Por Carol Murillo

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La campaña contra la Asamblea Nacional

Todo parecía estar bien en el juicio político hasta que el presidente actual, lleno de desesperación y narcisismo político, y amarrado de pies y manos a la embajada del norte… de Quito, decretó la muerte cruzada acompañado de ministros siniestros. El sobresalto político no hizo más que agrandar el remedo de gobierno que hasta hoy conduce autoritariamente el Ecuador.

Pero el tema había empezado antes y no imaginábamos que esa campaña en plataformas virtuales, canales de televisión privados, pero más que oficiales, diarios impresos, revistas digitales, radios, canales en YouTube, entrevistados crispados por la ‘mala conducta’ de la Asamblea Nacional y la puesta en escena de la nueva mayoría parlamentaria el 14 de mayo, los trastornos ideológicos de partidos como Pachakutik, la intemperancia de los opositores de ultra derecha que no conciben que el mandatario de derecha sea blando con el correísmo (sic), y las airadas declaraciones políticas de periodistas al servicio del establishment, lograron incubar en la gente el sentimiento de que la Asamblea era realmente el estorbo para que el banquero gobernara ¿bien? y que la ocasión del juicio político podía servir como pretexto para declarar la muerte cruzada. Una vez dado el autogolpe -como lo describiera Ramiro Aguilar la noche previa- los estamentos más míseros del poder económico y político del país, respiraron hondo. No porque se le haya ganado la partida a la oposición sino porque se pretendía, también, hacer creer que eso le daría legitimidad al presidente y, sobre todo, a la “política de seguridad” que recién había impuesto a través de la designación de dos ex uniformados para acabar con la violencia delictiva y narco. Nunca una campaña como esta, asentada en la premisa de que siempre los parlamentos son odiados por la ciudadanía (gracias a sus mentises y malas artes políticas) tuvo efectos profundos en la opinión pública de la escala más baja de la lógica pseudopolítica. Era común oír esos días y ayer y hoy, en restaurantes, buses, salones de belleza, salas de espera de consultorios médicos, decir que por fin se sentía “paz” en el país… mientras en docenas de lugares de la geografía nacional seguían y siguen los crímenes, los robos, los asaltos, los secuestros, la pobreza, el hambre, el terror, la inseguridad y el odio social.

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Los que defienden al presidente ahora son…

A partir de ese día los que defienden al presidente lograron la gloria. No importa sin son de clase media, aspirantes a propietarios, mendicantes de talento, políticos de bambalinas o periodistas sin lengua(je). ¡Lo imperativo era amparar la democracia a través de la muerte cruzada! Tomando unas causales que no existían ni existen en el contexto político. Ergo, los que defienden al presidente no son siquiera embusteros de la arenga democrática sino defensores a raja tabla de la plutocracia, del espacio VIP, de la componenda, de la crema de chantilly.

Ellos y su presidente encarnan la cobardía política más repulsiva del siglo XXI. Unos políticos descalificados hasta el tuétano acusando a otros de lo mismo. Un poder del estado matando a otro sin causales legítimas. Una corte constitucional que no se atreve a romper el cordón umbilical del trujillato. Una fiscalía sospechosa por sus vínculos secretos. Unas fuerzas del orden que respaldan al presidente como si su rol no hubiera cambiado a partir de 2008. Unos medios cortesanos -como antes- de esa plutocracia. Una ciudadanía ofuscada por desentenderse de sus propias responsabilidades políticas. Un presidente que al otro día de declarar la muerte cruzada le dice a un canal internacional que la verdadera razón de haberlo hecho fue para impedir que el correísmo retorne.

(A veces uno se pregunta, y muy en serio, si el correísmo es una suerte de nazismo inverso. Le dio tanta vida y ánimo a una población olvidada, la mayoría, aunque lo niegue, que verla surgir de su empobrecimiento calculado es un espectáculo no apto para ricos y no ricos; que verla apropiarse del súmmum social que le da sentido histórico y político resulta extremadamente desagradable para la oligarquía y la plutocracia, pues solo obtener su cédula de identidad civil ¡no lo conciben como un derecho! Por eso el correísmo es un mal ejemplo, un espejo que debe romperse para que los pobres se vean como pobres y nunca, jamás, se miren y admiren como personas con derechos, deberes y dignidad).

Pero hay pobres y pobres. Los hay defensores a ultranza del presidente.   Ciudadanos que insólitamente prefieren al que destruye la democracia por miedo al correísmo. Ciudadanos que aplauden la muerte cruzada sin comprender lo que esa facultad constitucional entraña. Ciudadanos que creen que la inseguridad y el narco se empollaron en otro tiempo y que hoy rompen el huevo. Ciudadanos que afirman que el presidente ahora sí podrá gobernar en paz porque la Asamblea ha muerto y los muertos no vuelven.

3.

Después de la muerte cruzada…

Ya van más de dos semanas de aquella decisión tonta. Las frutas se mueven a un ritmo vertiginoso. Los candidatos presidenciales brotan como hongos. Los mismos que, supuestamente, los defensores del presidente desprecian, y que tal vez les voten solo por negar la revivificación del correísmo.

No obstante, hay dos cosas a tenerse en cuenta. Primero: los decretos económicos urgentes que presentará el Ejecutivo y que la corte constitucional debe procesar y viabilizar (asumiendo funciones que solo una Asamblea y sus comisiones especializadas podría hacer). Su proceder constitucional, no legislativo, nos demostrará qué tan liada está con el autogolpe del presidente y sus asesores externos. Segundo: hasta qué punto la dictadura de los plutócratas es parte del ajedrez del norte, es decir, de sus intereses geopolíticos y geoeconómicos regionales, con miras al nuevo orden mundial y los contrapesos forzados de las hegemonías que luchan por germinar y/o consolidarse al calor de una guerra (Ucrania). Es obvio que contamos poco en ese tablero, pero contamos. (Tanto así que Petro en Colombia sufre el asedio y se habla desde este lunes de un golpe blando, por tanto, cualquier atisbo de algo que rompa a la derecha en América del Sur es, enseguida, quirúrgicamente extirpado). Nuestros paisitos cuentan…).

¿Qué viene entonces, hacia adentro, después del autogolpe?

Para Ecuador la inferencia es que gente como el presidente actual personifica no un proyecto político sólido de derechas sino un pretexto para prestar atajos a la injerencia del norte en nuestra frágil democracia. Y esto es tremendo en el sentido de que cuando empezamos a ver cómo se mueven las fichas de las candidaturas el escenario pinta para que discursos filofascitas ingresen aceitados en la opinión pública por dos variables: el crimen organizado por fuera del Estado que trae violencia extrema; y, la corrupción privada y el terrorismo estatal que se justifica precisamente adoptando medidas arbitrarias para un fenómeno que hace rato traspasó la delgada línea de un estado ausente. Sin descartar que la muerte cruzada permite el funcionamiento del gobierno muy parecido al de un estado de excepción permanente, en el cual el periodo electoral navega rápido, pero sin considerar que al mismo tiempo la democracia naufraga en aras de mantener la cáscara de los derechos ciudadanos.

Lo que se pone a prueba, otra vez, es que la derecha utiliza una narrativa fuerte, efectiva, práctica y violenta. Topic es la muestra evidente de esa narrativa combinada con carisma y machismo hot. Este lunes nomás exhibió sus dotes de galante violencia verbal, muy estilizada, cuando explicaba -en Ecuavisa- su apego a la legión francesa y la diferencia entre ser soldado y ser mercenario en la actualidad. Su fluidez causaba escalofrío. Su matriz política erige la violencia para defender a los que decantan la verdad. ¿Cómo saber quién tiene la verdad? Vean la entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=usV_wNHtvMg&ab_channel=Ecuavisa

De cualquier modo, lo que estamos viendo luego de la muerte cruzada alberga un montón de lo mismo: rusticidad política, filofascismo, ridiculez, reorganización sectaria de la correlación de fuerzas de la derecha, deseo de proscripción del progresismo correísta, retorno del racismo colonial, etc.

Hay que decirlo: hoy vivimos una democracia autoritaria, terriblemente autoritaria. Los que defienden al presidente ni la sienten; porque su paz es la paz del poder, aunque lo ignoren.

Lo cierto es que seguimos siendo el patrio trasero de los “ensayos” democráticos, dictatoriales, terroristas, neoliberales, del filofascismo, del autogolpe y de la depredación discursiva libertaria.

Por RK