medios de comunicación comerciales para justificar dicha decisión: Están montando una cortina de huma para desviar nuestra atención en cosas secundarias.

Julián Assange es un periodista profesional australiano que utiliza medios sofisticados de investigación para entrar en las plataformas de informaciones que los gobiernos mantienen en secreto para que no se conozca sus asesinatos y destrucciones militares que atropellan los derechos humanos, los de los pueblos y de la misma naturaleza. Por eso con un grupo periodístico fundó en 2006 la Agencia de Información Internacional ‘WikiLeaks’. Más que publicar informaciones, las entregan a los grandes medios de comunicación internacionales que la difunden. Además reciben de otros periodistas informaciones llamadas ‘secretas’. ¿Por qué no se enjuicia los medios de comunicación que publican dichas informaciones? ¿Son menos culpables que Julián Assange?

Sin estos periodistas, no hubiéramos podido saber informaciones veraces que estamos en derecho de conocer. Por ejemplo, se conoció los archivos de Guantánamo y sus políticas de detenciones arbitrarias y torturas, los ataques aéreos directamente contra civiles en Irak, el diario de la guerra de Afganistán y sus horribles masacres, los documentos de la diplomacia estadounidense para someter gobiernos y países enteros, el espionaje a los presidentes de Europa, de Israel, de Italia, a Ban Ki-Moon de la ONU, los emails de Hillary Clinton en la ‘guerra sucia’ de las últimos elecciones presidenciales en Estados Unidos… Por estas informaciones, el gobierno de Estados Unidos tuvo que modificar sus prácticas más mortíferas. ¿No será más que necesario un periodismo de esta dimensión, de esta calidad y valentía? Por este motivo, Julián Assange fue proclamado ganador, entre otros, del “Premio Amnistía Internacional” por la defensa de los Derechos Humanos.

¿Qué va a pasar con “¡Quito, luz de América!?” después de tal defenestración de Assange? ¿Quién ahora va a pedir asilo al gobierno del Ecuador? ¿Cuál periodista de renombre internacional va a sentirse seguro en países como Ecuador y los de la Alianza del Pacífico -Chile, Perú, Colombia, México- cuyo servilismo con Estados Unidos es más que vergonzoso? ¿Será cierto que el gobierno de Estados Unidos aseguró al presidente Moreno que Assange no sería condenado a muerte ni maltratado, ya que no se presenta ningún documento escrito y firmado? Y la ‘Carta de intención’ firmada con el FMI, ¿por qué no se la da a conocer?

Todo esto pasa porque estamos dormidos, desorganizados, indiferentes, individualistas, oportunistas, corruptos, consumistas… y nos decimos cristianos y país católico… Nadie tendría que decirnos: ¡A manifestar nuestra disconformidad! ¡A hacer respetar nuestros derechos! ¡A vivir con dignidad! ¿Cómo nos vamos a quitar de encima esta mancha, para volver a ser reconocido como país digno, solidario, valiente? ¿Cuándo vamos a emprender una formación cívica y política para dejar de ser presas de las mentiras de los medios de comunicación y borregos tras autoridades que nos engañan tan fácilmente? A ver cómo van a reaccionar los periodistas digitales para no terminar ahogados por un sistema dictatorial de control informático: ya temen persecuciones. ¿Cómo vamos a sumar solidaridad?

En la Biblia, se nos dice que Dios destruyó a Sodoma: No fue tanto por homosexualidad, tal como se nos metió en la cabeza, sino por faltar a la hospitalidad, tradición sagrada del Pueblo de Moisés y de los Pueblos del desierto. Hoy, nosotros mismos preparamos nuestra propia autodestrucción. Si seguimos así, ha muerto nuestra tradicional hospitalidad y nuestra dignidad: ¡lo peor no ha terminado de venir!

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