Por Carol Murillo Ruiz
1.
En el Ecuador se ha vuelto tedioso hablar de política cuando la crisis social y económica tiene a las mayorías sufriendo por conseguir trabajo, formal o informal, fijo o temporal, con nombramientos provisionales, tercerizados, maquilados, esclavizados. Todo vale en el país de Guillermo Lasso. Cómo será que pronto mucha gente que pregonaba las garantías y los derechos y había aprendido a defenderlos hoy prefiere callarse porque el régimen controla la forma en que se defiende el común de los mortales de las trampas del gobierno y la connivencia de la Asamblea Nacional.
Pero debemos hablar de política. La política determina incluso que usted lector revise este texto. Por eso vuelvo sobre una idea expresada en mi artículo anterior (https://n9.cl/o28of) para rumiar el espanto que estamos viviendo… pero, como si no pasara nada y el gobierno tuviera la razón en todo, menos en que su cinismo es del tamaño de una catedral gótica, las voces más serias y los analistas otrora críticos (con argumentos) ahora callan o acuden a su “odio” poco sensato. Pero no importa. Hay que hablar de política sin esos fantasmas.
2.
Ayer nomás en la sesión solemne del aniversario 202 de la independencia de Guayaquil, Lasso llegó a decir que su gobierno, que tiene apenas un año y cuatro meses, ha invertido más que todos los anteriores en temas de cobertura social anotando una cifra escandalosa. Escandalosa porque primero no es real y, segundo, porque las pruebas del abandono en que se halla el país es tan palpable que la pobreza, el desempleo, la delincuencia, el microtráfico, el sicariato, la enfermedad, el desahucio sanitario, el cáncer, mata en esquinas, restaurantes, barrios empobrecidos, urbanizaciones privadas, en puertas de hospitales públicos sin medicinas y sin médicos, en los puentes obscuros y en las calles sin nombre.
Quedémonos en esta última parte. La sociedad ecuatoriana vive uno de sus peores momentos. Los medios tradicionales están repletos del género que más les gusta y les da rédito: la crónica roja. Los crímenes, los robos, los asaltos, las extorsiones son pan de cada día. Pareciera que en un quinquenio Ecuador pasó de ser una isla de paz a una isla de terror. Y la gente reclama como puede. El escenario es tan terrorífico que incluso las redes sociales se han convertido en una sala de comisaría denunciando cada sicariato, asalto o niños vendiendo drogas.
¿Cómo llegamos a esto? Ecuador ha vivido en una burbuja geográfica y geopolítica. Tan cerca de Colombia y tan lejos de Estados Unidos parecía que éramos inmunes a los problemas modernos de los vecinos y de los extraños. Y con la dolarización de por medio la economía podría blindarse de todo: inflación, especulación, fuga de capitales, etc. Sin embargo, nada ha sido cierto. La transnacionalización del crimen organizado (léase narcotráfico) siempre ataca los hilos más finos del tejido social y, con ello, se esparcen los apremios de la precariedad material del lumpen capitalista latinoamericano. Pero las condiciones para que estalle semejante bomba de crimen, violencia y deshumanización son propicias cuando se unen factores nacidos de las entrañas del poder: no es casual que la aplicación de un modelo económico, desde fines de 2017, nos tengan al borde de precipicio. Ninguna bacteria esparce su enfermedad en un clima de inmunidad. Por el contrario, una nación pauperizada es terreno fértil para gangrenar su cuerpo social.
3.
Desde que Colombia empezó a cosechar, lánguidamente, la firma de la paz entre su Estado y ciertos grupos guerrilleros, los otros, los que se arman hasta con mertiolate, incidieron para que sus negocios internacionales ¿transnacionales? no pierdan ni rutas ni mercados ni consumidores. ¡Ah! Pero de estas tres palabras la que interesa es mercado. Chico o grande, mercado es mercado. Y las rutas. El Ecuador, tan manso y tan tonto, en un ataque inducido de animadversión a un estado de bienestar en ciernes (eso quizá fue el correísmo) cambió no a un hombre sino a un proyecto por un modelo económico contrario y que además ha fracasado en todas partes: en dictaduras o en democracias, el nuevo neoliberalismo.
4.
No hay mejor caldo de cultivo para que el crimen organizado se fragüe es un Estado débil y una sociedad despolitizada por la ideología de sus elites. Ecuador casi no tiene gobierno y algo peor, ¡casi no tiene Estado! Y por eso es imperativo hablar y/o escribir de política. Mientras menos la gente sepa que su inseguridad no es una cuestión de gatos fornidos (policías) y ratones malignos (ladrones, microtraficantes, sicarios menores de edad, femicidas) más cerca estará de ver en el poder a sujetos que no sufren mientras sus dizque negocios legales crecen y los ilegales de otros también. ¿Para qué se hizo el mercado entonces? ¿Para vender y comprar desde diamantes, alfombras, bananos, oro, hasta hierbas y polvos mágicos que revelan la verdad de la milanesa?
Un gobierno neo-neoliberal, en su versión más estilizada pero torpe, a lo Lasso, es un gobierno que lo permite todo y no es capaz de controlar nada. Ni una cárcel ni un telepronter.
Un gobierno neo-neoliberal no le apostará nunca a la institucionalización de su sistema político ni su sistema jurídico; más bien permite su anarquía y su manipulación; consiente su caos del que saca ventaja. Ya lo decía antes: nunca pensó en gobernar sino en aprovechar su estancia en un sitio que no significa nada para su desclasamiento económico: la banca no tiene “clase”, especula con todo(s). Ergo… en ese maremágnum estatal-gubernamental, no debería sorprender la conducta de la Policía y de ciertas jerarquías militares envueltas en escándalos de todo tipo y hasta un “crimen pasional” sospechosamente encubierto. Hay que decirlo bien: un femicidio atroz.
5.
El neo-neoliberalismo, en nuestro caso a lo Lasso, inclusive mina y degrada a las instituciones más duras de la “garantía democrática” como son aquellas que tienen la fuerza de la coerción y la represión legitimada. Lasso se sostiene, entre otras razones, gracias a esa confabulación.
Si a eso hemos llegado, a la nueva anarquía neoliberal en la que el Estado ha perdido hasta su referencialidad de orden, entonces es que este gobierno, oligárquico y más que alineado a intereses privados (propios) y ajenos (FMI), le tiene sin cuidado la inseguridad, el crimen, la muerte de civiles inocentes, de niños apretando gatillos a diestro y siniestro, a policías matando a sus bebés para no pagar su pensión alimenticia, en fin, un Ejecutivo que no gobierna. Ah… y los medios ampliando su crónica roja, su amarillismo, su extravío de la realidad cruda de la clase que la catapulta no solo como empresas sino a algunos periodistas con Norte.
Que la gente y los políticos no se cansen y desgasten buscando salidas institucionales para ver caer al dictador del mercado financiero.
Ni la muerte cruzada ni la revocatoria pasarán mientras el nuevo neoliberalismo viva en las mentes de los liberales light, de los fachos sin cartel y del anticorreísmo más burdo y descerebrado.