Por Juan Fernando Terán
En el “Ecuador del encuentro”, nos encontramos insatisfechos. Hasta la derecha lo está. En un artículo intitulado “Previsión Decepcionante”, Walter Spurrier le pide tácitamente a Guillermo Lasso que sea más contundente y expedito en la aplicación del ajuste a través del mercado. Entre otras cosas, se queja de que el gasto público seguirá siendo muy alto en los próximos tres años… Y exige una mayor reducción del tamaño del Estado. Solo así se logrará más inversión pública.
Este discurso, lamentablemente, no es nuevo… Y eso evidencia que estamos en el limbo, un lugar que simboliza una situación transitoria potencialmente interminable. Apreciada en términos económicos, esta condición podría describirse apelando a la llamada “trampa del ingreso medio”, un termino utilizado por las instituciones multilaterales para referirse a aquellos países que superaron la pobreza extrema, tuvieron buenas tasas de crecimiento, modernizaron sus estructuras políticas… pero… no pudieron avanzar más. Su PIB per cápita se estancó y podría incluso disminuir.
En estricto sentido, esa descripción no se aplica al Ecuador… Lenin Moreno destruyó cualquier posibilidad de aplicarla. No obstante, utilicémosla como motivo para reflexionar sobre lo se debería hacer para evitar estancarnos en situaciones económicas desesperanzadoras. Para comenzar, partamos de un escenario conservador y supongamos que las elites económicas y políticas no implementarán políticas para mejorar directa, inmediata y sostenidamente la asignación de la riqueza social a través del mercado (distribución primaria) o del Estado (distribución secundaria). Supongamos también que esas elites optarán hacer, pensar y decir lo mismo de siempre.
Aparentemente, incluso en este escenario tan restrictivo, algo se podría hacer para evitar que Ecuador siga viviendo de la nostalgia de las buenas épocas pasadas. Por ejemplo, recordando los diagnósticos convencionales sobre las razones para “la trampa del ingreso medio”, Lasso podría diversificar el destino de las exportaciones. Esa es una salida… pero… esa salida no es equivalente a fomentar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos u otros socios comerciales preexistentes.
La diversificación del destino de nuestras exportaciones presupone una visión geoeconómica y geopolítica multipolar que requeriría modificar la diplomacia ecuatoriana y promover procesos de integración subregionales. Esto, sin embargo, la derecha ecuatoriana no está dispuesta a contemplar ni implementar. Y no lo está porque, ante la ausencia de procesos de crecimiento inclusivos que le proporcionen apoyos permanentes de los ciudadanos, la derecha construye su hegemonía con discursos caricaturescos en los cuales los malos, los sospechosos, los peligrosos o los perversos son, precisamente, aquellos países cuya demanda podría darle varios respiros a la economía ecuatoriana. Nuestra derecha criolla previere vivir en el delirio ideológico… buscando comunistas u otros enemigos existenciales donde no existen.
También, para evitar la trampa del ingreso medio, Lasso podría ampliar la intensidad tecnológica de las exportaciones. Esto podría suceder sin salirse de los esquemas de la ortodoxia vigente y asumiendo los cantos de sirenas cuyas melodías hacen odas a “las cadenas de valor”, la “deslocalización internacional de la producción”, “la agregación de valor”, o “la competitividad y la eficiencia.” Lamentablemente, nuestra derecha criolla solo evoca esos u otros conceptos similares para lograr adhesiones entre los jóvenes.
Para aumentar la competitividad dinámica de las exportaciones ecuatorianas, las opciones no son muchas. Por ejemplo, las empresas podrían destinar recursos propios para “inversión y desarrollo” en función de aumentar el valor agregado de sus bienes o servicios exportables. Pero no lo hacen ni dejan hacerlo pues el empresariado le exige al Estado ecuatoriano que ser reduzca y deje de tener un papel activo en el desarrollo a largo plazo.
Otra opción podría ser adquirir tecnología en lugar de crearla domésticamente. Esta es la recomendación neoclásica para los países pobres, una recomendación basada en la idea de que es más eficiente y menos costoso evitarse un proceso de desarrollo tecnológico autónomo. Pero… una vez más, la alternativa neoliberal tampoco es sustentable pues el empresariado ecuatoriano no es propenso a comprar tecnología de punta. ¿Qué incentivos tiene para hacerlo? En la practica, ninguno pues… no se necesita mayor ciencia ni tecnología para obtener rentas extraordinarias explotando a la naturaleza y a los trabajadores.
Todo lo anterior confluye impide superar la trampa del ingreso medio. Según el Banco Mundial y otras agencias multilaterales, la educación es uno de los elementos “históricamente demostrados” para que los países puedan mantener una tendencia al incremento del PIB per cápita. Pero esto no pueden ni quieren asumir nuestras elites criollas porque aceptarlo y asumirlo implicaría admitir la necesidad de un Estado que no les permita hacer lo que quiera.. que no les permita, por ejemplo, evadir impuestos so pretexto de que apadrinarán a una escuelita. Esas elites son voraces… solo así puede entenderse que alucinen imaginando que los “franceses son socialistas” porque tienen un sistema público de educación financiado con impuestos y con visos de gratuidad y universalidad.
No comen ni dejan comer. Así son los nuestros. Por eso, no les pida “un plan de gobierno” o un “proyecto nacional”. Por eso, no se sorprenda cuando le admitan que “no se contempla” una reactivación económica en los próximos años. Tampoco se indigne cuando le digan que la economía ecuatoriana tendrá en el 2023 el mismo tamaño que tenía en el 2019.
Sorpréndase e indígnese por aquello que no le cuentan: en términos reales, entre los años 2014 y 2023, el PIB per cápita ecuatoriano habrá disminuido de $4.374 a $4.163… Esto, por supuesto, siendo optimistas y suponiendo que las previsiones oficiales de crecimiento logren realizarse y que la población no aumenta de tamaño con respecto al 2019.