Por Alexis Moncayo

La política se parece a esos deportes que como el fútbol tienen la posibilidad de provocar emociones hasta el último minuto, esto no se acaba hasta que se acaba más o menos y eso fue lo que pasó en las jornadas de viernes 14 y sábado 15 de mayo, en que se resolvió la elección de autoridades de la nueva Asamblea para la mitad de periodo 2021 – 2025, en ambas actividades se puede alcanzar la gloria o saborear también la amarga derrota. La enorme diferencia radica en lo que está en juego, el poder y posibilidad de tener gobernabilidad o levantar una copa.

Los días previos daban cuenta de una intensa negociación política, que incluía a los 137 legisladores electos, todas las bancadas estaban en su legítimo derecho de pactar y llegar a acuerdos mínimos que le permita a un parlamento atomizado viabilizar la designación de los cuadros directivos, esto debido a que por arrestos propios ninguna fuerza política, alcanzó el número mágico de 70 curules para por su cuenta llegar a la presidencia.

Unes que ganó 49 curules, convertida en la primera fuerza del legislativo partía en busca de alianzas con las organizaciones políticas consideradas progresistas: Pachakutik con 27 asambleístas perdiendo uno en el camino y la Izquierda Democrática con 18, finalmente más allá de las coincidencias o discrepancias que puedan tener dichas facciones, si se concretaba dicho acuerdo podían haber sumado una cifra tan importante que superaría con 94, el número requerido para tener mayoría calificada. Lo que habría dejado en una situación por demás incómoda al gobierno y su grupo de 12 legisladores.

Eso no se dio por la insistencia de algunos líderes de Pachakutik al repetir lo que ha sido ya una muletilla, “con el correísmo ni a la esquina” y reproduciendo un discurso todavía más radical que ni a los sectores más extremos de la derecha se le ha escuchado, que es el de “enterrar al correísmo”, lo que plantea también una discusión adicional, tal vez no menos importante: sobre quiénes son en realidad los promotores del odio y la persecución, es decir que la estrategia de venderse como lo nuevo, lo distinto a la disputa entre el anti y el pro correísmo fue eso, solo una estrategia de marketing político para la campaña de Yaku y Hervas.

En fin, dado aquello UNES en el afán de destrabar la sesión del viernes 14, buscó sentarse a conversar con el Partido Social Cristiano y Creo aliados que ganaron en la segunda vuelta, y con quienes mantienen una disputa ideológica y programática desde 2006 y 2013. La sola posibilidad de un acuerdo entre estas tres fuerzas políticas provocó una ola brutal de críticas por parte de periodistas, opinadores de redes y otros en contra de Guillermo Lasso y su grupo de legisladores, coincidencia o no, lo hacían con el mismo discurso que Pachakutik, es decir: con el correísmo NO. Una vez más demostrando que a la derecha extrema y al “progresismo pachamamista”, así como a la socialdemocracia lo que les une es el odio anticorreísta, que fue el que finalmente se impuso la tarde y noche del sábado al momento de designar autoridades.

Jugando para la tribuna y la barra brava tuitera, el Movimiento Creo, le entregó el control del Consejo de Administración Legislativa a la alianza conformada por Pachakutik y la Izquierda Democrática, olvidando así las duras críticas de Lasso al movimiento indígena durante las protestas de octubre y la disputa casi teatral desatada a partir de la primera vuelta, en donde Yaku el candidato de la 18 acusó de fraude a Lasso. De esta forma eligieron con sus votos a Guadalupe Llori Presidenta, Virgilio Saquicela de democracia Sí 1er Vicepresidente y Bella Jiménez de la ID como 2da Vicepresidenta; completan el CAL como vocales: Darwin Pereira de PK, Nathalie Arias de Creo, Ronny Aleaga de UNES y Johanna Moreira de la ID.

Entendiendo que el CAL es el máximo órgano administrativo de la legislatura y por dónde pasan para su calificación los proyectos de ley y reformas que llegarán desde el Ejecutivo, así como los pedidos de juicios políticos, se entiende que buena parte de la gobernabilidad tan anhelada estará en manos de la “izquierda”, sin caer en el perverso rol de cuestionador de dichos acuerdos cabe preguntarse: ¿podrán convivir? Y de ser así lo harán por beneficio de la mayoría de ecuatorianos o por los intereses corporativos de la izquierda clásica que se acostumbró a sobrevivir agarrando las migajas de los gobiernos de turno.

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