En estos días de encierro global, ante la incertidumbre, el miedo y los
malos presagios de agoreros virtuales y otros no tanto, algunos músicos
han dado sus recitales en vivo por las redes sociales.
Lo han
tenido que hacer solos, sin sus equipos de producción, sin la
parafernalia mediática de otras ocasiones, y sobre todo sin cobrar un
centavo de entrada (y sin llorar una lágrima por ello).
Podríamos pensar que, si las intenciones
de alguien o algo en la sombra eran las de aislarnos, tal vez esa parte
no les está saliendo muy bien. Y no solo por las redes sociales, que se
les han ido de las manos a los grandes poderes que las crearon, sino
porque hay quien sale a cantar a una ventana, y lo hace con la voz
suficientemente alta como para deslumbrar a su barrio, a su sector.
Hay un mensaje muy conmovedor detrás de todo esto: no estamos solos. Y
no lo vamos a estar. La enfermedad y sus malos presagios nos han
quitado, por el momento, los abrazos, la cercanía, el contacto físico
que es tan cálido e importante. Pero nos ha dejado la capacidad de
expresar calidez y apoyo por otros medios. Y de entre esos medios, la
música es el más hermoso y uno de los más potentes.
Ya me referí
en noches pasadas al maravilloso recital en vivo del gran Pedro Aznar,
con su mensaje a la consciencia planetaria y humanista. Y luego, de los
que he visto, Pedro Guerra, y en nuestro ámbito local, Fabián Jarrín,
María Tejada y Roberto Navarrete. Todos con una sencillez tan grande
como su calidad. Y lo que es más importante: dando lo que pueden y
haciendo su más grande trabajo con los recursos disponibles.
No
vamos a decir que vivimos días felices. Estamos atemorizados por la
incertidumbre, pero también indignados por la voraz estulticia de la
clase política y por la soprprendente capacidad manipulativa y mendaz de
los grandes medios de comunicación.
Pero en medio de eso, los
músicos, parte de esas sensibles y maravillosas antenas de la especie
que son quienes hacen arte, nos demuestran que en medio de la adversidad
también hay quien, pensando no solo en la necesaria ganancia inmediata,
nos regala un poco de la luz de su alma para pasar el trance.
Y eso es algo de mucho agradecer.