Por Juan Fernando Terán

Imposible evitar la comparación entre la Ley Lasso y la serie “El Juego del Calamar”. En ambos casos, las historias aún no tienen un desenlace predecible para la mayoría de espectadores y las preguntas ontológicas emergen apenas se reflexiona un poco sobre lo que sucede.

¿Por qué alguien estaría dispuesto a hacerse daño a sí mismo? ¿Cuáles son sus motivaciones, expectativas o razonamientos? ¿Qué pretende? ¿Qué supone que sucederá? Para ser sincero, no estoy pensando en las victimas de la nueva normativa laboral. Tampoco estoy pensando en los grandes empresarios ecuatorianos. Y no lo hago pues ni aquellos ni estos despiertan inquietudes inéditas. Ya sabemos como son y lo que hacen. Los unos piden circo, los otros ponen los payasos.

Al leer los contenidos de la “Ley de Oportunidades”, lo primero que pensé fue: ¿qué podrían opinar los empresarios no monopólicos del país? ¿Qué dirán aquellas personas cuyos negocios tienen que ver con la provisión de bienes o servicios para el mercado interno? ¿Han desaparecido estos emprendedores?.

No me mal interprete. Detrás de estas preguntas no hay ninguna nostalgia sesentera, ningún suspiro por la sustitución de importaciones, ninguna oda a una “utopía movilizadora.”  Esas son interrogantes que presuponen tomar como referencia aquellos aspectos de realidad que las cuentas nacionales ecuatorianas dicen que existen. O…. ¿Acaso todos los empresarios ecuatorianos producen bienes y servicios para la exportación? ¿Acaso todo lo que compramos los ciudadanos dentro de nuestro país son bienes y servicios importados?

Sea o constitucional, la Ley Lasso es coherente con aquello que la economía ortodoxa denomina eufemísticamente “economía abierta”. Para decirlo con menos tapujos, aquella ley promueve un modelo de crecimiento capitalista basado en la apertura comercial, la producción de bienes y servicios de baja intensidad tecnológica, la competitividad espuria y la concentración del ingreso.

Para entender este enredo, comencemos con aquello de “lo espurio”. En la discusión sobre los regímenes del comercio internacional, se denomina “competitividad espuria” a aquella que un país obtiene mediante mecanismos “rentistas” para la reducción de costos como son aquellos relacionados con la reducción de salarios para los trabajadores o impuestos para los capitales. Con estos procedimientos, un país intenta volverse “atractivo” a corto plazo, es decir, intenta aumentar la producción mediante trucos que no tienen que ver con la verdadera productividad de los capitales o los trabajadores.

“Aquí pagamos salarios bajos! Aquí no cobramos impuestos a los inversionistas” es la frase que resume un proceder que conduce a los países no desarrollados hacia una carrera en la cual los participantes compiten “hacia la baja”, es decir, compiten para no alcanzar los “altos” estándares laborales, sociales o ambientales que los países desarrollados tienen o pudiesen tener. Se trata pues de una política económica al estilo africano o asiático donde la riqueza empresarial está directamente basada en la explotación del trabajador y la extracción de recursos naturales. Así nomás…. La Ley Lasso no es una propuesta de modernización capitalista sino todo lo contrario.

Si Usted es un empresario exportador, o si Usted es proveedor de bienes o servicios para los exportadores, la “Ley de Oportunidades Laborales” le beneficiará a corto plazo… porque sus ventas y ganancias no dependen de la capacidad adquisitiva de quienes viven en el país… ni tampoco de los niveles de empleo existentes en el país… ni tampoco de las capacidades técnicas de los trabajadores del país. Sus ventas y ganancias dependen de lo que suceda en los mercados externos.

Sin embargo, si Usted produce para el consumo de los ciudadanos que viven en el país, si Usted provee a productores que operan para el mercado interno, si Usted sueña con ser un “emprendedor” de bienes o servicios que serán demandados domésticamente, si Usted aspira ofrecer a las “cadenas de valor” que no están relacionadas con el consumo de los grupos de altos ingresos… ¿Le conviene la flexibilización laboral al estilo “último mundo”? ¿Quién le comprará sus bienes y servicios en un país donde los “salarios de equilibrio” tenderán hacia la baja?

En serio…. Usted, ¿qué cosa aspira producir y vender? En su negocio de comida rápida o en su spa ecológico, ¿Usted cree que sus ganancias aumentarán significativa y sostenidamente contratando mano de obra barata, haciéndole trabajar a cualquier hora y despidiéndole cuando más le convenga?. Si Usted quiere creer eso, entonces su “línea de negocios” deberá orientarse a la venta de hamburguesas y masajes a los exportadores y sus gerentes, a los turistas o a otros personajes cuyos ingresos no dependan de los componentes internos de la demanda agregada. Así nomas.

Posiblemente, al similitud de los participantes en el Juego del Calamar, Usted prefiere no plantearse preguntas impertinentes que le descuadren aquellas suposiciones optimistas e infundadas que surgen cuando la desesperación incita sueños sobre jugosas ganancias a futuro. No se cuestione nada. Siga jugando… mientras pueda.

Por Editor