Orlando Pérez
El escritor portugués José Luis Peixoto, en su novela En tu vientre, dice algo que aplicado en Ecuador, en estos tiempos, describe muy bien la situación “amoral” en la que vivimos:
“Una mentira, fina como un cabello, perturba para siempre el orden del mundo. Lo que sabemos tiene mucha importancia. Tomamos decisiones, vamos por aquí o por allá, según aquello que sabemos. Y todo lo que vendrá después… Una mentira, aunque sea blanca, perturba el entendimiento que los demás tienen de la realidad, los lleva a creer aquello que no es. Esa contaminación les perturbará la lógica del mundo… Una sola mentira puede mantener en cautiverio a generaciones enteras de persona que todavía no han nacido”.
Hoy por hoy las mentiras se caen como gotas de rocío, lentas, insonoras y con morrocotuda consistencia:
1.- La refinería ya no explotará (todo fue una mentira macabra).
2.- La deuda con China no es mala y las condiciones son las mejores (mentira fundada desde la xenofobia y una visión pro gringa).
3.- La justicia persigue a los correístas por ser correístas no por sus actos (la mentira montada desde el poder de la independencia de funciones y el respeto al debido proceso sigue en los labios de las más altas autoridades).
4.- El desempleo se incrementa, sobre todo si el funcionario o empleado es correísta (las cifras en boca de voceros y autoridades es que se han creado 400 mil nuevos empleos).
5.- No se combate a la corrupción si el SRI elimina el control de los funcionarios si éstos tienen cuentas en paraísos fiscales (la mentira de la transparencia y la ética se va por los suelos con tal de salvar a los altos funcionarios con dinero en el exterior sin justificar su procedencia).
La lista podría ser larga y complica la reflexión aunque exacerba la evaluación de un comportamiento, sobre todo, que cuenta con el eco y la complicidad de los medios de comunicación en un afán por demás morboso.
Además del nivel de enajenación que esto conlleva, los actores políticos asumen un rol perverso en la historia: no saben cómo justificar la anomia política, institucional y administrativa. En las estadísticas Ecuador no se ha movido un centímetro hacia delante, parecería estar en un estancamiento que solo se justifica con el manido: “Al menos se respira otro aire”.
Y si algo explica que las mentiras adquieren ese peso moral en la sociedad bastaría ver las encuestas sobre la credibilidad. Lo sensato para autoridades, actores políticos y medios de comunicación es revisar sus palabras, declaraciones oficiales, documentos públicos. En particular: la administración de justicia no puede y no debe mentir en lo que hace y dice. Ya son suficientes los actos administrativos con una carga de odio y de mentiras como para que el glosario tenga, a futuro, procesos y demandas internacionales.
Los datos falsos multiplican los errores, conllevan la justificación innecesaria y, por supuesto, rompe el pacto de convivencia y nos devuelve a esa innecesaria incertidumbre, pero sobre todo al desasosiego donde germina cualquier eclosión y perturbación.