Nicolás Villavicencio
La discusión sobre el aborto se ha visto reducida, al parecer, a nada más que un conflicto moral, lo que esconde una serie de problemas irresolubles. Tomemos la idea de Heisenberg (citado en Naredo), “no puede evitarse que una verdad cualquiera, real o aparente, forme la base de la vida; y hay que saber reconocer este hecho para los grupos de gente que han elegido una base diferente a la nuestra”. Tenemos entonces un conjunto heterogéneo de estructuras morales, construidas de manera específica a partir de los principios de racionalidad que configuran la “verdad” de cada grupo social (cultural, religioso, etc.).
Al relegar el tema del aborto a la cuestión moral dejamos de lado no solo los distintos enfoques desde los que podría y debería abordarse, sino que se excluyen también las perspectivas morales ajenas, lo que comprime la discusión a una mera calificación de “correcto” o “incorrecto”. ¿Incorrecto según quién? Según el modelo moral hegemónico, por supuesto. Sí, esa misma moral que aprueba la pena de muerte.
Pero mi objetivo aquí no es criticar una posición moral (de ser el caso, la discusión no sería en torno al aborto, sino respecto a qué moral vale más, la de mujeres en busca de la autonomía de su cuerpo o la de los grupos que velan por el derecho a la vida de los fetos), lo que pretendo es invitar a que la reflexión alrededor del aborto se expanda a otras esferas. Esto resulta más complejo de lo que parece, no basta con cambiar el enfoque de análisis, por ejemplo a un tema de salud pública (niños abandonados, mujeres muriendo en centros clandestinos de atención, etc.), si no modificamos también nuestra dinámica de valoración de “correcto” o “incorrecto”, por “útil” o “inútil” para la lógica desde la cual abordemos el tema, de lo contrario no estamos haciendo más que mudar de estructura moral y terminar jugando un sube y baja eterno para ver qué moral es la que pesa más.
Invito a los moralistas a expandir su visión analítica y dirigirla hacia una ruta más objetiva. Desde mi perspectiva, el abordaje del aborto como un problema de salud pública es el más adecuado, señalaré de manera muy sucinta ciertos puntos hacia los que es posible orientar una contribución en este sentido. En primer lugar, el tema de la mortalidad materna no debe partir de una valoración moral sobre qué vida vale más, debe hacerlo desde una cuestión empírica, un gran porcentaje de mujeres mueren debido a la interrupción del embarazo en centros clandestinos, es necesario pensar en una solución a este problema y para ello la moral y la cuestión legal se quedan cortas, las prohibiciones legislativas no impiden que las mujeres aborten, las obligan a transgredir la ley para hacerlo, poniéndolas en una situación de riesgo en términos legales y de salud (esto aplica principalmente a las clases más vulnerables que, debido a sus reducidas capacidades económicas no pueden costear lugares que les brinden cierta seguridad).
En segundo lugar, el caso de una mujer que ha sido violada tampoco debe ser visto solo desde un enfoque moral, es imprescindible que se piense en las consecuencias psicológicas de tener a un hijo producto de una violación y, finalmente, cuando se presenta la posibilidad de que el niño nazca con una enfermedad que amenace con su vida o con su normal desarrollo, no es lo más inteligente abrir una discusión sin fin sobre lo que es y lo que no es una “vida digna”, resulta más conveniente pensar en las consecuencias de mortalidad infantil, psicológicas, entre otras, que resultarían de esto. (Para un abordaje interesante y más completo en este sentido, léase el trabajo de Esteban Ortiz).
Estoy consciente de que hay varios puntos más que requieren una consideración y que los ya mencionados merecen una severa profundización, lo que intento señalar es que el abordaje del aborto desde la moral no brinda ninguna posibilidad de solución real, como he dicho, se remite a juzgar perspectivas distintas, cualquier intento por adentrarse en este debate debe (si pretende ser objetivo) partir desde la esfera de la salud pública, más aun si se quiere argumentar en favor o en contra de la legalización del aborto, resulta totalmente inútil argüir que el aborto es “bueno” o “malo”, hay que contrastar y sopesar las consecuencias positivas y negativas para la salud pública (colectiva) que devendrían con la legalización del aborto, por lo tanto se debe legislar, pensar y asumir una posición en base a esto.