Lenin Moreno acaba de pasar a la garita más lóbrega de la historia -ese es además un imperativo de higiene social- no solo como el más grande traidor que mintió, engañó a su antecesor, al electorado y a la militancia del movimiento que le llevó a la presidencia, también por su calidad de cómplice y encubridor de las intenciones hegemónicas de la derecha, y ahora como responsable directo de las últimas medidas económicas ordenadas por el FMI. “Se eliminó el subsidio, se acabó la zanganería”, expuso el mandatario en una alocución ridícula y fachosa que terminó por inaugurar una turbulencia colmada de sangre y fuego, que tendrá impredecibles consecuencias para el futuro de la estabilidad política y económica del país.

Entrampado en un arrollador desprestigio y con una impopularidad galopante, el presidente Moreno admitió un diálogo ‘abierto’ con la dirigencia indígena para negociar las condiciones que terminarían con cerca de 12 días de una protesta abierta y combativa contra el decreto 883 que suprimió el subsidio a las gasolinas. La reunión conjunta, transmitida por cadena nacional el domingo 13 de octubre, sirvió para que el país pueda constatar algunas cosas, por ejemplo, que Moreno ya no ejerce el poder.

La dirigencia indígena -desde la indignación- comenzó su intervención diciéndole al presidente que el suyo es un gobierno de ‘vagos’, que no planifica, con ministros de escritorio que hacen su trabajo de espaldas al pueblo y a la realidad. Lo dijo el presidente de la CONAIE, Jaime Vargas quien resaltó el hecho de que el estado ejerció una violencia criminal contra su pueblo, ahí sí muy bien planificada por los ministros de gobierno y de defensa quienes por eso mismo, deberían ser removidos de sus cargos.

En las demás intervenciones, como la de Leonidas Iza, se descubrió la imagen de un mandatario pusilánime, temeroso, sin consistencia ideológica y sin principios programáticos, que gobierna solo para los ricos y poderosos, que se ha desentendido de los sectores populares afectados por las medidas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el consentimiento de la derecha, los banqueros, las cámaras de la producción y los medios de comunicación.

Lo sobresaliente de la reunión fue expresado por Mirian Cisneros, mujer amazónica, presidente del pueblo Sarayacu: “Han muerto nuestros hermanos, eso quiere decir que nuestro propio presidente nos manda a atacar con hombres armados cuando venimos en lucha pacífica. Hemos dejado a nuestros hijos en la selva, no sabemos si están comiendo bien, si no…yo misma he pasado 12 días en la calle, señor Presidente (…) Nuestra mujeres han sufrido atropellos, golpes de policías y militares. Ayer (sábado) en la CCE no tuvieron compasión con nosotras, señor presidente. ¿No te duele que nos vengan a enfrentar a mujeres y jóvenes? Es lo que vengo a decirte como mujer amazónica, señor presidente. Que en tu conciencia queden los caídos, los asesinados”.

Es el momento de interrogarnos sobre los nuevos relatos que se abren -deberían abrirse-a partir de las últimas protestas sociales, que han estado encabezadas por el sector indígena, por supuesto; en la medida que las demandas cobren otras dimensiones -como está ocurriendo- que deben superar el límite del ‘diálogo’ entre el gobierno y la CONAIE para avanzar hacia un orden distinto que comprometa la participación igualitaria de la sociedad.  

El ‘gobierno de la traición’ debe concluir y para que eso ocurra, hay que edificar un conjunto de proposiciones capaces de expresar el sentimiento de la mayoría democrática del país. Pero la primera constatación tiene que ver con la violencia de estado, -y el miedo- como fundamento y que Moreno ha sabido aplicar sin claudicaciones desde que comenzó su gestión en el 2017.  Porque ahora el gobierno de la traición, la derecha y el FMI, quieren ponernos en la disyuntiva de una elección moral entre el vandalismo y la vieja ´razón instrumental’ (es decir el orden) que supone alinearnos al progreso capitalista. Y, sin embargo, tampoco podemos caer en ‘la locura desesperada de derribar al gobierno’ como el único e inmediato objetivo de las luchas sociales.

Ese ‘capitalismo colectivo’ (Marx) supone a la vez aceptar la competencia individual pero con el control estricto del mercado que oculta la discriminación bajo el esquema del consumismo y la reducción del excedente improductivo, que es la tesis de los empresarios. Esa es la noción de emprendimiento de la derecha ecuatoriana: que proponen Moreno (el monito que vende cola) Nebot y Lasso quienes sostienen, además, que la violencia la debe monopolizar el poder. El uso  progresivo de la fuerza como argumento de estado. Por eso saludaron con entusiasmo el estado de excepción decretado por Moreno y el toque de queda con la consecuente ‘militarización de la sociedad’ para defender la paz y la democracia. Iza lo señaló durante el diálogo: violencia -incluyendo la violencia racista- es también cuando el gobierno reprime, cuando sube la gasolina y altera los precios de los productos; medida que repercute, igualmente, en el trabajo diario de los campesinos que no tendrán para pagar el uso de sus tractores o dinero para enviar a sus hijos a la escuela.

Lo ocurrido en estos días no solo debe entenderse como paso histórico. Es un importante giro en la lucha que recién comienza. Pero ese gran paso histórico de los indígenas al lado de los movimientos sociales, los ciudadanos de Quito y el resto del país, define lo que otra vez se ha vuelto urgente: recomponer el mapa ideológico y político con la participación de todos los sectores progresistas para diseñar una estrategia que no solo saque del poder a Moreno, sino que construya una perspectiva distinta y compartida que nos lleve a restaurar la autoridad popular.

Hay importantes paradigmas para poder avanzar  y detener la arremetida neoliberal. Y eso es lo que importa. Existen actores mucho más claros y nuevos acontecimientos para superar el falso dilema de ‘correismo vs anticorreismo’ que ha sido el gran negocio de Moreno, la coartada perfecta de su gestión mediocre y entreguista; para perseguir, encarcelar y judicializar a los dirigentes de la revolución ciudadana, como Rivadeneira, Pabón y Hernández.

Lo político (y la política) necesita cierta dosis de escepticismo y de conciencia de lo contradictorio. Instalados en el escenario de 2021, con los candidatos de derecha a punto de sucumbir, el país se resiste al desengaño. Ese es el epifenómeno del militante prevenido para considerar al gobierno de la traición como el síntoma y no la causa de lo que está ocurriendo en el Ecuador. Que Nebot -que fue puesto fuera de juego en su propio reducto de Guayaquil- o Lasso sean candidatos en el 2021 no puede marcar la pauta política de las próximas reivindicaciones sociales.

Pero los ecuatorianos ya no tendrán más tiempo para procesar el hecho de que esa minoría que controla la economía y al gobierno, haya sido incapaz de entender la falta o las privaciones que para la mayoría constituye el desengaño. La decepción no puede ser parte de la contradicción de los electores y lo que les impulse a tomar una decisión. ¿Usar el sentimiento y la razón? ¿Cuándo y cómo opera la necesidad de una autoafirmación? ¿Salir de la limitada dimensión del individualismo?

Moreno, Nebot, y Lasso nos acaban de plantear que la perspectiva social del país es luminosa si aceptamos sus designios y los del FMI. Discutida definición axiomática de la política, que les ofrece a los ecuatorianos la posibilidad de no volver a equivocarse. Esta especie de perogrullada mística y conmovedora, la acaban de exponer tanto Moreno como la derecha, los gremios empresariales y los medios de comunicación, aprovechándose de la agitación social. Bajo el predicamento de la paz y la recuperación del orden establecido se esconde un modelo perverso  y deshonesto que nos va empobrecer aún más porque todavía queda el paquete urgente de medidas económicas exigido por el FMI que todavía no llega a la asamblea.

Nada tiene una sola cara. Menos la política, cuando construye la proposición retorcida de que es preferible un momento de socarronería, de astucia o de disimulo. (Ese fue el tono del discurso pacificador de Roldan al finalizar la reunión) Es el desdoblamiento de un evidente riesgo demente, que por ahora se basa en el trabajo sucio hecho por Moreno.

Como consta en un grafiti escrito en una pared cercana a la Universidad Central: ‘al fondo a la derecha, nunca más’, una proposición que debe ser actualizada ahora mismo y convertida en nuestro propio y oportuno apotegma.

Por Editor