Por Alexis Moncayo

Por allá en agosto de 2020 la Revolución Ciudadana, después de sortear todos los obstáculos posibles para participar en el proceso electoral de febrero de 2021, consolidó la alianza con Centro Democrático, para entonces ya fueron despojados de Alianza País listas 35, movimiento político en el que los afines a Rafael Correa militaron durante 10 años. Además, habían participado en las seccionales del 2019 por Fuerza Compromiso Social (lista 5) con un relativo éxito pues alcanzaron las prefecturas de Pichincha y Manabí; así como nueve concejalías en el Concejo Metropolitano de Quito.

Con Correa fuera del país, varios de sus cuadros más importantes en el exilio y quienes estaban en el Ecuador con procesos judiciales abiertos en su contra, decidieron apostar por un cuadro joven con un perfil académico importante, Andrés Arauz que con apenas 35 años sería el aspirante presidencial de la Revolución Ciudadana.

Los medios, periodistas y detractores del correísmo apuntaron contra Arauz con lo único que tenían en ese momento, el “perfecto desconocido” pues ellos esperaban a Aguiñaga, Muñoz, Pabón o Pierina como presidenciables, poner a Arauz entonces parecía ser una jugada maestra.

Pero eso implicaba doble tarea para los estrategas de la RC, ya que no solo debían decirle a la gente que correrían por el casillero número 1 que le corresponde a Centro Democrático, a la par trabajarían en una campaña informativa sobre ¿Quién era Andrés Arauz?, porque a pesar de que fue Ministro de Talento Humano durante el gobierno de Correa, no fue precisamente de los cuadros más mediáticos, ni de los funcionarios más populares o visibles, eso estaba claro.

Y no solo era el desconocimiento de la ciudadanía sobre lo que habría que trabajar, también estaba una campaña mediática muy bien montada en la que pasaron del “perfecto desconocido”, al llaverito, el clásico que nunca falla: el títere de Correa, todo orquestado por una red de personajes influyentes, entre los que se incluían periodistas, abogados, “académicos” y opinadores de todo tipo. Además, fuimos espectadores probablemente de la campaña en medios tradicionales más agresiva y militante de todos los tiempos, canales de tv incautados pusieron toda su maquinaria, recursos técnicos y humanos en favor de una candidatura, no midieron esfuerzos en promover segmentos de opinión que eran difundidos casi a diario, con paneles de entrevistados nada equilibrados y con un sesgo marcado no solo a favor de Lasso, sino en contra de Arauz.

Las calles lucían repletas de vallas que no tenían responsables, campañas de brandeo en lugares públicos que evidentemente no tenían autorización del Consejo Nacional Electoral, no obstante, nadie protestaba, pues estaba bien, ya que el bulo era contra el candidato correísta, al que había que impedir a como dé lugar que gane las elecciones, incluso haciendo llamados a las fuerzas del orden a impedir ese escenario. Así lo hizo Simón Espinosa un respetado hombre de avanzada edad, más respetado por eso que por las luces que exhibía su pluma décadas atrás antes de que pierda por completo la razón en uno de sus artículos publicado por uno de los medios escritos de mayor circulación en el país.

Para cerrar este episodio, cuando ya había entrado en vigencia el absurdo silencio electoral (las redes no callan) estaciones de radio seguían pasando publicidad nociva que apuntaba a dañar la imagen del candidato del progresismo, señalándolo como una amenaza para la dolarización y usando la misma estrategia de la primera vuelta, ese relato perverso de que nos convertiríamos en Venezuela. Con todo en contra, Lasso en su tercer intento por alcanzar la presidencia lo consiguió, en contra partida si Arauz ganaba habría sido en contra de todo, y si Lasso perdía habría sido a pesar de tener todo a su favor.

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