Por Pedro Pierre

La Biblia nos presenta la historia de un pequeño pueblo del Medio Oriente que fue la cuna de Jesús de Nazaret. El gran mensaje de la Biblia es el descubrimiento, por parte de este pueblo, de la presencia activa de Dios en su historia. La primera característica de esta revelación de Dios es estar con las víctimas de la injusticia como compañero de viaje y libertador.

Este aspecto quizás no se ha profundizado mucho: ¿Cuál fue su manera de concebir y vivir la economía, la política y las ideologías? He aquí una breve presentación de estas realidades que nos invita a descubrir nuestras responsabilidades en la organización de nuestro país, que nos concierne a todos. Jesús asumirá todo esto en su proyecto del Reino que presentó en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,16-20).

En estos tiempos de crisis social profunda y de búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, vamos a profundizar sobre lo que la Biblia puede aportarnos hoy. Estamos acostumbrados a pensar que la Biblia nos da casi exclusivamente respuestas religiosas a nuestros problemas. No nos detenernos mucho en descubrir cómo estaba organizado el pueblo que nos regaló el libro más leído del planeta. La Biblia no nos da la respuesta inmediata a nuestros problemas, pero puede darnos caminos y criterios que nos confirman que otra y mejor manera de vivir en sociedad es posible. Vamos a tratar de descubrir lo que nos enseña el pueblo de la Biblia sobre la economía.

Por economía, entendemos que esta no se limita a cuestiones financieras, sino cómo se organiza la sobrevivencia de las personas y la repartición de los bienes y riquezas de la tierra para una vida decente. ¿Cómo enfrentaron este desafío el Pueblo de Jesús, el mismos Jesús y los primeros cristianos? La historia que nos cuenta la Biblia no es sólo espiritual sino también económica.

Los primeros padres del Pueblo de la Biblia fueron una pareja, Abraham y Sara, que decidieron dejar su tierra. Estaban desconforme con la organización social de los reyes que los mantenían en la explotación, la cual estaba justificada por la religión. Optaron por buscar mejor suerte en otro lugar. Sintieron que está decisión provenía de un llamado divino. Eran un pequeño grupo de familias que buscaban vivir en mayor fraternidad y mayor equidad. Deseaban una repartición de los bienes materiales y de subsistencia, que correspondiera a la satisfacción de las necesidades básicas de cada familia. En esta peregrinación o migración hicieron la experiencia de un Dios cercano y amistoso. Y así llegaron a las tierras de la actual Palestina donde se establecieron ellos y luego sus descendientes.

Después de varias generaciones, una hambruna obligó estos descendientes de Abraham y Sara a buscar refugio en Egipto, pero en una situación de esclavitud que se alargó durante varios siglos. Conservaron el recuerdo de Abraham y Sara como también del Dios que estos habían descubierto.

Este recuerdo y esta fe les ayudaron a salir de Egipto gracias al liderazgo de otra pareja, Moisés y su hermana Miriam. Como sus primeros antepasados decidieron buscar mejor suerte volviendo a las tierras de Canaán-Palestina. Retomaron el proyecto de Abraham y Sara: libertad colectiva, fraternidad equitativa y fe en un Dios amistoso. Tal como pasó con Abraham y Sara descubrieron que Dios los acompañaba en su proceso de liberación y en su decisión de vivir libre, fraterna y equitativamente.

En el desierto del Sinaí, el mayor desafío era la sobrevivencia: ¿cómo no morir en el intento? Una experiencia significativa les hizo descubrir la necesidad de organizar el compartir equitativo entre familias. En el camino del desierto encontraron una planta que producía unos granitos muy particulares. Eran comestibles, pero no se conservaban más que un día. Fue la experiencia del maná que nos cuenta el segundo libro de la Biblia: el Éxodo. “Cada uno recogía lo necesario para la gente de su tienda de campaña… Cuando lo midieron con el decalitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni lo que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración”.

En esta travesía del desierto que duró 40 años, o sea, el tiempo de toda una generación, el pueblo de Moisés hizo una experiencia a la vez ‘económica’ y religiosa. Su organización ‘económica’ del compartir equitativo los llevó a reconocer que el Dios de sus antepasados los seguía acompañando como amigo, consejero y liberador con ellos, los esclavos de Egipto y los pobres del desierto.

Una vez en Canaán, se complementó esta costumbre del compartir equitativa por unas leyes que limitaban la acumulación de tierra y de dinero: “No ha de haber pobres entre ustedes”. Cada 7 años se perdonaban las deudas a quienes no las podían realmente pagar: era la ley ‘sabática’. Cada 50 años las propiedades embargadas o vendidas eran devueltas a su primer propietario: era la ley ‘jubilar’ en “el año de la gracia del Señor”. Hay que saber que, al llegar en Canaán, la repartición de tierra a cada familia: la ley decía que la tierra no se compra ni se vende.

Siglos después, Jesús de Nazaret que venía para “anunciar Buenas Nuevas a los pobres” retomó el proyecto de Moisés y Sara y “proclamar el año de la gracia del Señor”. Además, Jesús y el grupo de los 12 apóstoles, hacían “bolsa común”. Al enseñarles la oración del Padrenuestro, Jesús les invitó a pedir: “Danos hoy el pan de cada día”. Y la eucaristía iba a ser “el nuevo maná que había bajado del cielo”: el alimento del compartir. En su parábola de los obreros contratados para trabajar en una viña, al final del día todos recibían el mismo salario, sin haber trabajado igual tiempo, porque el salario debe cubrir el pan del día para toda la familia. En cuanto a los primeros cristianos, sabemos que “todo lo ponían en común: entre ellos no había ningún necesitado”.

Parece que los bautizados en la fe de Jesús nos hemos olvidado bastante de sus palabras y de sus prácticas, como también de las de sus primeros seguidores… como que si no fuéramos los descendientes de Abraham y Sara y de Moisés y Miriam. ¿Por qué no nos inspiramos a las lecciones económicas que nos da el Pueblo de la Biblia, en vez de volver a esconder a Dios, a Jesús y a los primeros cristianos en las sacristías y “en los cielos”? Tenemos allí unas alternativas económicas a la desastrosa situación nacional actual. afín honrar el nombre de cristianos que llevamos y ser dignos y valientes descendientes de Abraham, Sara, Moisés, Miriam y cuantos más.

  • POLÍTICA Y BIBLIA

La meta de la política es la organización armoniosa de la convivencia nacional mediante el cuidado de los bienes comunes. La Constitución es la norma mayor que orienta todas las leyes, defines las instituciones y obliga a todos los ciudadanos. La Corte constitucional define la interpretación de la Constitución. Se llama ‘Estado ecuatoriano’ al conjunto de instituciones y entidades nacionales y es dirigido por cinco poderes superiores: legislativo, ejecutivo, judicial, ciudadano y electoral. El poder legislativo constituido por asambleístas elegidos está encargado de hacer leyes y fiscalizar el poder ejecutivo. El poder ejecutivo es constituido por el gobierno que comprende el presidente, el vicepresidente, los ministros y los gobernadore provincial. El poder judicial está constituido por la Corte Nacional de Justicia que interpreta las leyes y su aplicación, y nombra los jueces; los abogados ayudan a defender los derechos ciudadanos. El poder ciudadano nombra y controla los directores las distintas instituciones y entidades estatales; vigila y castiga a los autores y cómplices de corrupción; sus integrantes son elegidos mediante el sufragio de los ciudadanos. El poder electoral reconoce los movimientos y partidos políticos, organiza las elecciones nacionales, provinciales y locales, contabiliza los votos y proclama los candidatos.

La democracia participativa se basa en la igualdad de todos los ciudadanos, la participación en los poderes del Estado, el respeto de sus derechos, y la defensa de las víctimas de abusos y atropellos. No funciona la democracia, por una parte, cuando el gobierno, saliendo de sus atribuciones, persona a los demás poderes del Estado, fomenta la corrupción, atropella los derechos humanos, facilita la acumulación de riquezas y bienes, controla los medios de comunicación. Por otra parte, no funciona la democracia cuando los ciudadanos nos desinteresamos de la organización de nuestro país, de nuestros derechos inscritos en la Constitución y sobre todo cuando no participamos en los espacios que nos ofrecen los distintos poderes del Estado. Un país tiene el gobierno que se merece y un gobierno hace lo que le permitimos como ciudadanos. La mayoría de nuestros males se originan en nuestro desinterés, individualismo y pasividad.

Si la leemos con atención, la Biblia nos informa sobre la organización política del Pueblo de Moisés y Sara. Con los 10 mandamientos nos presenta un resumen de su proyecto político: Son los 10 puntos mayores de su Carta Magna, o sea, los cimientos de su Constitución. Nosotros hemos hecho de los 10 mandamientos unas meras normas individuales, distorsionando su propósito original que era y es la defensa de la organización y de las instituciones del Pueblo de Jesús.

En los primeros mandamientos nos advierte que la visión de Dios determina la organización social. Al creer un solo Dios creador de los humanos, se sacó la conclusión que todos los humanos somos iguales y con iguales deberes y derechos. Al creer en un Dios liberador con ellos, los miembros del Pueblo de Dios dedujeron la perversidad de la esclavitud que nace principalmente de la acumulación de bienes y la dominación de los propietarios sobre los no propietarios. Los demás mandamientos tratan de la convivencia armoniosa entre todos mediante el respeto a la vida, la familia, la verdad, el descanso semanal, las herramientas de trabajo.

Desde el principio, gracias a la experiencia de los pueblos del desierto del Sinaí, Moisés y Sara organizaron la descentralización en las decisiones. El suegro de Moisés le sugirió que se organizaran por grupos con un coordinador que tuviera poder de decisión: “Elige entre los hombres del pueblo algunos que sean valiosos y que teman a Dios, hombres íntegros y que no se dejen sobornar, y los pondrás al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta o de diez. Ellos harán de jueces para tu pueblo a cualquier hora; te presentarán los asuntos más graves, pero decidirán ellos mismos en los asuntos de menos importancia. Así se aliviará tu carga pues ellos la llevarán contigo”. ¡Cuán lejos estamos en Ecuador de esta organización ‘bíblica’! ¡Qué triste no encontrar movimientos ni partidos políticos llenos de buenos cristianos amantes de la Biblia incapaces de practicar este modelo participativo de organización política! ¡Qué pocos consecuentes somos los seguidores de Jesús de Nazaret al no reclamar nuestros derechos ni resistirnos al atropello de tener que votar por hombres elegidos a dedo y sin criterios por un grupúsculo de supuestos dirigentes de partidos que deciden según sus intereses materiales!

En su tiempo Jesús retomó este proyecto de Moisés y Sara: lo llamó el Reino de Dios. Denunció categóricamente las 3 tentaciones que terminan sustituyendo a Dios y transformado la organización social en la dominación de unos pocos sobre la inmensa mayoría. Estas 3 tentaciones son la búsqueda de poder sin participación, de dinero sin límite y de fama sin compromiso. A sus apóstoles los advierte: “Los que se consideren jefes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes”.

¡Cuánto hace falta volver a la visión política de la Biblia para denunciar en nombre de Dios los responsables de la miseria que nos imponen nuestras autoridades, de la marginación a la que nos condenan, de la confusión que fomentan, de la violencia que provocan! Es más que tiempo de despertar y decidir vivir humana y fraternalmente.

  • IDEOLOGÍAS Y BIBLIA

Las ideologías expresan los distintos proyectos sociales que orientan la economía y la política. Provienen de 5 espacios sociales: la educación escolar, las culturas, los medios de comunicación, los movimientos y partidos políticos y las religiones. Todos tenemos nuestra ideología consciente o inconsciente porque todos recibimos permanentemente las influencias de estos 5 espacios. Las ideologías se dividen en 2 principales: la de los dominadores ricos y la de los dominados pobres. Todos entramos en una de estas 2 ideologías: Estamos o a favor de los ricos o a favor de los pobres.

Los ricos imponen la ideología capitalista, o sea, la acumulación de bienes y riquezas sin límites en sus manos. Esta situación crea la pobreza que es causada de la explotación y del despojo de los trabajadores. El sistema capitalista es una violencia permanente porque no tiene otra alternativa para mantenerse. Desde siempre los trabajadores han buscado zafarse de la dominación de los ricos y han puesto en marcha 2 alternativas.

En los tiempos modernos han surgido 2 ideologías anticapitalista: la socialista y la de Bien Vivir. La ideología comunista es una rama más radical del socialismo, por ejemplo, por calificar la religión de “opio del pueblo”. El sistema capitalista es un sistema esclavista que duró sin contrariedad hasta los tiempos de la Revolución francesa en 1789 que marcó el fin de la época feudal. La Iglesia católica se distanció del capitalismo no hace más de 70 años con la renovación producida con el Concilio Vaticano 2°.

La palabra “socialismo” fue empleada por primera vez en 1766 por el monje italiano Ferdinando Facchinei al retomar las propuestas de 2 personajes franceses famosos, ideólogos de la Revolución francesa, que eran sus contemporáneos. El uno es el escritor francés Juan Jaques Rousseau que proponía un “contrato social” entre el Estado y el Pueblo, basado en la libertad y la igualdad social. El otro fue el filósofo Henri de Saint Simon, considerado el ’padre del socialismo’, que proponía como tarea del Estado una repartición más equitativa de la riqueza nacional.

Aquí podemos recordar la carta de los obispos nicaragüenses, de noviembre de 1979, favorables al socialismo que era la opción del gobierno sandinista: “Si socialismo significa preeminencia de los intereses de la mayoría de los nicaragüenses y un modelo de economía planificada nacionalmente solidaria y progresivamente participativa, nada tenemos que objetar. Si socialismo implica una creciente disminución de las injusticias y de las tradicionales desigualdades entre las ciudades y el campo, entre la remuneración del trabajo intelectual y del manual; si significa participación del trabajador, en los productos de su trabajo, superando la alienación económica, nada hay en el cristianismo que implique contradicción con este proceso. Si socialismo supone poder ejercido desde la perspectiva de las grandes mayorías y compartido crecientemente por el pueblo organizado, de modo que vaya hacia una verdadera transferencia del poder hacia las clases populares, de nuevo no encontrará en la fe sino motivación y apoyo. Si el socialismo lleva a procesos culturales que despierten la dignidad de nuestras masas y les comunique el coraje para asumir responsabilidades y exigir sus derechos, se trata de una humanización convergente con la dignidad humana que proclama nuestra fe.”

Actualmente la cosmovisión indígena del Bien Vivir se ha tornado propuesta universal de un cambio social que permita el empoderamiento de las grandes mayorías pobres y la convivencia armonios con la naturaleza: “Ofrecemos al mundo la Cultura de la Vida, o sea, el camino de la vida en plenitud”. Son palabras del vicepresidente de Bolivia, David Choquehuanca. Sus principales ejes del Bien Vivir son: El trabajo al servicio del bienestar de todos, la identidad es la primera fuente de la dignidad, una vida equilibrada trae justicia social, la libertad nace de la solidaridad, la armonía con la naturaleza asegura la salud, la educación comunitaria es la madre de la sabiduría.

Hagamos una remembranza de los 3 pilares de la organización del Pueblo de Jesús tal como nos la transmite la Biblia: la libertad colectiva, la equidad y la fe en un Dios liberador. Jesús de Nazaret retomará estos 3 caminos para la realización del Reino de Dios. Su opción ideológica es que todo esto sea obra de los pobres conscientes, organizados y decididos. “¡Felices los pobres porque de ellos es el Reino de Dios!”. San Pablo confirma esta opción cuando escribe a los cristianos de Corinto: “Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para avergonzar a los sabios, y ha tomado lo que es débil en este mundo para confundir lo que es fuerte. Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es.”. Por estos motivos el papa Francisco se reúne regularmente con los movimientos sociales poque los considera los mayores protagonistas de una organización social más conforme a la dignidad humana, la convivencia social y los derechos de la naturaleza. En su Carta “Todos somos hermanos y hermanas” nos apremia a construir la ‘hermandad universal mediante la fraternidad sin frontera, la amistad social, el amor político y una espiritualidad liberadora’.

Los cristianos debemos dedicarnos a hacer una lectura económica, política e ideológica de la Biblia porque es la historia de un Pueblo pobre que decidió vivir en libertad, fraternidad e igualdad en nombre de su fe en un Dios amigo, compañero y liberador. Así podremos aportar más eficazmente nuestro grano de arena a la construcción de un país y un mundo más humano y feliz. Si, entre todos, tomamos en serio la vida, el respeto a los demás y a la naturaleza, legaremos un mundo habitable a las futuras generaciones.

Debemos sacar las consecuencias de nuestra ideología: Todos colaboramos tanto al caos de nuestro país como a su resurgimiento armonioso según nuestra manera de vivir y de creer. La puesta en marcha de un país digno y feliz está en nuestras manos juntas.

CONCLUSIÓN: “El Árbol del Reino”

Con la imagen de un árbol haremos un análisis de la realidad a la luz de la Biblia, más particularmente de los capítulos 1 y 2 del Génesis, donde nos presenta ‘la creación’, o más bien el proyecto de Dios sobre la creación.

En su carta encíclica de 1975 sobre ‘La evangelización de los Pueblos’, el Papa Pablo 6º escribía una frase lapidaria: “El Reino es lo único absoluto” (8). De hecho, la Palabra ‘Reino’ es la más utilizada por Jesús, según los Evangelios: Más de un centenar de veces. Bien se puede definir a Jesús como ‘El Profeta del Reino’. Veamos a seguir los pasos de relato bíblico de la creación para entender el proyecto de Dios, su sueño que Jesús llamó el Reino, es decir, un mundo de fraternidad.

  • Dios está a la raíz y al origen de toda la creación.
  • Al crear, Dios comparte lo que es, o sea, vida, amor y comunidad. Para él y a su imagen, la ARMONÍA es el eje y la meta de todo el universo.
  • Dios creó primero los 4 elementos, luego los vegetales y animales: eso es la NATURALEZA cuyo objetivo es, según Dios, compartirlo todo para el beneficio de todos. Todo esto va a ser el campo de la ECONOMÍA, o sea, la organización de las relaciones del ser humano con la naturaleza, el compartir de todas las riquezas nacionales. En esta parte, la maldad está en la acumulación. Ver Éxodo 16,14; Mateo 20,1; Hechos 2, 42…
  • Después, Dios creó a la HUMANIDAD cuyo objetivo es el convivir. Esto va a ser el campo de la POLÍTICA, o sea, la organización de las relaciones todas las personas, del convivir entre síy con todos los grupos étnicos de la nación. La maldad está en el dominar. Ver Éxodo 18,13; 1° Samuel 8; Marcos 10,42…
  • En fin, Dios comunicó al ser humano su SABIDURÍA para que nos podamos expresarnos de múltiples maneras y, así, enriquecernos con el aporte de todos y todas. Esto va a ser el campo de las IDEOLOGÍAS, o sea, la organización de las distintas propuestas para expresarse, para organizar la economía y la política. La maldad está en el engaño. Ver Daniel 2; Lucas 4,16; 1° Corintios 1,27…

Esto es el SUEÑO DE DIOS, su plan de vida, amor y felicidad. Es el árbol del Reino, que Jesús hará presente, y que nos entregará para continuarlo y completarlo. Como vemos, el Reino lo abarca todo, la Economía, la Política y las Ideologías.

Nada escapa al sueño de Dios: Si las cosas marchan mal, es porque nosotros, los humanos, nos hemos tomado suficientemente en cuenta el proyecto de Dios. O nos hemos desinteresado, y nos hemos hecho cómplices y encubridores de la actual situación. Nuestra misión es restablecer el sueño de Dios.

Por RK