La entrevista ocurrió en el programa “A primera hora” de Radio Majestad y, en mucho, determinó el destino de Alexis Moncayo, uno de los ‘contertulios’, y del mismo programa. El entrevistado era el Secretario Particular del Presidente de la República, quien accedió al programa disparando a quemarropa una de las peores acusaciones que ha inventado este régimen, y la profería con la frecuencia y acuciosidad de un celador que anuncia la entrada de un desconocido a la casa que cuida: “¡Sus amigos son correístas! ¡usted es correísta! ¡sus tuits son correístas! Correístas… correístas… correístas…”
De esta manera, en la memoria de los oyentes y seguidores de la entrevista lo que más se grabó no fue la respuesta ponderada a ninguna pregunta, sino la rabia con que el funcionario pronunciaba las palabras “correísta, correístas”, como una muletilla o un mantra negativo para estigmatizar a sus entrevistadores, a uno en particular, acusándolos de algo que, bien mirado, no es ni un delito, ni un pecado, ni siquiera un defecto: ser simpatizante del gobierno de la Revolución Ciudadana representado en Rafael Correa.
Unos meses atrás, al ser entrevistado sobre el mal uso del helicóptero policial para ir a un viaje de vacaciones en el club Casablanca, el entonces Secretario Anticorrupción y actual Ministro de Inclusión Social, Iván Granda, salió al paso de la pregunta principal con un airado:
-¡Porque no tenemos plataf, nosotros no somos Correa!
De manera similar, ante las críticas por la onerosa contratación de un circo para ‘sensibilizar’ a ciertos sectores de la población mientras la economía general del país comienza a agonizar, el mismo Granda, con tono ofendido (creo que es su tono habitual) recordó el costo de los enlaces ciudadanos sabatinos de Rafael Correa, arguyendo, además, que estaban llenos de “payasadas”.
Pero no son los únicos. Si se mira y escucha una entrevista, por ejemplo, al abogado Ramiro García, sobrio o en cruda, de seguro que el término ‘Correa’ y otros afines más o menos despectivos (‘correísmo’, o el displicente ‘correato’) ocupan de largo un cincuenta por ciento del conteo total de palabras de sus alocuciones, dure la entrevista lo que dure.
Y hay más. Los perio-tuiteros del Ecuador viven hablando de Correa. Silvia Buendía, comunicadora feminista a la que ya no le quedó más remedio que emitir un trino frente a la última ‘perla’ de Moreno, no pudo hacerlo mejor que recordando los ‘comentarios misóginos y machistas’… ¿adivinen de quién? ¡De Correa!
Es obvio que la estrategia acordada quién sabe cuándo y dónde consistía en desprestigiar a Rafael Correa a coro, y por lo que fuera; pero, igual que en otros aspectos del hacer nacional… ¿no se dan cuenta de que tal vez no era por ahí? Cuando el Secretario Juan Sebastián Roldán se pone nervioso, comienza a elevar el tono de su voz, y, proceda o no, sus neuronas se conectan solamente para producir el nombre de Rafael Correa y afines. Peor si son preguntas sobre las ‘obras’ del gobierno de Moreno o sobre sus incontables desaciertos. Y entonces no queda más remedio que preguntarse: ¿En qué términos le tocaría responder si no tuviera ese ‘san benito’? ¿Debería tal vez acudir a cifras, a datos, a argumentos válidos para explicar tanto desaguisado? Y… ¿habrá?
Igual el ‘paupérrimo’ funcionario que utiliza bienes públicos para irse de vacaciones por falta de fondos mientras funge de secretario Anticorrupción. Tal cual un niño pequeño, cuando se ve cogido en falta acude a la acusación automática e infantil: “no tengo plata como Correa”, o “las sabatinas de Correa eran peores que el circo que contratamos”. No se sabe si lo hace por mandato superior, por tic o de los puros nervios, pero lo único que logra es quedar en un ridículo difícilmente alcanzable por cualquier ser humano normal en una sola vida. ¿No sería mejor que reconozca en el primer caso que abusó de los bienes del país? Y en el segundo… bueno, lo que haya que reconocer.