Editorial RutaKrítica
El supuesto modelo económico diseñado por la nueva ministra de Finanzas, María Elsa Viteri, ha olvidado a los pobres del Ecuador. Hemos regresado a esa falsa premisa de que cuando a los ricos les va bien la riqueza cae para abajo. Y por eso las medidas adoptadas por el gobierno nacional tendrán, en el mediano plazo, una víctima: las clases medias bajas y los pobres.
De hecho hay una primera víctima: los empleados públicos. Son vistos –gracias a la machacante campaña de la derecha- como los causantes de los problemas económicos del país. Sumados los empleados que han salido a la fuerza durante el año 2017 y este 2018 superan los 20 mil. Bajo el prurito de la existencia de un Estado obeso se eliminan esos puestos y jamás serán absorbidos por la empresa privada, salvo –como dicen los voceros oficiales- que se conviertan en “emprendedores” por cuenta propia, con todo lo que ello implica y cuesta, en plata y tiempo.
Pero en las 14 medidas de Moreno, anunciadas evitando las palabras ajuste o paquetazo, hay evidentemente unos beneficiarios: los empresarios, los inversionistas extranjeros y los deudores del fisco. Basta ver los titulares de los periódicos, las mesas de entrevistas mañaneras y los editoriales para saber la satisfacción de esos actores económicos y sus voceros públicos en los medios.
Basta que no haya más impuestos ni ninguna medida que afecte las ganancias de las grandes empresas para que el coro mediático y empresarial muestre satisfacción y conformidad frente al gobierno. Claro, hay algunos que dicen: “pudo hacer más, pero al menos no nos afectó”. Y eso lo dice todo.
En lo de fondo: no sabemos cómo se van a financiar los planes, proyectos y programas sociales, garantizando derechos, profundizando la distribución de la riqueza y creando las condiciones de mejor y mayor empleo. No sabemos, al mismo tiempo, de qué modo se sostendrán las políticas públicas para reducir el empleo informal, las deficiencias en la atención y servicios de salud, el mantenimiento y crecimiento de la infraestructura productiva, además de una sostenida acción estatal a favor de la seguridad ciudadana.
En el supuesto modelo económico del gobierno hay un discurso de base: estamos superando la crisis dejada por el anterior gobierno. Pero no hay un reconocimiento a una realidad que bien pudo generar otras perspectivas: la economía crece y el precio del petróleo alcanza niveles superiores al fijado en el presupuesto para el 2018.
Estigmatizando la deuda y al anterior gobierno no se gana en credibilidad ni en legitimidad. Por el contrario, tenemos por delante un escenario donde volverán los ajustes, las medidas parche y una tibia confrontación con los poderes económicos más solventes. Hasta tanto el empleo –al menos el público- decrecerá y la tensión social volverá a las calles. Y en esa perspectiva, nos volverán a envolver las elecciones municipales y el desarrollo real de un país con muchos pobres seguirá a la espera, postergado y bajo el discurso de que la culpa es de un Estado enorme y la escasez en la caja fiscal. Hasta tanto, los poderes fácticos siguen frotándose las manos porque con un poco de presión saben que el Presidente actual no les sacará un centavo más de sus acaudaladas riquezas y patrimonios.