Por Selene López
En un contexto de corrupción y violencia normalizadas, Ecuador prefirió la estabilidad, aunque mediocre, antes que arriesgarse a lo desconocido.
a primera vuelta presidencial de Ecuador en 2025 marcó un hito sin precedentes: dos fuerzas concentraron casi el 90% de los votos, reflejo de un sistema político cada vez más polarizado. La definición fue milimétrica, pero la ventaja que se proyectaba para una eventual segunda vuelta terminó en una diferencia de 10 puntos. ¿Qué inclinó la balanza? ¿Qué explica esa brecha entre el presidente y su principal rival? ¿Fue el temor al regreso del correísmo lo que sostuvo a Daniel Noboa?
A diferencia de elecciones anteriores, esta vez el correísmo se enfrentó a un presidente en funciones, con el peso de un gobierno en marcha. Los resultados de Noboa en la primera vuelta mostraron un retroceso respecto a 2023, el mandatario pagó el precio de una gestión percibida como ineficaz: apagones de hasta 14 horas, una crisis de seguridad sin resultados visibles, y un deterioro económico sin rumbo. Aun así, en segunda vuelta, sus resultados fueron suficientes para imponerse con el 55% frente al 44% de la candidata de la Revolución Ciudadana, quien parece no haber crecido en la segunda vuelta.
1. El deseo de estabilidad y el miedo a la disrupción
La frase “más vale malo conocido que bueno por conocer” encapsula lo ocurrido. En un contexto de corrupción y violencia normalizadas, Ecuador prefirió la estabilidad, aunque mediocre, antes que arriesgarse a lo desconocido. Los votantes de Noboa son conscientes de las críticas hacia él. Sin embargo, muchos justifican su gestión, minimizan sus errores o desvían la responsabilidad a factores externos: “le dejaron un país destruido”, “tiene poco tiempo”, “la Asamblea y las mafias lo frenan”.
La gente teme que un cambio radical genere más caos e incertidumbre, especialmente en un contexto tan frágil. En lugar de apostar por una transformación incierta, muchos ecuatorianos prefirieron una gestión imperfecta, pero que ofreciera certezas mínimas. Hay elecciones que van de cambio, y otras que van de estabilidad. Y Ecuador decidió estabilidad.
Hay que recordar que en la primera vuelta de 2025, el electorado mantuvo en gran medida las preferencias de 2023. Tanto el correísmo como Noboa contaban con votos prestados, especialmente en ciudades como Quito. La polarización está en la oferta política, no en la demanda. La sociedad intercambia apoyos de una fuerza a otra con facilidad. El electorado blando, de un lado y del otro, evidencia una creciente volatilidad: los votantes cambian de elección en elección. La decisión de muchos no fue ideológica, sino pragmática: ¿quién puede traer estabilidad? ¿Quién puede resolver los problemas urgentes? Ecuador atraviesa una crisis estructural —económica, institucional, social— que empuja a los votantes a buscar certezas mínimas, no grandes promesas. Y ahí estaba Noboa. En el fondo, los ecuatorianos no piden milagros: piden resultados. Seguridad, estabilidad, paz. Noboa obtuvo el beneficio de la duda de que podría ofrecerlos.
A pesar de la falta de resultados concretos, su mandato breve, su imagen aún fresca en comparación a sus adversarios, y la percepción de que «no es tan malo» le dieron margen. Su narrativa de que “Ecuador va hacia adelante” le permitió no ser evaluado aún por la eficacia de sus decisiones, sino por su potencial. Ecuador le otorgó una prórroga.
2. Las sombras del correísmo: Dolarización, narcotráfico y Venezuela
Noboa no necesariamente posee atributos propios que expliquen su apoyo, sino que su aceptación en ciertos sectores responde más a la necesidad de evitar un escenario aún más rechazado: el regreso del correísmo. Para muchos sectores, la continuidad del oficialismo resultaba menos temida que el regreso del correísmo.
No cometer errores es, a veces, más importante que acertar. Y eso le ocurrió al correísmo. Aunque Luisa González no propuso explícitamente modificar el régimen de dolarización, el tema dominó el debate en la segunda vuelta debido a declaraciones ambiguas de voceros de su espacio. Desmovilizar a los votantes de Luisa fue tan importante como movilizar a los propios, y en el tema de la dolarización Noboa encontró una gran oportunidad para sembrar dudas sobre el futuro económico del país.
Otro eje clave fue la seguridad. Está instalada en el imaginario ecuatoriano la idea de que la paz durante el gobierno de Correa se logró gracias a pactos con el narcotráfico. Aunque esta idea no se sustenta en evidencia sólida —los expertos hablan de una combinación de políticas públicas, condiciones materiales y factores externos—, la narrativa del “pacto” se ha vuelto dominante.
La campaña de González no logró desmontar esa percepción. Se limitó a denunciar presuntas vinculaciones de Noboa con ese mismo mundo, pero sin pruebas convincentes ni una estrategia narrativa alternativa. Además, el correísmo —como muchos proyectos de izquierda— plantea que la seguridad debe tratarse junto con la pobreza como dos caras de la misma moneda. Esa postura, aunque válida, es difícil de explicar a un electorado que quiere “mano dura” y admira a figuras como Bukele (Latinobarometro, 2024).
3. Base heterogénea: Un apoyo que trasciende el anticorreísmo
El respaldo a Noboa es heterogéneo: mujeres, jóvenes, clases medias y bajas, sectores populares empobrecidos que buscan algo de estabilidad en medio del caos. En 2023, provincias empobrecidas de la Sierra Central votaron por él. En la primera vuelta de 2025, esos votos fueron absorbidos por Iza, pero en la segunda vuelta volvieron a Noboa.
Las clases medias —que en realidad son clases populares con aspiraciones— desconfían de proyectos como el de la Revolución Ciudadana. Encuentran en Noboa una figura personalizada, un empresario joven, con proyección internacional (relación con Trump, imagen global), esposo de una figura pública percibida como cercana y altruista. No es ADN como proyecto ideológico de derecha: es el poder de la personalización en un país donde se ha roto la confianza en las instituciones.
La figura del self-made man, padre de familia, joven, empresario, le otorga una capa adicional de confianza emocional. Y ese apoyo se ve en zonas empobrecidas, como la Sierra Central. El apoyo a Iza no fue suficientemente sólido como para consolidar un frente único contra Noboa. Su liderazgo, aunque simbólicamente potente, no logró una visión unificada ni orgánica. Muchos que lo apoyaron en 2023, volvieron a Noboa sin conflicto ideológico.
Maquiavelo decía que un gobernante exitoso no depende solo de la fortuna, sino de su capacidad de dominar el azar con audacia, virtud y preparación. También advertía que el secreto del poder está en el timing. Noboa aprovechó su momento: puso la agenda en el miedo al pasado, no en su propio proyecto. Porque la historia no siempre premia al mejor, pero sí al que sabe aprovechar su oportunidad. Y Noboa, esta vez, lo hizo.