A partir del cierre de la cuenta de Facebook del expresidente Rafael Correa es necesario identificar con precisión el rol de las redes sociales en la sociedad actual. Y a la inversa, también es necesario conocer qué función tenemos las personas y los colectivos en ese espacio del mundo online.
Empecemos desarmando la caja: las redes sociales no son un espacio público. No son un parque, una playa o una calle. No nos pertenecen a todos. Las redes sociales tienen dueños, son negocios, son empresas con fines de lucro, algunas cotizan en bolsa, todas cambian sus algoritmos al tenor de sus intereses, tienen un plan económico detrás, exigencias de sus accionistas, juegos de tronos, etc. Son corporaciones.
Las redes sociales tampoco son un medio de comunicación, que podría estar regulado por leyes y códigos deontológicos referentes a esa actividad.
Expresiones como “en mi Twitter escribo lo que me da la gana” son falsas. Falsas por incompletas. En Twitter -y en las demás redes- las personas publican lo que les de la gana siempre y cuando no transgredan los términos y condiciones de la red, que es, como ya lo anotamos antes, una corporación con fin de lucro.
Facebook y las demás redes no son, por tanto, algo parecido a un parque público sino algo así como un club privado, cuyos dueños permiten el ingreso de otras personas pero se guardan el derecho de admisión de acuerdo a sus reglas, que pueden cambiarlas o transgredirlas casi a su antojo. Anoto “casi” porque si el antojo se contrapone a los intereses económicos, muy probablemente prevalecerán éstos, máxime si es una corporación de capital abierto y cuyas acciones se venden en bolsas de valores.
Anotado todo lo anterior, lo que viene es de Perogrullo: las corporaciones y los gobiernos de derecha son altamente compatibles. Súmele a esto que el Gerente de Política y Gobierno de Facebook para América Latina, Diego Bassante, es ecuatoriano y hombre cercano al gobierno de Moreno, y el resto se explica por sí solo.
Para terminar de retratar los códigos de Facebook, cito un fragmento de la entrevista que dio Bassante a diario El Comercio el año 2018; al ser indagado sobre las fake news, el funcionario describió acciones de la red para alertar a sus usuarios, pero remató diciendo lo siguiente:
“Mentir, inventarse o exagerar algo no es de por sí un crimen y más bien está permitido dentro de la libertad de expresión. Creemos que es importante que no sea Facebook quien defina qué es o qué no es una noticia falsa, porque nosotros no somos árbitros de la verdad”.
https://www.elcomercio.com/tendencias/facebook-diegobasante-ongs-participacionciudadana-evento.html.
¿Cuál es, entonces, el rol que juega la sociedad civil en el mundo de las redes sociales? ¿Quién se sirve de quién?
Las redes sociales hacen dinero con nuestra presencia en ellas, con nuestros likes, con nuestras lecturas, con nuestras preferencias. El juego es darnos entretenimiento, darnos un espacio de expresión que parece ilimitado y luego entregar nuestra información de gustos y preferencias para que empresas deseosas de vendernos productos nos muestren publicidad.
Al final del día ellos hacen dinero y nosotros nos divertimos, nos informamos, nos comunicamos. Nos ralentizamos también. Entonces, el rol más inteligente de la sociedad civil progresista en el mundo online es aprovechar esos espacios para impulsar corrientes de opinión, para consolidar comunidades, para generar convocatorias que excedan el teclado y nos lleven a las calles, a los parques, a los cónclaves.
El rol inteligente de la resistencia es no perder el balcón de las redes sociales, no dejarnos sacar tarjeta roja, evitar que nos bloqueen. Y todo ello sin perder autenticidad, sin callarnos, sin permitir que nos metan en la espiral del silencio, sin cansarnos tampoco, sin desgastarnos en debates estériles, sin caer en la tentación del insulto, sin difamar, sin levantar falsos testimonios.
El cierre de la cuenta de Facebook del expresidente Rafael Correa puede ser el inicio de un nuevo modelo de persecución que es preciso eludir para no perder, como colectivos de resistencia, un espacio muy valioso de cohesión de fuerzas entre quienes deseamos recuperar la Patria.
Usted, que me ha leído hasta este párrafo, vea dónde está: en un portal web. Aquí hay otros riesgos, pero esto no es de Zuckerberg ni cotiza en bolsa. Esta web no responde a intereses del mercado. Este es el mejor camino: crear nuestros propios medios, nuestros propios balcones.
Somos partisanos aprovechando cada árbol, cada cerro, cada herramienta, para resistir y combatir, para mantener vivas las ideas, la poesía y la esperanza.