Por Juan Montaño Escobar 

Cinco alabaos por Álex Quiñónez

«La vida es acerca del tiempo.» -Carl Lewis

Alabao1 uno

Corrió por el carril número 8, en cambio en su camiseta tenía el 1576. De acuerdo a los cabalísticos el 8 significa ‘comienzo y transición’. No hay nada de los significados de la otra cifra. Ganó y clasificó a la seminal, en los 200 metros planos. Eran las Olimpiadas de Londres, año 2012, había llegado y en perfecto anonimato para el periodismo mundial. Fue cuando le ganó a Spearmon Wallace, de los Estado Unidos, que obligó al periodismo de deportes a buscar en el mapa a su país, Ecuador, su desconocido sprint biográfico. Álex Quiñónez llegó hostigado por la desconfianza de todos, menos el callado optimismo y la callada esperanza de su entrenador. Su problema era la salida, en esa competencia de velocidad, las décimas de segundo cuentan, y él daba ventaja. El mundo deportivo o sea el 80 por ciento de la humanidad planetaria, incluyendo niñez y abuelos nonagenarios, debieron saber por Álex de nuestra existencia como república y que en algún lugar de su mapa mínimo hay una provincia con nombre, plural, de artículo de joyería. La familia no la tenía fácil al mediodía y a la hora de la cena, pero las dificultades no postergarían sus sueños, apenas los aplazaban para dedicarle tiempo a la albañilería. Dejaba las hechuras de balaustre y emigraba al velódromo. O a la calle 6 de Diciembre de la ciudad de Esmeraldas. Los repetidos trotes culminaban con un carrerón, parecía que tenía alas en los tobillos y no en las espaldas como se supone que las tienen algunos de los mensajeros de Oloddumare. Ahora se sabe, fue el albañil más veloz del mundo.

Alabao dos

El bendito discurso de la humildad de nuestros mayores, de las Comunidades Negras, para no envanecernos por las millas recorridas en el tiempo mínimo de nuestras vidas. La humildad no siempre es útil para cimarronear adversidades. Si la soberbia es pecado capital la sobrecarga de modestia, entonces, es pecado mortal. ¿Es la humildad la carga justa para caminar o correr por estas calles de Dios o una ancla para no levantarse contra las injusticias? Ahí se la dejo boteando. Ese mensaje puede ser el estorbo mental para el velocista, para el finteador y para quienes padecen las desventuras sociales y ambientales causadas por la sociedad hegemónica ecuatoriana. Nuevamente, ¿cuándo la humildad es ese ‘algo’ que disfraza el malhadado conformismo y la malvada cobardía social y política? El cimarronismo de Álex gestionó la humildad a su favor, por eso estaba ahí. “No vine a conversar con Bolt, vine a ser mi propia competencia y soñar”, respondió al periodismo internacional. ¿Déficit de humildad? No, para nada, eso es cimarronismo en estado puro. Igual, Álex Quiñónez admiraba a Usaint Bolt. La idolatría en el corazón del albañil esmeraldeño no le impedía mejorar las hazañas del idolatrado. La humildad podría ser el techo de cristal irrompible de algunos deportistas afroecuatorianos. Y quizás afroamericanos.

“…siempre hay motivo hay motivos para luchar y gente que apoya y cree en ti”, fueron alguna de sus frases que alguien se preocupó en escribirlas. Álex no pretendía ser autosuficiente ni se creía el héroe solitario del final de la carrera competitiva. Las piernas individuales corren, pero la minga fortalece el correr. La humildad propia, no la adquirida en la educación ministerial del Estado ecuatoriano, se transmuta en desafío personal perenne, porque la vida en el barrio, así se llame Guacharaca2, es una carrera de obstáculos y en la meta alguien espera no por el triunfo, necesariamente, es quien cree que va llegar con el honor endurecido de estar compitiendo. Allá esperan la madre, una hermana, amigos y toda gente que valora su biografía. Este alabao pudo ser cantado por esas aves si aún las hubiera. Quizás imitando a La Voz del Niño Dios3. La humildad es axê que motiva y no detiene ni distorsiona el rumbo. La humildad victoriosa corroe el pretexto de los distanciamientos sociales, por eso al otro día del triunfo se amanece metido en un corrinche infinito de amistades. Hasta de aquellas que son propiciadoras de tragedias.

Alabao tres

Londres veraniego, miércoles 8 de agosto del 2012, al poco tiempo de terminar la carrera eliminatoria de los 200 metros planos, Álex, con la humildad domesticada, le confió al periodista Andrés Armero, del Diario español Marca: “Lástima de salida, tuve a Bolt muy, muy cerca”. No mintió. Este jazzman fue parte de aquella multitud a la cual el corazón le palpitó full speed y vimos su rápida progresión que se cortó bruscamente al igual que la cinta de llegada. Llegó tercero, pero A. Armero dice que si la carrera demoraba solo un par de decenas de metros otros hubieran sido los titulares de la prensa mundial. Fue tercero detrás de Usaint Bolt (Jamaica) y Anaso Jobodwana (Sudáfrica). Para Álex el cronómetro registró: 20,37 segundos.

Ahora ya es imposible preguntarle si escuchaba alguna voz que lo ponía competir consigo mismo cada vez que el desánimo lo dejaba un breve instante inmóvil en la línea de salida. Rendirse no era lo suyo, pero con frecuencia para él y para miles de jóvenes afroecuatorianos “la calle es una selva de cemento”. El maestro Catalino Tite Curet Alonso vio con nitidez las ciudades latinoamericanas para las caras lindas de su gente negra. Sin importar el país y la ciudad. Para Álex el bienestar de su familia era primordial y por ella estaba dispuesto a fajarse donde fuera, con quien fuera y por lo que fuera. No lo olviden, era por su familia toda competencia deportiva o trabajosa. Y no era guasa, guasa, como diría el hermano Tego Calderón.

Alabao cuatro

El flow optimista de la juventud afroecuatoriana de barrio adentro es ser alguien en la vida. En esta vida diaria con su economía, sus tribulaciones sin cuento y el desafío perpetuo a Ser y por siempre Ser y que esa misión sea herencia para los renacientes. O aquello que recomendaba Rubén Blades, para no entramparse en la vida plástica: “estudia, trabaja y sé gente primero; ahí está la solución”. Nadie o casi nadie quiere ser un chininín de nada porque eso es lo que pronostican las estadísticas del INEC4 o los resultados del INEVAL5. Malos indicadores sociales y económicos y malísimos resultados en las evaluaciones de rendimiento educativo para niñez y juventud afroecuatorianas. Cuesta el triple, el cuádruple o más ser gente. Y volvemos a activar el cimarronismo básico por ser alguien en este Ecuador de exclusiones raciales que parecerían son perpetuas. Hay quienes toman el rumbo de la fatalidad que parece fácil pero es el trágico; pero ese no fue el destino sentido de Álex Quiñónez, para nada así lo diga un funcionario policial repitiendo el verso canalla de la policía colombiana cuando se refiere a algún asesinado joven negro de Colombia: “parece que andaba en vainas raras”. Álex quería ser alguien corriendo desde el anonimato con su talento y valores familiares, principalmente de su madre.

Ser alguien por la familia. Porque la familia es primero. Hijos, esposa, madre, hermanos y hermanas y quienes se aproximan con el crédito del apellido o el parentesco garantizado por otros parientes. Así somos y este jazzman quiere nunca dejemos de serlo.

Alabao cinco

Aint got no / I got life6 así se titula un blues de Nina Simone. Su voz carga de vida a esa nada de muerte y desolación. Sin querer enmendar su poesía, pondríamos estas líneas de continuidad por Álex: “…but I have the will to always arrive7. Nuestras madres nos prevenían de las malas compañías, para que pronto no tuviéramos que Knockin’ On Heaven’s Door (timbrar en la puerta del Cielo). Este jazzman fue de los dignos desobedientes. Un brother de la selva de cemento no es solo una metáfora más bien es la fraternidad que jamás se agota. Y con ella y a veces se muere. ¿Acaso fue aquello su amistad con el urban reggaeton player Christopher Arcalla? Los amigos conversaban como quien no las debe y los asesinos se afanaron en el cumplimiento macabro del encargo. Muchos disparos y dos cadáveres acribillados. El asesinato de Álex Quiñónez ocurrió a las 10 y 36 minutos de la noche, el viernes 22 de octubre, en el sector de Guayaquil llamado Colinas de la Florida, en la manzana 431. Ahí está la cifra para algún resabio cabalístico. “Eso es por allá, por el noroeste, más allá de La Perimetral”, respuesta ciega si las hay cuando se pregunta.

“Destierro de la memoria colectiva”. Estas cinco palabras dan significación a la muerte. Sobre todo a esta muerte. Así es, hablamos del olvido, porque al albañil le faltó tiempo para continuar la construcción de su leyenda, aunque ya era grandiosa. No olvidaremos a Álex. Jamás.

1 Cantos espirituales funerarios de la Costa Afropacífica Colombo-Ecuatoriana. Se entonan sin ningún acompañamiento instrumental, solo voces. Una voz mantiene el canto y puede formarse un coro. Son cantos muy tristes dedicados a un adulto fallecido, es el adiós definitivo y en la composición se mezcla la invocación divina con algunas virtudes del muerto.

2 Guacharaca, Ortalis erythroptera, ave de la provincia de Esmeraldas, Ecuador. Es la denominación de un barrio urbano de la ciudad de Esmeraldas. El nombre recuerda que esta ave sobrevivió a la urbanización y saludaba las mañanas con sus cantos. En este barrio vivió Álex Quiñónez.

3 Nombre del grupo de mujeres cantadoras de arrullo, en la ciudad de Esmeraldas, que dirige la legendaria Rosita Wila. Los arrullos son cantos afropacíficos colombo-ecuatorianos para celebrar las virtudes humanas y divinas.

4 Instituto Nacional de Estadísticas y Censo.

5 Instituto Nacional de Evaluación Educativa

6 No tengo/Tengo vida.

7 “…pero tengo voluntad para siempre llegar”. Traducción libre del autor.

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