Por César Paz-y-Miño

Es una noticia muy alentadora para los países Latinoamericanos que Argentina, como un referente de la región, haya aprobado la Ley del aborto como un derecho de salud y un derecho de las mujeres a ejercer su soberanía sobre su cuerpo.

Hay muchas razones para defender el derecho reproductivo y el derecho a la interrupción de un embarazo. Razones psicológicas, sociales, económicas, médicas, por supuesto genéticas, tras una violación y, la más importante, porque la mujer decide no proseguir con un embarazo no deseado.  Frente a esto no hay fuerza que se oponga y la historia de los países lo va demostrando. Poco a poco el cerco ideológico, religioso, tradicional y retrógrado se va achicando y la razón prevalece.

El Ecuador es especial en el tema del aborto. Hasta el momento ha primado la insensibilidad gubernamental, el desconocimiento de los derechos de las mujeres, el desentendimiento de los derechos sexuales y reproductivos, la tradición del estado y  la traición al estado laico.

Heredamos una pelea perdida en los gobiernos anteriores con respecto al derecho de interrumpir un embarazo. El estado se hizo cómplice de los femicidios producto de la desatención en salud y la inseguridad de la atención médica oportuna, segura y de calidad.

Las muertes producidas por abortos mal practicados, inseguros y en ambientes insanos, son una atrocidad en este siglo 21. El que una sola mujer hubiera muerto por un aborto mal practicado, es razón suficiente para que el Estado se comprometa a solucionar esta problemática. Y hay más de 3 mil muertes por abortos inseguros, lo que convierte a este tema en un asunto de salud pública alejada de mitos, creencias personales o ideologías obscurantistas. El aborto es un derecho y seguiremos impulsándolo.

Como genetista, evalúo  y veo mujeres embarazadas, parejas angustiadas por diagnósticos genéticos complejos con productos con malformaciones, monstruosidades, originados en incestos y violaciones. La demanda común de estas mujeres y parejas es la interrupción del embarazo, pero en el Ecuador no se puede practicar el aborto terapeútico legalmente. Una mujer decidida a abortar lo hará aunque sea de manera clandestina e insegura, poniendo en riesgo su vida. El estado ve para otro lado, trata de esconder su apatía tras argumentos morales o de credo, al final de cuentas se convierte en cómplice de femicidio.  

No he escuchado posicionarse a los candidatos, a ninguno de ellos, sobre la defensa de los derechos sexuales y reproductivos, o del aborto y su despenalización. Tampoco los periodistas preguntan al respecto. Todo lo contrario, el silencio en este tema refleja el temor político a plantearlo de frente, con lo cual dejan a un lado el clamor de un sector importante de la sociedad que está luchando por este derecho. Al ignorar el tema, se fortalecen los otros, los que están en contra de su despenalización, ellos tienen más eco. Triste para un país en el que los embarazos de niñas y adolescentes son elevados, productos de violación e incesto (30% en algunas provincias).

El ejemplo de Argentina estimula la lucha en toda Latinoamérica; debemos establecer una hoja de ruta para conquistar este derecho como lo hicieron las hermanas y hermanos argentinos. El camino es duro aún, pero la razón primará en algún momento, quizá pronto, tal vez con un nuevo gobierno de avanzada que no esté revestido de complicidad moral y abandono de esta lucha necesaria, urgente y justa.  

Por Editor