Por Pedro Pierre
Este domingo pasado concluyó en México la Primera Asamblea Eclesial de América Latina. Hasta la fecha se habían 5 Conferencias Episcopal Latinoamericanas: la primera en 1955 y la última en 2007. Así lo quiso el papa Francisco para avanzar en una reforma profunda de la Iglesia Católica, en la línea del Concilio Vaticano 2°. Hasta ahora, las Conferencias Episcopales Continentales y los Sínodos con el papa en Roma eran reuniones exclusivas de obispos. El Concilio Vaticano 2° definió la Iglesia como “Pueblo de Dios”. El papa Francisco quiere confirmar esta definición conciliar y la propuesta del Sínodo sobre la Amazonía celebrado en Roma en 2019 que abogan por una Iglesia sinodal, o sea, de un caminar juntos en la igualdad y las responsabilidades compartidas.
Para avanzar en este camino el papa Francisco instituyó una “Conferencia Eclesial de la Amazonía” que agrupa a 9 países que participan de la Selva amazónica. Esta Conferencia Eclesial se empeña a poner en marcha los sueños del papa Francisco para una Iglesia sinodal, es decir, donde todas las y los bautizados están llamados a participar y decidir. La Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe marca un paso más: sentarse entre todas y todos los bautizados: seglares, religiosas y religiosas, diáconos, sacerdotes y obispos, en la misma mesa vestidos sólo de la túnica blanca de su bautismo para conformar una nueva manera de ser Iglesia. Estas novedades abren al paso a un Sínodo que tendrá lugar en Roma en 2023. Recogerá las experiencias y los nuevos caminos de una Iglesia sinodal, que se están dando en las Américas. La temática de este Sínodo ya se está analizando en todos los países: “Hacia una Iglesia sinodal: participación, comunión y misión”. El propósito del papa Francisco es claro: “La Iglesia del tercer milenio será sinodal”. Estamos en un tiempo de sueños, esperanzas y compromisos para fortalecer el seguimiento de Jesucristo y la construcción del Reino afín de hacer un mundo más fraterno y justo y más amigable con la naturaleza.
En cuanto a la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, es la gran novedad para el continente y una gran esperanza para la iglesia católica en su conjunto. Como lo decía el papa Juan Pablo 2°, “América Latina es el continente de la esperanza” tanto para la Iglesia como para la sociedad en su conjunto. El tema de esta Asamblea era: “Todas somos discípulos misioneros en salida”, es decir, todas y todos los bautizados somos ‘discípulos’ de Jesucristo y ‘misioneros’ del Reino al servicio de una transformación social y eclesial. La Asamblea tenía una doble dimensión: por una parte, era ‘presencial’ con un centenar de participantes y, por otra, ‘virtual’ al nivel de todo el continente.
El gran logro de esta Asamblea es de haber confirmado el camino sinodal de la Iglesia, declarando que “la sinodalidad pertenece a la esencia de la Iglesia”. Esta sinodalidad existe ya en diversos espacios y nos invita a multiplicarlos. La Asamblea tuvo sus falencias que fueron señalados por los mismos asambleístas: las 2/3ª partes de los participantes eran varones como también los obispos, sacerdotes y religiosos/as, los jóvenes llegando sólo al 8%; el trabajo de secretaría no siempre recogía el sentir y los aportes de los participantes; se denunció el miedo y el ‘freno’ que representaban estas 2/3ª partes de clérigos parte para enfrentar los desafíos y los necesarios cambios estructurales.
Con todo esta primera Asamblea abrió dos caminos decisivos: Un camino de conversión y otro de confirmación. El primer camino de conversión es para la institución católica. Esta tiene que sustituir su carácter clerical por el eclesial. Tiene que ser “una Iglesia en salida” hacia su misión bautismal, o sea, volver a reconocer y dar a los bautizados los derechos y las responsabilidades que les corresponden, en particular a las mujeres, los jóvenes, los indígenas y los afrodescendientes. Tiene que despojarse de su poder jerárquico poniéndose al servicio del Pueblo de Dios que es el verdadero encargado de la misión de Jesús. Insiste en que ir al encuentro de Jesucristo como discípulos de él y convertirse en misioneros del Reino es convertirse a los pobres, a su causa y a su camino. Allí está la actualización de la verdadera opción por los pobres que hizo el mismo Jesús de Nazaret. Actualmente los grandes protagonistas de esta sinodalidad son las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).
El segundo camino que abre la Asamblea Eclesial es confirmar y ampliar las vivencias sinodales de las Comunidades Eclesiales de Base y grupos afines que nacieron antes del Concilio Vaticano 2°, fueron señaladas por él mismo Concilio como un “signo de los tiempos”, es decir, obra del Espíritu Santo. Estas CEBs son la Iglesia de los Pobres soñada por el papa Juan 23. Fueron ‘bautizadas’ la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968 como “primer y fundamental núcleo eclesial”, luego ‘confirmadas’ en la Conferencia de Puebla en 1979. La Conferencia de Aparecida en 2007, al afirmar que “la Iglesia necesita un fuerte remezón”, vuelve a asumirlas como “célula inicial de estructuración eclesial, focos de fe, de evangelización y transformación social” porque “retoman la experiencia de las primeras Comunidades cristianas”. Por todo eso esta primera Asamblea Eclesial de México insiste en sus conclusiones a “promover más decididamente las comunidades eclesiales de base y pequeñas comunidades como una experiencia de Iglesia sinodal”.
La Asamblea Eclesial abre una nueva etapa en la renovación de la Iglesia hacia más democracia y equidad. Si estamos seguros que “los cambios vienen de abajo”, confirmémonos los cristianos en el camino abierto por los pobres en la Comunidades Eclesiales de Base y grupos afines para ser “la Buena Nueva del nuevo milenio” … Buena Nueva de una Iglesia al servicio de la construcción efectiva de un mundo más justo y fraterno.