Por Lucrecia Maldonado
En los primeros meses de su mandato, en un desafortunado uso del registro coloquial costeño, al presidente Rafael Correa se le ocurrió calificar, quizá con demasiada confianza, a una periodista como “gordita horrorosa”. La prensa corporativa del neoliberalismo, ávida de errores que criticar y con los cuales pudiera denostar ad infinitum de cualquiera de los líderes progresistas de América Latina, encontró allí el filón de oro para dar al mandatario como bombo en fiesta, como se dice vulgarmente.
Aparte de las hordas periodísticas de siempre, aparecieron asociaciones de gordos a acusarlo de gordofobia, gente traumada por el bullying en su más temprana infancia a acusarlo de lo mismo, y se fueron contagiando un poco de incautos pasados de peso que seguramente se encontraban un poco aburridos. Pero quienes se rasgaron las vestiduras con mayor entusiasmo fueron algunas personas y organizaciones de mujeres autodenominadas representantes del feminismo radical. Tal parecía que Rafael Correa hubiera degollado a la periodista en cuestión. Incluso ahora, cada vez que hace falta, y cuando ya crece la hierba sobre la tumba de aquella periodista, fallecida de cáncer hace algunos años, el supuesto agravio sigue utilizándose para tildar de tirano, misógino, grosero y prepotente al mandatario que más ha hecho por el país en los últimos cien años.
Las mismas autodenominadas feministas pusieron el grito en el cielo cuando Correa mencionó alguna minifalda en un en Enlace Ciudadano, y obvia y justamente se opusieron a la actitud ultraconservadora del Presidente ante la despenalización del aborto.
Se mostraban beligerantes y combativas ante cualquier desliz aparentemente misógino, y pensamos, ilusoriamente, que siempre sería así y que las mujeres nunca más estaríamos desprotegidas ante semejante representación tan aguerrida y minuciosa.
Pero no, ocurre que si no es contra Correa, cierto feminismo no se activa ni siquiera ante el horrendo feminicidio de María Belén Bernal, cuya madre relata con indignación y angustia el calvario al que la tienen sometida ciertos estamentos y personajes que en lugar de apoyarla la estigmatizan. Lo que pasa, seguramente, es que esos femicidas no están a favor de Correa ni pertenecen o simpatizan con la Revolución Ciudadana, requisito sine qua non para activar cualquier protocolo de odio o reacción.
Y por eso mismo ni siquiera se dan cuenta de las desafortunadas declaraciones y frases del binomio neoliberal, participante en las próximas elecciones, que incluso a la población no feminista la mantienen entre el estupor y la rabia la mayor parte del tiempo.
Vamos por partes… Una mujer (eso, para peor, mujer) que declara que por el hecho de ser madre otra mujer debe cobrar un salario inferior al de un hombre está yéndose de la manera más descarada contra una de las más importantes banderas de lucha del feminismo: la paridad salarial. Sería como para pegar un brinco de aquí a Marte… pero no se ha sabido que nadie con el apellido Carranco o Buendía haya dicho ni mu ante tal despropósito. ¿Será porque no lo dijo Luisa González sino Verónica Abad, candidata a Vicepresidenta por el neoliberalismo?
De igual manera, Daniel Noboa, el candidato a Presidente, entre otras ‘perlas’ que afectan a otros estratos de la población ha declarado, muy suelto de huesos, que las mujeres se embarazan porque quieren cobrar el bono de Desarrollo Humano. Así, tal cual. ¿Imaginan si el autor de tal aserto se hubiera llamado Rafael y apellidado Correa?
La misma señora Abad ha dicho, entre otras cosas, que las mujeres marxistas son feas y descuidadas como señal de ‘revelación’ o algo así (el discurso que presenta el video es una incoherencia total). Y lo peor: que la lucha para que se establezcan políticas públicas de prevención y protección ante el maltrato de género es solo una manera de hacer dinero fácil. Todo eso, alguien que aspira a ser la Vicepresidenta de un país en donde se asesina una mujer cada 23 horas por el mero hecho de serlo.
Pero hay quien sigue sufriendo por el ‘gordita horrorosa’. Y así lo confiesa.