Con tres partidos jugados, dos perdidos y apenas un empate, la Selección Ecuatoriana de Fútbol se ha despedido de la Copa América. Es una de las apenas cuatro de doce selecciones que ha quedado eliminada del cónclave junto a la alicaída Bolivia y a los invitados Catar y Japón, quien jugó con su selección sub23. En la tabla general ha quedado en penúltimo lugar.

Con 25 meses de gobierno, 25 de ellos perdidos en “descorreizar” al país, que realmente es desinstitucionalizarlo y entregarlo en partes como porciones de pizza al mejor postor local o extranjero, Ecuador será, junto a la Argentina gobernada por Macri, uno de los dos países con menor crecimiento de sus economías; en el caso ecuatoriano el PIB crecerá 0% y 0.4% en 2019 y 2020 respectivamente. En la tabla general hemos quedado en penúltimo lugar.

Hernán Darío Bolillo Gómez, director técnico de nuestra selección, ha salido al frente declarando “con cualquier ecuatoriano que usted hable, le dirá lo mismo que yo: está todo mal, todo negativo, nada gusta, hay broncas. Pero no es solo con el fútbol, es en todos los planos de la sociedad…”. Es lo más sensato y preciso que ha dicho el entrenador desde que llegó de vuelta al país, hace ya más de seis meses. 

Lenín Moreno, presidente del gobierno de todos los traidores, ha salido al frente declarando que “la mesa no estaba servida”, que la deuda externa es de 75 mil millones de dólares, que estaba empezando a odiar a quienes votaron por él y que la corrupción se había inaugurado el 15 de enero de 2007 y se había clausurado el 24 de mayo de 2017; había, por tanto, que gobernar con el plan de gobierno de Lasso, Nebot y Bucaram.

 

Los resultados de Bolillo son realmente malos. Los números no lo ayudan y los aspectos más sutiles del fútbol -rendimientos individuales, estilo colectivo, propuesta en cada partido- tampoco. Buena parte de la afición y de la prensa pide su salida del cargo, pero despedirlo es extremadamente costoso y en la Federación Ecuatoriana de Fútbol no sobra el dinero. 

Los resultados de Moreno son realmente malos; no solo los del PIB sino muchos otros, tanto macroeconómicos, como microeconómicos, sociales, sectoriales, institucionales, diplomáticos, constitucionales, etc. Más del 75% evalúa mal su gestión presidencial y más del 80% no cree en su palabra, según información independiente de Perfiles de Opinión y otras firmas dedicadas a la medición de la opinión pública. Sin embargo, parece que despedirlo es extremadamente costoso, aunque ese costo no sea monetario. 

¿Cuál es el costo de despedir a Moreno? ¿Qué cláusula de rescisión hay que pagar o cuál es el valor de la indemnización?

¿Quién -o qué- nos impide apresurar su salida de Carondelet en el marco de la ley y de (lo que queda de) la Constitución?

Claramente hay diferencias entre la situación de Bolillo y la de Moreno: al primero, luego de su catástrofe deportiva, la prensa lo está criticando con dureza y las fuerzas políticas del fútbol no parecen tener intención de sostenerlo. A Moreno, luego de su catástrofe política, los grandes medios de comunicación lo blindan y ciertas fuerzas políticas -las que cogobiernan con él- también. 

Por eso hay medios como revista Vistazo que no cesan en recalentar casos de meses o años atrás y presentar a sus más de 350 mil followers en Twitter un refrito rancio titulado “Los acusados y sentenciados POR CORRUPCIÓN durante gobierno correísta” acompañado de fotografías de Rafael Correa, Jorge Glas, Capaya y Carlos Pólit. 

La misma Vistazo, a tuit seguido, presenta la imagen -y la versión- del autonombrado Contralor Pablo Celi con el título “Contralor dice no tener relación directa con detenido por lavado de activos”. El detenido es un familiar de Celi, pequeño detalle. 


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Y la misma Vistazo, al igual que otros grandes medios de comunicación, ha dejado pasar como poca cosa el caso INA Papers.

Ese es el papel de los grandes medios de comunicación en estos tiempos de traición y entreguismo: blindar al gobierno. 
Si Bolillo tuviera la mitad de la prensa que tiene Moreno a su favor sería entrenador de la selección por cuatro años. O por ocho. Y si tuviera a toda la prensa, sería presidente y no sé si nos iría mejor o igual, peor es imposible; al menos Bolillo es un tipo frontal, leal y hasta gracioso. El otro personaje ni eso tiene, es un cólico.

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