Por Luis Herrera Montero
Durante esta semana, ha proliferado una serie de noticias condenando el autoritarismo del gobierno cubano. Llama la atención de que CNN y la BBC, entre otros medios, hagan público pronunciamientos severos en contra del régimen de la Isla. Dentro de sus argumentos principales, están las movilizaciones por calles de determinadas ciudades. Lástima que dichos personajes de la noticia no hayan realizado mínimos análisis comparativos en cuanto a movilizaciones, mucho más masivas y de mayor duración, en contra de regímenes como los de Uribe y Piñera, en Colombia y Chile, respectivamente. Obviamente, bajo esta tónica de irresponsable ideología, también se ignora o se deja intencionalmente de lado, las debidas comparaciones con los brutales asesinatos a líderes sociales y la feroz represión a la población manifestada insurgentemente en cada rincón de Colombia, cuya lucha popular ha mostrado niveles de resistencia e incuestionable envergadura. Peores connotaciones se evidenciarían si el análisis lo fundamentaran desde una revisión rigurosa en cuanto a los niveles de la pandemia por COVID19, pues en Cuba con substancialmente menores respecto de Colombia, Chile, Perú, Brasil, entre las naciones que han defendido su alineamiento con el sistema neoliberal o imperio estadounidense.
En una dirección similar de crítica, debe precisarse que Biden no ha exigido a Duque ni a Bolsonaro que escuchen a su pueblo, a pesar del evidente y multitudinario descontento popular. Entonces cabe interrogarse ¿Por qué? La respuesta no es difícil comunicar. Al imperio gringo no le ha interesado jamás desprestigiar a sus aliados, aunque estos hayan sido nefastos en términos de derechos humanos en América Latina. Optan más bien por asociar a las propuestas igualitarias del socialismo como demonización. Entonces resulta un pecado grave diferir radicalmente con el hecho de que apenas el 1% de la población mundial acapare o acumule la mayoría de la riqueza producida en el mundo. Del mismo modo, es inentendible que la política internacional estadounidense se asuma defensora de la democracia, cuando lo que han impuesto es una oligarquía planetaria perversa, a través de intervenciones militares y con efectos genocidas, que diversos pueblos deberían tener muy presente.
De ahí que el esfuerzo que ha realizado una nación latinoamericana, en cuanto a ser la única que ha validado una vacuna contra la pandemia por COVID 19, con un aproximado de 90% de efectividad, no pase siquiera por un mínimo reconocimiento de eficacia gubernamental por parte de aquellos que continuamente se afirman en el capitalismo. Rememoro pues que Cuba además se ha solidarizado con otras naciones en términos de salud pública, cuando se ha tenido que combatir enfermedades como el dengue, aspecto que no ha contado con la reciprocidad debida; así ha sido sin duda el comportamiento de gobiernos partidarios del neoliberalismo en Ecuador, por señalar ejemplos de indiscutida y completa ingratitud.
Este no es el momento propicio de exigir a Cuba el consabido pluralismo y respeto a derechos cuando los supuestos defensores de los mismos lo han irrespetado descaradamente. Los cubanos asentados en Miami, que aplaudieron los irresponsables desatinos de Trump respecto de la situación pandémica y del fascismo social, no han hecho nada valioso por Cuba. En varias ocasiones he expuesto mi desacuerdo con el manejo estatal que por décadas lideró Fidel Casto, aunque también he reconocido aspectos destacables, sobre todo en materia de salud. Sin embargo, tal postura de crítica no puede llevarnos a creer que el movimiento San Isidro cuente con una propuesta de mejor democracia. Por el contrario, están siendo peones de la política internacional de cubanos totalitarios, asentados en Miami. Que no se percaten de tal manipulación, denota un enorme despiste político y un nefasto servilismo con fuerzas nada beneficiosas para el pueblo cubano.
En consecuencia, las sospechas en torno a intenciones sobre un peligroso intervencionismo en Cuba están justificadas. Sostener un bloqueo, que ha sido ya cuestionado a nivel mundial, resulta indolente. Se debe concretar mundiales pronunciamientos para desmontar el autoritario bloqueo, ya que encubre intereses imperiales de dominación y no de irradiación democrática. Consecuentemente, es deber ciudadano de todos los pobladores del mundo, insistir en condenar a un régimen que nunca se ha solidarizado con ningún pueblo, ni siquiera con aquellos que viven discriminados dentro del propio territorio de Estados Unidos y que constituyen poblaciones significativas: entre ellos afrodescendientes, latinos, asiáticos, por mencionar algunos de una enorme lista de discriminación e irrespeto. Alerta pueblos del mundo y de Ecuador, la democracia y los derechos humanos nunca han llevado marca gringa.