La noticia es escueta, y ya ni siquiera las encuestadoras más afines al régimen la pueden disimular: la credibilidad de Moreno y su gobierno es inferior al 10% de los encuestados. Incluso afirman que es inferior al 5%. Si bien el pueblo se encuentra en una actitud entre apática y atemorizada, esas cifras asustan a cualquiera. Y ese es el problema, porque en las siguientes elecciones es obvio que casi nadie afín al régimen, o sospechoso de serlo, podrá tener la menor esperanza de hacerse con el poder.
Para colmo, las mismas encuestadoras muestran como favorito en la intención de voto al expresidente Rafael Correa, y al alza. Entonces la desesperación cunde en los medios que se juraron y rejuraron no permitir que volviera a gobernar el país que ha vuelto a ser su feudo, después de diez años de exitoso intento de lo que fuera un gobierno para la gente, con los bemoles propios de la política latinoamericana, claro está, maximizados a un ‘nivel Dios’ por los habituales detractores: otros políticos que nunca hicieron nada o lo hicieron todo mal cuando tuvieron la oportunidad, medios de comunicación obsecuentes, y las ‘élites’ a quienes sirven.
Sin embargo, estos grupos suelen ser recursivos, y ante la amenaza comienzan a urdir planes a cual más creativo y pintoresco. Solo que tal vez la desesperación les está haciendo perder el sentido de la proporción. Por ejemplo, el presentador de televisión Carlos Vera, asiduo tuitero, afirma en uno de sus trinos que Jaime Nebot, el exalcalde de Guayaquil (algunos piensan que el ‘ex’ sobra), no es de derecha. Sí. Así, como lo leen, con todas sus letras. Para hablar en serrano, algunitos nos acabamos de enterar que Nebot ‘no ha sabido ser’ de derecha. Hace rato que no es, dice Vera. Y no sabemos el tamaño del rato, ni del ‘hace’, porque parece ser que no lo es desde que la gente comenzó a manifestar su rechazo por ese lado del espectro socio-político.
Un tiempo, cuando Rafael Correa todavía gobernaba, a Nebot le dio por citar, por ejemplo, a Eduardo Galeano, aunque en los discursos no se comprendía muy bien para qué lo hacía. Y cuando le ha convenido ha manifestado, en público, una posición moderadamente crítica al gobierno de Moreno. Pero a veces le traiciona el inconsciente profundo, y entonces no tiene empacho en ordenarle a su emplea… perdón, ‘sucesora’, que cierre con volquetas el puente de la Unidad Nacional o manifestar en voz alta su deseo de que “los indios se queden en el páramo”. Pero esos son deslices explicables. Él en realidad es de izquierda. Ya mismo lo veremos con boina y fumando habano cubano, no lo duden, aunque vuelva a mandar al páramo a los indígenas, eso no cuenta.
Algunos voceros del actual régimen, entre ellos el ‘consejero’ (ahora en una suerte de clandestinidad, pero que sigue ‘aconsejando’) dicen que un buen presidenciable sería el vicepresidente de Moreno, Otto Sonnenholzner. Posiblemente estén envalentonados porque creen que así como llegó a vicepresidente de la república con menos de cien votos, esa experiencia se podría trasladar a las elecciones generales (es más, ya deben estar pensando en cómo hacerlo, no hay que descuidarse). Incluso hablan de una encuesta en donde supuestamente tendría el 60% de la intención de voto. Claro que no se sabe qué encuesta mismo es, ni con qué muestra, ni nada en relación con el tema.
Otro intento de mantener las cosas en su lado del espectro político ha sido la contratación de un circo ruso por la módica suma de dos millones cuatrocientos mil dólares. Para ‘sensibilizar a los pobres’ del sur de Quito, dice Iván Granda, ‘marido para efectos prácticos’ de la ministra Romo. Exhibe además los costos de las ‘sabatinas’ en donde, según él, solo se hablaban ‘payasadas’. Tal vez para recordarlas fue que trajeron un circo, y para ver si ganan votos con el viejo método romano de “pan y circo”. Ahora claro, el pan ya se lo quitaron ellos mismos de la boca a las familias de decenas de miles de funcionarios públicos que fueron removidos de sus trabajos en los últimos tres años; así que mejor le dejamos solo en circo.
Sorprende la ingenuidad de los argumentos con los que lo único que demuestran es que siguen considerando que el Ecuador es un país de imbéciles que se tragan sin agua ni vino cualquier rueda de molino. Pero cuidado: se están comenzando a desesperar, y la gente desesperada es capaz de cualquier cosa, como acudir al lado oscuro de la fuerza para que les ayude a controlar la supuesta subversión, como reventar ojos a disparos de bombas lacrimógenas (tal vez en su ingenuidad manifiesta piensan que, como son ‘lacrimógenas’, así es como se las debe usar), como la de pretender comprar el silencio de las víctimas, sacarse de la manga inestabilidades que impidan el proceso electoral… o quién sabe qué más. Y es ahí donde al pueblo le corresponde frenar esa desesperación. Cuidar sus elecciones. Cuidar sus votos. Cuidar y curar un país ahora devastado por la estulticia y la ambición enfermiza de unos cuantos, para que no continúe rodando por una pendiente que jamás pudimos llegar a imaginar antes de la psicopática traición que nos trajo a este nivel de miserias humanas y políticas
Fuente: La palabra abierta