Hasta hace apenas veinte años, en la hermana Bolivia la inmensa mayoría de su población (de seis millones 723.045 habitantes) estuvo excluida de todos los aspectos del llamado “convivir nacional”, es decir, de la educación, de los beneficios de su economía, de los servicios de salud, de la seguridad social, etc., etc., etc. Y, claro, era excluida también del derecho a participar en la vida política, para determinar, de manera cierta, su presente y futuro. Para ilustrar lo dicho, baste un ejemplo. En 1989, fue declarado electo Presidente del país Gonzalo Sánchez de Losada, aunque solo obtuvo 363.113 votos. O sea, el 5.4% de la población! Ese señor no hablaba ninguno de los 33 idiomas originarios en que se comunican los bolivianos, y como hablaba mal el castellano con acento extranjero, lo llamaban “GONI el gringo”, pues además era un entreguista respecto a las políticas de EEUU, que había convertido a Bolivia en una de sus colonias económicas. Casi el 90 por ciento de la población ni siquiera iba a las urnas. Entonces, la OEA miraba hacia otro lado.
Pero, en las elecciones de 2002, apareció un gran dirigente campesino, brillante y con gran experiencia política sindical. Era un indígena, de padre aimara y madre quechua: Evo Morales Ayma. En ese “Departamento de Colonias” que es la OEA, se prendieron entonces las alarmas; y, a pesar de las denuncias de fraude por parte de Morales que obtuvo el 21% de los votos, mientras el binomio compuesto por Sánchez de Lozada y Carlos De Mesa Gisbert, obtuvo 22%, declararon ganadores al binomio de los intereses extranjeros. Así, con la diferencia del uno por ciento fueron encumbrados a la presidencia y vicepresidencia del país. Hicieron un gobierno neoliberal y quisieron entregar el agua y el gas bolivianos a empresas extranjeras. Al gas querían enviarlo a California, construyendo un puerto gasífero en territorio extranjero. El pueblo se levantó contra “Goni”. La represión fue brutal y hubo muchos muertos y heridos, hasta que éste huyó a EEUU, y Carlos De Mesa, posteriormente tuvo que renunciar, al carecer de legitimidad para gobernar. La OEA, un organismo creado por EEUU para tratar de esconder sus injerencias en nuestra América Latina y el Caribe, nuevamente miró hacia otro lado.
Desde que Evo Morales fue electo Presidente en 2005, además de todas las reformas económicas, sociales, culturales realizadas en beneficio de todo el pueblo, incluyendo la participación de las 33 nacionalidades en un nuevo “convivir plurinacional”, se interesó en asegurar que se haga una reforma electoral. Así, se dictaminó que, para ser electo presidente de Bolivia, se debía conseguir el 50% más un voto, en una Primera Vuelta; o en su defecto, obtener al menos el 45% de la votación válida, y exhibir una diferencia de, al menos, 10% con quién le siga en votación al ganador. En caso contrario se debía hacer una Segunda Vuelta. Evo Morales ganó las elecciones presidenciales de 2009 y 2014 con más del 50% en la Primera Vuelta. En 2019, obtuvo el 48% de la votación y tuvo una ventaja de más del 10% respecto a su contendor. Fue legítimamente proclamado Presidente. Pero EEUU, la OEA, la UE, conjuntamente con las oligarquías racistas de Bolivia tenían otros planes para desestabilizar el nuevo sistema democrático de Bolivia, creado con tanto esfuerzo ciudadano. Millones de esos dólares impresos a precio de hojas en EEUU fueron llevados para pagar la violencia y el terror contra la democracia del primer país que en Nuestra América dio pasos firmes para tener un Estado Plurinacional que cimente las bases de la unidad de su antigüedad con su modernidad, del bienestar de vida para todo su pueblo diverso con el ejercicio de la soberanía sobre sus inmensas riquezas. Pero, se interpuso a ese proyecto de dignidad, un golpe de Estado de carácter fascista, importado por EEUU y sus aliados mundiales. Y de la mano de la OEA, quieren imponer a los Gonis de la muerte. Estoy seguro que no pasaran.