Por Juan Fernando Terán
En el debate presidencial realizado el 22 de marzo, el candidato de la Unión por la Esperanza Andrés Arauz mencionó su intención de crear 20,000 puestos de trabajo para que la educación inicial comience desde los dos años. Esta propuesta merece ser contextualizada, entendida y comunicada.
1-. Aprender de la experiencia. El gobierno de Rafael Correa (2007-2017) impulsó un proyecto de modernización que en el sector educativo se expresó en objetivos ambiciosos que pretendían vincular aceleradamente el crecimiento económico con la producción científica y tecnológica.
A consecuencia de esta pretensión, sin embargo, el circulo virtuoso entre educación y economía comenzó a construirse “desde arriba”, es decir, privilegiando las transformaciones en la educación universitaria, sus instituciones y sus actores. Los altos precios del petróleo contribuyeron a acentuar ese sesgo conforme parecían sugerir que todo era posible… y posible en un lapso muy breve.
Pero, a juzgar por la experiencia de otros países, las grandes transformaciones educativas comienzan “desde abajo.” Y esto debe recalcarse… aunque no suene tan espectacular como descubrir una nueva especie de anfibio o secuenciar el genoma de un virus.
2-. La inteligencia se despierta en la niñez. En los informes sobre “los mejores sistemas educativos del mundo”, se puede apreciar que los países que alcanzaron altos niveles de crecimiento en tiempos relativamente cortos fueron aquellos países cuyos gobernantes emprendieron políticas sostenidas para elevar los niveles educativos de su población.
Entre aquellos se encuentran Finlandia, Dinamarca, Corea del Sur, Japón y otros países asiáticos. A pesar de tener distintos sistemas políticos, estas naciones comparten un elemento común: convirtieron a la educación inicial y a la educación básica en los peldaños sobre los cuales se basaría el nexo entre tecnología, ciencia y producción.
Las razones para esa decisión fueron diferentes. En el caso de Japón, por ejemplo, los gobiernos comprendieron que la reconstrucción de una economía destruida por la guerra tenía como fortaleza a trabajadores comprometidos y motivados pero con altos niveles de analfabetismo. Por ello, aquel país delineó una senda de transformaciones educativas que construyeron el futuro anhelado pero elevando paulatinamente el promedio de destrezas y capacidades de su población.
Además de ser eficiente en términos económicos, esas transformaciones graduales están sustentadas en los factores sociológicos, psicológicos y fisiológicos que inciden en el aprendizaje humano. En los cinco primeros años de vida se define el futuro de una persona en múltiples sentidos. Por ello, las políticas enfocadas en el bienestar de la niñez no representan un gasto improductivo sino elementos para potenciar “la productividad total de factores”.
3.- Las sociedades deberían enorgullecerse de sus educadores. Los niños, las niñas y sus educadores pueden construir aquello que después los economistas llamarán “milagros económicos”. Para que eso suceda, sin embargo, se requieren transformaciones culturales e institucionales dirigidas a dignificar la labor del docente.
Como puede apreciarse notoriamente en los países nórdicos, el profesor no es alguien que no tuvo otras opciones laborales en su vida sino una persona cuya opción de vida fue seguir su vocación docente. Cuando esta lógica se convierte en una convicción colectiva, se logran sociedades donde los salarios de los profesores de educación inicial y básica pueden llegar a ser iguales o superiores a los salarios de un docente universitario. Lo mismo sucede con el respeto que los ciudadanos confieren a las labores y destrezas de esos profesores.
Por ello, en aquellos países que los latinoamericanos miramos con envidia porque viven en “sociedades del conocimiento”, los procesos de formación profesional y los exámenes de habilitación para parvularios y parvularias son muy exigentes porque estos docentes iniciales son quienes forjan los científicos, ingenieros, técnicos o médicos del mañana. Y los forman con metodologías lúdicas gracias a las cuales los conceptos más abstractos de las matemáticas o la ecología devienen en evidencias interiorizadas desde pequeña edad.
Aunque suene una perogrullada decirlo, los científicos de Nokia comenzaron jugando con figuras topológicas en escuelas finlandesas que parecen parques de diversión. Jugando ellos comenzaron a entender lo que significa un sistema complejo en la sociedad o la naturaleza.
4.- La educación parvularia debería articularse a la protección social. Ubicar la educación inicial desde una perspectiva más amplia es apreciarla también en función de otras necesidades no directamente productivas que Ecuador debe satisfacer con urgencia.
¿Cuántas parvularias y parvularios necesita nuestro país? Eso es algo que un gobierno responsable deberá definir en función de los recursos financieros que realmente pueda comprometer para mantener una política coherente a través del tiempo. También aquello es algo que se deberá definir en correspondencia con opciones sustantivas relacionadas con la vigencia de derechos.
En Ecuador, esas 20.000 parvularias pueden y deben ser articuladas a una red de protección social a través de la cual el Estado pueda alcanzar también otras metas relacionadas con la disminución a la pobreza y la desnutrición, el combate al racismo y a la discriminación, la promoción de formas de vida sustentables y el fortalecimiento de una cultura democrática.
Vista desde esta perspectiva, la discusión medular no radica en el número de docentes de formación inicial requeridos en un momento determinado. Tampoco la cantidad de plazas de trabajo aparecerá exagerada. En un país donde las oligarquías siguen maltratando a la población, lo importante es y será la voluntad de un gobierno para apreciar a los profesores como aliados permanentes e imprescindibles en un proceso de transformación económica, política y cultural a largo plazo.
Ningún proyecto modernizador tendrá éxito sin entenderlo. Ningún gobierno podrá transformar al país sin apoyarse en sus maestros. Y por eso aplaudo lo dicho por Andrés Arauz. Sus palabras mantienen la esperanza y presagian el cambio.