Jonathan Báez
La proforma del Presupuesto General del Estado 2019 (PGE) puede resumirse en una palabra: austeridad. Con una reducción del 10.14% en comparación a la proforma del año 2018. No obstante dicha reducción no es igual en todas las áreas. De inmediato la pregunta que debe surgir es ¿Para quién es el ajuste? Una comparación entre el presupuesto de gasto codificado por sectores en el 2018 y lo programado para 2019 ofrece una primera respuesta y, al mismo tiempo, exhibe diferencias abrumadoras. El sector “comercio exterior industrializacion pesca y competitividad” aumenta en un 26.58%. Por otro lado, lo presupuestado en salud aumentaría tan solo un 0.48% y todavía más preocupante lo asignado a educación disminuye en un 0.21%. Dicha información es la muestra de la perspectiva sobre el Estado que tienen las personas ubicadas en la dirección de la política económica gubernamental: austeridad del gobierno para lo social pero abundancia del gobierno para la élite empresarial.
No obstante, la situación no se detiene ahí. Los debates alrededor del accionar del gobierno y su consigna de austeridad -reflejada en el presupuesto- están direccionados a la velocidad que dicha austeridad se aplica. De ese modo, se ha desplazado del eje de análisis el papel del Estado y sus mecanismos para matizar las desigualdades persistentes en la sociedad a través de procesos redistributivos vía gasto social; incluso cuando las condiciones externas no son favorables. Por ejemplo, una disminución acentuada del precio del barril de petróleo (uno de los principales ingresos del Estado). Esa situación fue experimentada durante la crisis financiera a nivel mundial del año 2008 pero los mecanismos que desarrolló el gobierno para recuperar la renta petrolera así como su perspectiva de la importancia del gasto social sostuvieron el crecimiento de este último, más allá de la caída del precio del petróleo. Una caída del precio del petróleo todavía más drástica que en este año tuvo lugar, acompañada de otros shocks externos que determinaron la disminución del PGE en materia social.
Sin embargo, este no es el caso ahora. Los precios del petróleo son superiores a lo observado entre 2015 y 2017. En ese sentido, en promedio a septiembre de 2018 se encuentra en USD 62.22 mientras que en 2016 alcanzaba solo USD 32.25 por barril. Incluso con la última disminución observada en los últimos días de noviembre de 2018 en la que el barril alcanza los USD 50 sigue siendo superior a lo observado en años anteriores. Por lo tanto, la justificación de la austeridad en lo social del PGE del año 2019 como efecto del precio del petróleo es poco sostenible.
En ese contexto es necesario recalcar que la otra forma de justificación es el déficit del gobierno. Un déficit autoprovocado que se plasmó en la ley de fomento productivo que condonó deudas a una élite empresarial y blindó también para que el no pago de impuestos esté formalizado. Así se configuró una autoemboscada que no solo legitima la austeridad aquí analizada, también la deuda vía créditos que se está gestando. A eso es necesario agregar el cambio en la forma de contratos petroleros que, en la misma línea de autosabotaje, no permite tener rentas iguales que en años anteriores.
Finalmente, otro de los mecanismos para justificar la disminución del PGE es la ineficiencia estatal. Situación también autoprovocada considerando el bajo nivel de ejecución presupuestaria en materia de inversión pública que ha alcanzado solo un 23% entre 2012 y 2018. La más baja de este periodo. Eso muestra que si bien la disminución del PGE en tanto proforma es preocupante, lo que efectivamente puede ser devengado o efectivamente gastado todavía puede ser inferior, lo cual generaría una espiral de reducciones cada vez más drásticas en materia social y de inversión pública.
Es de este modo que se configura un panorama que aparenta, justifica y recomienda recortes del presupuesto en el gasto social, reducción del Estado, privatizaciones, flexibilización laboral, entre otros. De tal forma que la frase de las analistas preocupados por una asuteridad sea más agresiva: “los que están al frente de economía son empresarios que saben perfectamente por donde debe ir la cosa” no sorprende. Saben que conducen la economía a un punto sin retorno en que el ajuste sea sobrellevado por las grandes mayorías, mientras una élite fortalecida continúa con sus privilegios. Para que esto no ocurra es necesario comprender las formas de legitimación neoliberal, develando sus mitos y recuperando la memoria a partir de evidencia empírica rigurosa que permita contrastar posiciones que no tienen sustento.