Iván Sierra
Brevísimo recuento de los hechos: Mauricio Ayora, Caterva, es un fogoso periodista que presenta noticias y denuncias en el programa DespierTC de TC Televisión. Días atrás denunció a grito pelado que hay compañías de asistencia al hogar que en contubernio con ciertos bancos cobran por sus servicios sin la autorización de los clientes. Al día siguiente Caterva ya no apareció en pantalla y se rumora que ha sido suspendido por 15 días.
El caso de Caterva, como el de Fernando Casado, despedido del IAEN días después de opinar de forma crítica del gobierno de Moreno en televisión, me recuerda una vivencia personal: en la primera evaluación a los centros educativos de tercer nivel, Universidad Casa Grande, donde yo ejercía la cátedra, obtuvo una ‘D’, equivalente a dos sobre cinco. La alta dirección de la institución, lejos de tomar la evaluación de forma autocrítica y mesurada, decidió desconocerla, anunciar que era persecución política y organizar un performance bailable en la plaza San Francisco por el cual regalaron puntos como caramelos a los estudiantes. Mi desacuerdo público devino en mi separación de la entidad.
Los tres casos se resolvieron de la misma manera: homogenizando, excluyendo, segando (y cegando también).
Homogenización es pensamiento único. Ramonet nos ha ilustrado mucho sobre el pensamiento único. Y antes lo había hecho Herbert Marcuse en El hombre unidimensional y otros textos en los que explora sobre el positivismo, la propaganda y, sobre todo, el control de los medios. Pero volvamos a Caterva y lo que expresaron los órganos oficiales de la televisora.
El tardío y torpe comunicado de TC Televisión inició poniendo “Un medio de comunicación no defiende intereses personales, está al servicio del ciudadano en la búsqueda diaria de la verdad”, en sutil alusión a que el periodista denunció que a él le habían cobrado valores sin su consentimiento.
El experto en comunicación, Andrés Seminario, comentó al respecto, vía Twitter, que “un medio sí defiende intereses personales: los tuyos, los míos, los de cada persona, los de los miembros de su audiencia y los de los dueños… pues ciudadanía es una entelequia”. ¿Qué intereses defiende entonces prioritariamente un medio de comunicación? Si entran en conflicto ‘mis’ intereses con los del dueño del medio o sus anunciantes, ¿los intereses de quién prevalecen?
Como respondiendo a mis preguntas el consultor comunicacional Luis Fernando Piedra afirmó al respecto en sus redes sociales: “El comunicado me deja […] con la sensación de que el problema no fue tanto la denuncia, sino a quién(es) afecta la denuncia”.
Caterva le fue incómodo a TC Televisión y tal vez a alguien con mucho poder sobre las decisiones del canal. Según el comunicado de la entidad, en el tratamiento de la denuncia “… la forma en que se abordo [así, sin tilde] no fue la correcta”. ¿Será que estamos a las puertas de una curaduría gongoriana de todos los contenidos televisivos? Lo dudo. Estamos frente a una curaduría del buenismo, de la tibieza y de la descorreización.
Como se puede colegir, el caso Caterva no se trata de un periodista; es una selfie de buena parte de la prensa ecuatoriana, que no duda en publicar un titular tendencioso que pone “Bélgica suspende condena de Ramiro Rivera” (El Comercio), pero se sonroja con “la forma en que se abordo” (sic) la denuncia de parte del periodista Ayora.
Hay más: no se ha producido, hasta el momento que redacto estas líneas, ningún respaldo colegiado, con espíritu colectivo al colega agredido por sus superiores y coartado -él sí realmente: 15 días fuera del aire- en su libertad de expresión. ¿Qué tenía que suceder para que Ayora recibiera el respaldo inmediato y masivo de sus colegas de gremio? ¿Quién debía atacarlo para que sus colegas invoquen el espíritu gremial?
Con atropellos, respuestas torpes, sumisión al poder, ansias de lo mismo y otras yerbas, el panorama de la prensa ecuatoriana se parece a uno que describía José Ignacio Torreblanca en diario El País hace pocos años refiriéndose a la prensa global: “Hay sectores enteros de la prensa supuestamente libre que han dejado de cumplir su misión para pasar a convertirse en un poder autónomo que aspira a capturar el poder político […] para ponerlo al servicio de sus propios intereses económicos”.
Luego el mismo Torreblanca apostilló: “Como se ha visto, en ese mundo los lectores de periódicos dejan de ser tratados como ciudadanos, los políticos dejan de actuar como representantes de la soberanía popular y los periodistas dejan de ser honestos intermediarios que transmiten información que ayude a las dos partes a elaborar opiniones informadas”. Suscribo.
Caterva, qué buen término para referirnos a la prensa ecuatoriana. A cierta prensa, no a él.