El remedo de democracia que vivimos en Ecuador nos ha tenido al borde de un colapso total como sociedad. Estamos a horas de recordar con dolor un año de la tragedia de octubre. Manifestación ciudadana como las tantas que tuvimos en los 90 y los primeros años del nuevo milenio, revueltas sociales provocadas por la aguda crisis política que era acompañada por las recetas fondomonetaristas aplicadas por gobiernos descafeinados como el de Lucio o Moreno, personajes que no sabes si van o si vienen, pero lo que queda claro es que progresistas no son.

Hace un año el país explotó en las calles. La gente manifestó su descontento con las políticas económicas anunciadas por el gobierno, decisiones tomadas a espaldas de los propios aliados del régimen, que habían venido acompañando el programa neoliberal de Richard Martínez a quien, desde diferentes plataformas, mediáticas, empresariales y políticas lo han defendido.

Aquella manifestación dejó un manto de dolor en el Ecuador, por los muertos, los heridos, los detenidos, pero también por las pérdidas económicas provocadas por 11 días de paralización que se apagó con un acuerdo al que llegaron los dirigentes indígenas que lideraban la protesta con Moreno, sus ministros y otras autoridades de control  desentendidas de la gravedad por la que atravesábamos todos.

¿Qué tan distinto luce este octubre?

En estos 12 meses que han trascurrido, no solo nos ha seguido golpeando la recesión económica, el desempleo, la inseguridad, el ver a un Ecuador debilitado y reducido en sus capacidades como pretexto del tan anhelado recorte del Estado, algo que era un pedido a gritos de bloques como el socialcistiano y Creo en la Asamblea, también cargamos en las espaldas todo lo que ha implicado enfrentar la pandemia gobernados por quienes priorizaron el pago de la deuda antes que atender las necesidades más urgentes de los ciudadanos en lo sanitario.

Distinto sí, porque este será el último octubre (al menos eso esperamos la mayoría de ecuatorianos) con Moreno, Romo, Roldán y Martínez en el poder, distinto también porque coincide con el desarrollo de un proceso electoral, por ahora bastante raro, en el que los consejeros electorales no han guardado las formas a la hora de manifestar sus apegos y desapegos, sus simpatías y antipatías con movimientos y candidaturas. Ya con un proceso en marcha hemos tenido partidos y movimientos eliminados con base a un informe de Contraloría, organismo que nada tiene que hacer en materia electoral.

Ahora, lo que intentan es dejar fuera de la partida al binomio Arauz – Rabascall, fórmula de Centro Democrático que representa a la Revolución Ciudadana ¿Y qué pasará si eso ocurre? Trato de entender lo que podría pasar y lo inmediato es que dejarán por fuera de la contienda a la que por ahora sería la candidatura que lidera las encuestas. Dejarán a no menos del 20 % del electorado sin poder elegir a sus candidatos predilectos, esos votantes no alimentarán el caudal del candidato del oficialismo que es Guillermo Lasso, seguramente sumarán a otra opción con la que sus líderes lleguen a un acuerdo, Lasso volvería a perder y en esta ocasión la derrota sin duda sería aún más humillante, porque, qué podría ser peor que perder cuando tienes todo a tu favor: la cancha, el árbitro, las reglas, no hay otra explicación que no sea el hecho de que todos saben que el proyecto implementado estos tres años es el suyo, que ha cogobernado desde las sombras y ha sometido a Moreno cuantas veces ha querido. 

Lo peor no será la nueva derrota de Lasso, lo más desolador será el haber herido de muerte a la democracia, si Arauz y Rabascall no están en la papeleta, tendremos las elecciones más irregulares e ilegítimas de la historia.

Por Editor