La popularidad y la credibilidad por los suelos. Una catarata de mentiras cada semana. Ministros con las cifras cambiadas y tergiversadas. Cambios en el gabinete en plena catástrofe sanitaria. Acuerdos y pagos de la deuda externa sin transparencia. Y así… Un collar de errores y traspiés que solo definen una realidad: NO TENEMOS PRESIDENTE.
Y como esa realidad se agudiza a diario, ¿la única razón para que Lenín Moreno se mantenga en el sillón de Carondelet es el soporte de periodistas como Carlos Vera, Janeth Hinostroza, Tania Tinoco, los de La Pauta y medios como El Comercio, El Universo y esas emisoras que tienen a los hijos de los dueños en alguna embajada o consulado?
No, con eso no basta. Hay un entramado político, financiero, empresarial, militar, diplomático y regional. Esos periodistas y medios solo son la caja de resonancia de lo que dicen los banqueros y empresarios que los miman con sus migajas o favores, que los desnudan en su condición más morbosa.
El comportamiento del vicepresidente Otto Sonnenholzner, el modo en que sus ministros han sido desplazados, las filtraciones de supuestos audios (seguramente armados desde esos aparatos oscuros de “inteligencia”) y la variedad de mensajes que lanza con sus gestos y silencios, dan más luces para pensar que no hay gobierno, no hay autoridad, no existe un gramo de conducción.
Lo que faltaba ocurrió el domingo 26 de abril: en medio de una crisis sanitaria nacional, Moreno “cedió” a los gobiernos locales la administración de la pandemia. Claro, lo debió hacer desde el principio si la sensatez primara en sus decisiones (pero él no toma ninguna, solo pone la cara). Prefecturas y alcaldías reclamaron desde el inicio una acción conjunta, coordinada, articulada y con recursos para enfrentar los peores pronósticos. Pero más pudo la soberbia de Juan Sebastián Roldán y María Paula Romo (los verdaderos conductores del gabinete) y con ello se definió el devenir de la catástrofe, con el costo en vidas, infectados y el desastre general que implica para la nación.
Al principio, el pedido de Rafael Correa -de que Moreno renuncie – se miró con suspicacia. Conforme aumentan los muertos y los infectados, ya son muchos los actores políticos (desde la Conaie, el PSC en silencio, ciertos empresarios y alguno que otro periodista sensato) que secundan la propuesta del expresidente sin mencionarlo.
Ni siquiera los aliados que apoyaron el “7 Veces Sí” ahora miran hacia Carondelet como la referencia de sus aspiraciones. Alberto Acosta, Enrique Ayala Mora, los jueces de la Corte Constitucional, MPD, FUT, algunos miembros de Alianza PAIS y un sinnúmero de empleados públicos ya no pueden justificar cómo confluyeron para desinstitucionalizar el Ecuador bajo el mando del nefasto Julio César Trujillo. ¿Ingenuos? No, incapaces de entender la realidad por fuera de su ceguera y deseo de revancha.
Hoy se hace urgente la salida de Moreno de Carondelet por sanidad púbica, por seguridad jurídica y por responsabilidad histórica. Ya no gobierna ni tiene un solo atributo que favorezca la unidad nacional para salir de esta pandemia con un sentido de soberanía y atender la crisis económica más grave de toda la historia del país.