Por Carol Murillo Ruiz

1.

Los hechos visibles e invisibles de la política criolla hace tiempo que han dejado de sorprender; no por eso dejan de ser asquerosos y un muestrario de aquello que quita el sueño a los falsos adalides de la verdad y la justicia de la derecha ecuatoriana.

Cuando empezó el gobierno actual -incluso durante las tres candidaturas del hoy presidente- se sabía a qué circulo económico y político pertenecía. Sus antecedentes eran públicos y reprochables desde que ese mismo círculo protagonizara una de las páginas más desoladoras de la historia económica del país: el feriado bancario; luego la gigantesca migración de sectores que no pudieron asumir sus pérdidas y deudas; y, la posterior dolarización. El orificio financiero de la rueda económica (la banca) tiene aquí un encadenamiento non sancto desde el siglo XX, ergo, poco debería sorprender. Los hijos de la antigua y nunca muerta democracia cristiana, el partido de un poder afincado en la sierra del Ecuador con aliados en Guayaquil, supieron -desde la muerte de Roldós- sacar réditos de su maligna experiencia en el régimen de Hurtado: la sucretización, por ejemplo. Y así, otras medidas que invariablemente estaban conexas con los intereses bancarios. El reinicio de la democracia estaba signado entonces por las condiciones de la geopolítica regional después de las dictaduras chilena y argentina, y nuestro paisito petrolero no estaría ajeno nunca más a las movidas de las finanzas internacionales. ¡Ya nos podíamos endeudar! Mejor dicho: ¡los organismos económicos externos vieron que podríamos pagar cualquier préstamo al interés que fuera! De alguna manera así -quizás- saldríamos del subdesarrollo. La década de los ochenta empezó con la sombra de un neoliberalismo en democracia.

Por eso, cuando Hurtado llegó accidentalmente a Carondelet (1981) el panorama pintaba perfecto para los que hoy podríamos llamar: los democrateros. Después, en 1998, un coideario suyo, Mahuad, accedía a Palacio y los efectos de sus decisiones desaforadas, instigadas por su poderoso círculo (del infierno hurtadista), fueron los mencionados en el párrafo anterior. Todos estos hechos afectaron a la mayoría de la población. Hechos que no se olvidan gracias a los testimonios de cientos de miles de víctimas, a un puñado de periodistas honestos y a las remesas que desde hace más de dos décadas dan oxígeno a la economía local.

Pero todo esto, también, por intermediación del siniestro poder mediático privado ha querido ser reducido al olvido; a través de la relativización del desastre y por el eclipse de luna que trajo la dolarización y sus beneficios muy/muy posteriores.

Hoy el Ejecutivo y sus áulicos (otra vez de la democracia cristiana sin partido), nunca han aceptado su responsabilidad en el feriado bancario, incluso el ex presidente Mahuad es ayudado por los medios privados, una universidad y una editorial, para transformarlo en el héroe de la dolarización; precisamente en un momento (1999) que amenazaba con mutar en violencia civil generalizada. Hoy, además, y hay que hacerlo notar, sufrimos en carne propia la tercera saga de esta novela de terror democristiano que desea seguir expoliando al país hasta el tuétano.

2.

Lo anterior se prefiguró con más ahínco cuando el actual gobernante asumió el gobierno (2021). Había llegado la hora de esfumar, con cálculo político y también psicológico, los recuerdos y secuelas del feriado bancario y las tristísimas imágenes de las familias que despedían a los migrantes en el antiguo aeropuerto de Quito; imágenes desgarradoras -que ahora se repiten- y que muestran la perversidad de un círculo de poder cuando llega a “administrar” el Estado. Es obvio que el presidente actual no solo se candidatizó, sino que tuvo la complacencia y el respaldo electoral y político de otros sectores que sospechaban que el enemigo que tanto se habían empeñado en desprestigiar (el correísmo), podía volver. Se unieron en una cruzada impresionante: el señor Nebot y el aparato del partido socialcristiano se movilizaron a nivel nacional para empujar el carro maltrecho de un postulante que debía preservar la “solvencia” del neoliberalismo, pero al mismo tiempo enancar a sus socios en los negocios del Estado. Amén de que en la segunda vuelta el propio Pachakutik se unió a estos dos bandos por razones ciegas y oportunistas.

Algo salió mal o no tan bien. Durante dos años esta alianza (democratacristiana y socialcristiana) se fue deshilachando. No se ponen de acuerdo, es de suponer, en el reparto de las áreas estratégicas y/o en el objetivo final de recuperar cierta hegemonía perdida por parte de la antigua oligarquía local. Se habla de un bloque de poder diseñado para afrontar el instante de la transición y el desgaste del correísmo. Se habla de simuladas peleas entre compadres, pero lo evidente es que ahora la componenda de apoyar al banquero pasa por su crisis más fuerte: los socialcristianos apoyan el juicio político contra el presidente para su posible destitución, aunque los asambleístas de esta tienda se vayan porque en otras esquinas pueden vender sus votos con mayores chances pecuniarios y porque -tal vez- esta sea la única ocasión de estar en la encrucijada de una subasta de mutuas conveniencias. (No olvidemos que Pachakutik no está ajeno a estas maniobras).

3.

Por supuesto, en menos de un mes mucha agua ha corrido bajo el puente de las chanchulladas políticas. Mientras unos tasan sus votos y otros buscan cómo adquirirlos, los democratacristianos persisten en el empeño de lavar su imagen. No solo que apareció un libro escrito por Mahuad “explicando” cómo se hizo la dolarización, sino que ahora ex funcionarios de aquellos tiempos y el impresentable de Hurtado son invitados por los medios con el objetivo de desbaratar y minimizar las razones del juicio político. Es más, ayer domingo los diarios y revistas virtuales tenían titulares como si fueran una agencia del gobierno: apelaban a los “vacíos del juicio político”, sembrando dudas sobre el procedimiento constitucional y, simultáneamente, montando en las declaraciones -de muchos testigos y actores- ante la comisión de fiscalización de la Asamblea Nacional, el vulgar show del asambleísta Villavicencio. Su tarea ha sido entorpecer cada instancia para proteger al mandatario más allá de sus atribuciones como presidente de una comisión que tiene por principal fin la fiscalización.

Asimismo, es imposible olvidar que antes del feriado bancario (noviembre 1998), cuando Nebot era diputado y la democracia cristiana aún existía como partido, aprobaron un Proyecto de Reforma Tributaria y Financiera que crearía el impuesto del 1% a la circulación de capitales y la Agencia de Garantía de Depósitos. Estos dos grupos políticos no siempre han estado lejos. Lo demostró también su alianza en la redacción de la Constitución (agosto 1998) que parecería preparó el postescenario del salvataje bancario unos meses después. ¡Vaya coincidencia! Fíjense en las fechas aludidas.

4.

Hela aquí pequeña cronología política de lo que pasa hoy en Ecuador. Y aunque el juicio político es una revancha entre grupos de poder tan viejos como caducos en sus concepciones y prácticas económicas, no es menos cierto que esta vía constitucional debe concluir con la destitución del presidente.

Hoy la crisis creada por el Ejecutivo es peor que las anteriores. Primero, porque es tramada por los mismos actores de 1981, 1999 y ahora 2023 en circunstancias diferentes: sospechas de crimen organizado dentro y fuera del gobierno. Segundo, porque la población vive una situación de empobrecimiento brutal y la migración es más alta que en 1999 y 2000. Y, tercero porque a nadie le interesa si algunos socialcristianos, o de Izquierda Democrática o de Pachakutik, se venden sin pudor ni conciencia.

La ciudadanía aspira un cambio en la conducción del gobierno. El presidente debe irse por una vía constitucional legítima: el juicio político.

¿Luego que vendrá? Un reordenamiento de fuerzas políticas que no deben ni pueden mirar hacia otro lado. El país está hecho pedazos. Ignorar que la gente busca caminos insólitos de sobrevivencia es una alerta de la negación de la realidad por parte de unas elites sucias de vanidad y codicia. Estamos aún a tiempo de frenar a unos poderes que no soportan que el pueblo les grite en las calles que no los quieren ver más descuartizando al Ecuador.

Por RK