Por Xavier Flores
Yo soy un ateo que cree como en un evangelio en las primeras líneas de la autobiografía de Vladimir Nabokov: ‘… el sentido común nos dice que nuestra existencia no es sino una breve explosión de luz entre dos eternidades de oscuridad’*
Y la vida de Diego Armando Maradona fue una explosión de luz, pero como ninguna otra luz: Maradona brilló como una supernova. El brillo esplendoroso de su luz emocionó y nos hizo felices a millones y millones de personas. En el que es el deporte más popular del mundo, Maradona brilló tanto y de forma única, porque él encarnó la épica en esa patriada del ‘86 de hacer a la Argentina campeona del mundo.
Se necesita de contexto para entender esto: una tarde en Ciudad de México, un hombre humilde, un reino poderoso; un país sudamericano pobre, un país europeo rico; una relación asimétrica de siempre, con el rico humillando al pobre, tanto en la economía como en la guerra. En la economía, siempre que pudo y podía siempre; en la guerra, en 1982, apenas cuatro años antes de esa tarde de junio en Ciudad de México. Y un dato no menor: esos poderosos habían inventado este deporte.
Sin este contexto, no se entiende esa tarde del 22 de junio de 1986. No es el mejor gol contra Marruecos o Canadá (ambos equipos participaron el ‘86) y no es un gol en un torneo menor, o en un deporte olvidable. Ese 22, en los cuartos de final de un mundial de fútbol, ese hombre humilde burló a los inventores del deporte dos veces: la primera con una picardía que burló sus reglas**, la segunda con una genialidad de 10.6 segundos que burló a toda su defensa, que mostró al mundo que el fútbol es magia y fuego, y que constituye la gran gesta épica de los tiempos modernos. Y lo es, porque con esos 44 pasos hasta dejar la pelota en la red, Maradona cumplió una revancha histórica y un triunfo simbólico: lavó el honor de su país pintándole la cara a los piratas en su propio juego, con picardía y genialidad, dueño de la pelota y la belleza. En esos días del ‘86, Maradona brilló como una supernova. Y sacó a su Argentina campeona del mundo, en una gesta épica que ya la hubiera querido narrar el ciego Homero.
Con ese héroe del ‘86, con el tipo que pudo comprometer a los otros a acometer una patriada, con aquel que nos regaló a millones momentos de una gran felicidad, con el que supo estar del lado de los más vulnerables y que fue David pudiendo ser Goliat… Con ese recuerdo feliz de Maradona me quedo yo. Con aquel que fue luz, mucha luz.
* La cita original es: ‘… and common sense tell us, that our existence is but a brief crack of light between two eternities of darkness’ (Speak, Memory).
** No tienes opción a quejarte, piratita, o eres Terry Butcher.
Tomado del blog de Xavier Flores