Por Pedro Pierre

Este 31 de agosto celebramos el aniversario 34 de la pascua de monseñor Leonidas Proaño, obispo de Chimborazo. Con el paso del tiempo llega a ser una figura emblemática de la Iglesia y la sociedad ecuatoriana, con envergadura latinoamericana e internacional. Recalcamos su ejemplo de solidaridad con los Indígenas y los pobres del país, como también los pueblos en lucha. La cosmovisión indígena guiaba sus opciones tanto eclesiales como sociales y políticas. Reconoció en el “Bien Vivir” una opción alternativa de organización social: la civilización del compartir y de la comunión con la naturaleza.

PROAÑO: EL PATRIARCA DE LA SOLIDARIDAD, Pedro Pierre

Al final de este mes de agosto, en las Américas del Sur, del Centro y del Norte como también en Europa se va a celebrar los 34 años de la pascua de monseñor Leonidas Proaño, ex obispo de la diócesis de Chimborazo. Se hará memoria del inmenso legado que nos ha dejado a lo largo de su ministerio pastoral, el cual nos marca el camino a seguir. Felizmente él queda como una figura luminosa para la Iglesia, los Pueblos indígenas de América Latina y para la sociedad en general.

Una de las mayores virtudes de monseñor Leonidas Proaño fue la solidaridad. Su testimonio de vida está marcado por sus incansables luchas por la solidaridad. Se lo identifica al nivel internacional con uno de sus poemas hecho canción sobre esa misma temática: “¡Solidaridad, solidaridad, solidaridad!” – “Sentir como propio el sufrimiento del hermano de aquí y del de allá, hacer propias las angustias de los pobres…”

En Ecuador es reconocido como ‘el obispo de los Indios’. El mismo, siendo mestizo, era orgulloso de sus raíces indígenas: “¡Amo lo que tengo de Indio!” Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) tienen en él su fundador, en los años 1970. Fue también el gran defensor de la naturaleza por su cosmovisión indígena: “Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes que la ambición y codicia de unos pocos conviertan a nuestro planeta en una luna muerta, en un cementerio del espacio”.

A nivel de América Latina fue el promotor de la teología de la liberación gracias a los innumerables encuentros que promovía en la Casa de Retiro de Santa Cruz, cerca de Riobamba, donde vivía de una manera muy sencilla. Hizo de la solidaridad su bandera de lucha tanto con los Pueblos indígenas del Ecuador y del continente, como también con los Pueblos en rebeldía por sus derechos pisoteados, en particular con los de Centro América. Sus numerosos escritos e intervenciones han sido inscritos en el patrimonio nacional del Ecuador y es nombrado como el “Padre de la Iglesia de los Pobres” de América Latina.

Monseñor Proaño encontró su motivación por la solidaridad en la educación que le proporcionaron sus padres, en el testimonio de Jesús de Nazaret y de los primeros cristianos, en la valentía de los mártires latinoamericanos contemporáneos de él y en su pasión para desterrar las injusticias. “Tenemos los cristianos la capacidad de transformar este mundo de odios y de muerte en un mundo de amor, en un mundo de entrega de los unos hacia los otros; esa es la capacidad enorme que podemos conquistar si somos consecuentes con nuestra fe.”

Hoy monseñor Proaño sigue siendo el emblema nacional e internacional de las luchas por la solidaridad. Siendo monseñor Proaño el artífice de la unión de los Pueblos indígenas del Ecuador, estos lo nombran en todos sus levantamientos. Gracias a su solidaridad con ellos, los Pueblos indígenas buscan erradicar la marginación por la que siguen víctimas por más de 5 siglos, en particular por la explotación económica. En las 3 últimas décadas han logrado ser reconocidos como los protagonistas de una nueva sociedad internacional que destierre el capitalismo sustituyéndolo por la “Cosmovisión del Bien Vivir”. Esta cosmovisión está basada en la comunidad, el compartir equitativo, la participación mediante el consenso, la complementariedad y la comunión con la naturaleza.

Al nivel continental, siguen vivas y ejemplares las luchas indígenas por el Bien Vivir a nivel tanto personal como colectivo. Allí están el testimonio vivo de los Zapatistas en México y la plurinacionalidad en la organización socio-política de Bolivia. Están demostrado el valor de sus culturas ancestrales frente a las desgracias traídas por la colonización europea. Su cosmovisión es una alternativa social, económica, política y espiritual al nivel mundial para sustituir la globalización neoliberal que destruye las personas, los pueblos y la naturaleza, llevando el planeta a su colapso. “Busco en todas partes luchadores de la paz y de la vida.”

Al nivel internacional son innumerables las asociaciones y grupos que se reclaman de la espiritualidad de monseñor Leonidas Proaño: Luchan a favor del medio ambiente, de una sociedad nueva y de una Iglesia sinodal. Al nivel eclesial, la espiritualidad indígena es asumida como sabiduría universal que anima las personas y los pueblos a despertar una nueva conciencia, transformar las religiones encerradas en estructuras obsoletas, revitalizar el cristianismo mediante la interculturalidad.

Actualmente el papa Francisco llama a los cristianos de a pie a construir la sinodalidad, es decir, colaborar decididamente en la puesta en marcha de una Iglesia en manos de los bautizados que destierre el clericalismo autoritario y patriarcal. Monseñor Proaño puso los cimientos para la creación de una Iglesia indígena que conserve sus valores tradicionales y expresa mediante su cultura el mensaje de Jesús de Nazaret.

En estos tiempos cuando crecen indetenibles la pobreza, la miseria y la violencia por las imposiciones del sistema neoliberal, que la fuerza firme y apacible de monseñor Leonidas Proaño habite nuestras luchas solidarias por una sociedad justa e inclusiva y por una Iglesia sinodal al servicio del Reino. En su voz de “maestro de la solidaridad” escuchemos la voz de la Tierra: “Hijo, si como yo fecundo quieres ser en la vida, sé como yo, tierra y nada más que tierra, sin vanas pretensiones, sin quejas, sin envidias.”

LA CIVILIZACIÓN DEL COMPARTIR COMUNITARIO

Monseñor Proaño no se limitó a ser solidario. Siempre buscó alternativas a la dominación económico, política y cultural que sufrían los pueblos indígenas y los pobres en general. Apuntaba al capitalismo acaparador y destructor como el gran responsable del despojo de los pobres. Hoy el papa Francisco retoma muchas propuestas de estos “Padres de la Iglesia de los pobres Latinoamericana”, como lo fue monseñor Leonidas Proaño.

“América Latina debe liberarse de imperialismos explotadores”, dice el mismo papa. ¿Será el sueño y el compromiso de los ecuatorianos en estos tiempos en que estamos yendo de mal en peor? La pobreza es creciente, la falta de empleo escandalosa, las desigualdades a la vista, la corrupción campante, la violencia generalizada, la falta de medicina sin solución a la vista, la cancelación de médicos y de profesores indignante… y un largo etcétera. que nos deja desesperados y atemorizados. ¿Quién no se queja? Pero, ¿cuántos somos que nos organizamos y tomamos las decisiones correspondientes para que la situación de nuestro país cambie realmente? ¿O, como siempre, esperamos que otros resuelvan nuestros problemas?

La preparación de las elecciones locales para principios de 2023 nos deja muy dudosos, con muchas preguntas y poca esperanza. La farsa de las elecciones primarias en todos los partidos políticos es espantosa: “Lo que comienza mal termina mal”. No podemos confiar en dirigentes nombrados a dedo o porque son ‘amigos del jefe’. “Todo lo que está hecho para mí sin mí, va contra mí”, decía Gandhi. ¿Cuáles son los grandes ejes de los programas políticos de los partidos que presentan candidatos los unos más valiosos que los otros? Parece que no hay ni partidos ni movimientos políticos, sino organizaciones electorales que sólo buscan ganar elecciones, tener el poder en exclusiva y hacer lo que les venga en ganas, porque estas maneras de proceder no pueden llevarnos a otras conclusiones.

En las redes sociales aparece lo mejor y lo peor. Nos quedamos con muchas dudas por no saber quién es quién y cuál es el menos mentiroso y ladrón. Nos cuesta mucho discernir dónde está la verdad. Y ha de haber muchos que botan la toalla diciendo que “todo es un engaño”. Debemos convencernos que si los partidos políticos y los candidatos nos tratan así, es porque se lo permitimos al no exigirles que nos respeten, nos escuchen y nos tomen en cuenta. No podemos reclamar derechos si no cumplimos ningún deber, como tampoco no podemos exigir maravillas de quienes nos desinteresamos. Así de sencillo.

Primero tenemos que estar claros sobre lo que queremos y no limitarnos a quejarnos, reclamar e insultar. Es fácil expresar lo que no queremos, pero poco nos hemos puesto a pensar lo que sí queremos y cuáles nos parecen ser los medios para lograr lo que aspiramos. Si tenemos movimientos y partidos políticos sin programa, es porque no nos hemos sentado tampoco nosotros a pensar que programa de gobierno queremos, qué economía necesitamos, como estamos participando en las decisiones que nos afectan: Tenemos políticos que se parecen a nosotros mismos. Por eso el dicho de Jesús de Nazaret: “Antes de quitar la paja del ojo de tu prójimo, ¡quita la rama que tienes en el tuyo!” Nos hacemos cómplices de los imperialismos que nos explotan, sin ver que los consolidamos nosotros.

He aquí 3 criterios que nos pueden ayudar a ver más claro en nuestra propia vida y en la organización más equitativa de nuestra sociedad. Tenemos que poner como prioridad la comunidad. Tenemos organizada nuestra vida personal, familiar, profesional, social y religiosa desde el individualismo más obstinado. La suma nacional de estos individualismos nos trae competencia desenfrenada, oposiciones cada vez más violentas, desinterés total a los bienes comunes, explotación de los demás… y todo el desastre en que nos encontramos. Por estas razones, el programa político “pan, techo y empleo” que entusiasmó en su época, con muy pocos cambios con las promesas actuales, nos ha llevado a la situación catastrófica en la que nos encontramos… porque era un programa meramente individualista que terminó en la lucha de todos contra todos. Han salido adelante unos pocos porque fueron más maliciosos, más fuertes, más violentos a costa de empobrecimiento, explotación y desgracia de la gran mayoría. Hemos dejado de vivir comunitariamente, es decir, sintiéndonos una sola familia, cuidando los unos de los otros, ayudando al que menos puede y tiene… creando así el infierno del individualismo que padecemos ahora.

Otro criterio para una vida personal y social más feliz es el compartir. Cuando dejamos de compartir dejamos crecer los unos en los otros, fomentamos la envidia, la ambición, el rencor, la dominación y aplastamos a los demás. No compartimos porque no nos miramos como hermanos iguales; inventamos diferencias, divisiones, fronteras; construimos separaciones, muros y cortinas de hierro; fomentamos la humillación, el maltrato, la violencia… Cuando dejamos de compartir creamos el desorden y la destrucción… Es lo que estamos experimentando en estos momentos. Las causas de nuestros males no están fuera de nosotros, sino primero en nosotros mismos. La falta de compartir nos ha vuelto ciegos e incapaces de ver los caminos a recorrer.

El criterio del compartir es hermano gemelo de otro criterio: el de una vida sencilla, sobria, equilibrada. La acumulación creciente de bienes, posesiones y dinero nos lleva irremediablemente al egoísmo, el miedo a perderlo todo, a poner el corazón en las cosas materiales y no en las personas, desconfiamos de todos, nos pasamos la vida en preocupamos solo de lo que tenemos y nos encerramos en la jaula de bienestar fácil: Tenemos un montón de cosas innecesarias, inútiles y arrumadas que harían la felicidad de quienes sí las necesitan para sobrevivir y salir adelante. Somos responsables de la muerte temprana de los que tienen sesgada su vida por nuestra acumulación culpable.

Todos estos valores los asumió monseñor Proaño: la comunidad, el compartir y la sobriedad. Siguen siendo para nosotros los elementos indispensables a poner en práctica individualmente, en familia y socialmente para ser una país habitable, humano y civilizado, porque seremos la civilización del compartir comunitario.

Por RK