Hace pocos días un radiodifusor celebraba el aniversario de la destrucción de la Supercom, justo en la misma semana en que se cometen varias violaciones a la Ley Orgánica de Comunicación y el aparato mediático conservador de nuestro país se hace de la vista gorda gracias al emporio de las mentiras.

Por mencionar algo, muy personal: la señora Martha Roldós Bucaram vuelve a señalarme como el autor del hackeo de sus correos, a partir de una entrevista que le hace el periodista Gonzalo Rosero, en su espacio dedicado al anti correísmo más febril. Con esa mentira, la señora Roldós Bucaram anda desde hace más de cinco años y los medios le dan tribuna sin verificar y, para variar, sin contrastar. Lo que dice ella es, para esos medios, una verdad incontrastable. ¿Pruebas? Ninguna, puras alusiones a una supuesta persecución. El reportaje de El Telégrafo, en su momento, evidenció documentos, nunca correos ni hackeo alguno. De hecho, contrastó con las fuentes y a los aludidos, todos los cuales después publicaron sus versiones del tema -menos la abogada Roldós Bucaram- donde se demostraba que todo lo publicado era cierto.

Lo lamentable y a la vez paradójico es que ella dirige un portal llamado Mil Hojas, que sí exhibe correos electrónicos y filtraciones sin ninguna responsabilidad, verificación y contrastación. Y tal situación no es motivo de señalamiento de los medios, mucho menos de Gonzalo Rosero, de un acto de hackeo e intimidación.

Pero lo grave del asunto es que la abogada puede decir cualquier cosa, se solicita el derecho a la réplica y pasan varios días y éste no llega jamás, aunque en el correo de respuesta a la solicitud señalan que como Roldós Bucaram usó dos minutos para referirse a mí, me darán nada más que dos minutos solo para hablar del tema.

Por otro lado: César Ricaurte, director de la malhadada ONG Fundamedios, es sentenciado a 15 días de prisión y la noticia tiene una baja resonancia en los medios y en los que publicaron solo pusieron la versión del agresor y no del agredido. Salvo por dos o tres medios señalados de correístas, las audiencias de los medios tradicionales y los llamados públicos no cuentan con la versión completa de lo ocurrido. Y si a Jorge Jurado, la víctima, se le ocurriera dar su versión seguramente le negarían.

Y si a eso se une que el patético Ricaurte responde a la sentencia señalándome a mi como un agresor y con ello justifica su reclamo por supuestamente haber sido afectada su libertad de expresión, ya prueba su conducta y su modo de entender a la justicia. A mi me señala por un caso en el que puse en evidencia dos cosas, de las que formó parte Ricaurte: lo mío fue un linchamiento mediático sin nombre, antes de entrar a los tribunales ya estaba sentenciado, nunca consideraron las pruebas y peritajes a mi favor y por lo tanto la sentencia era un hecho fáctico. Pronto probaré en un libro todo lo que hubo detrás y veremos si los medios me dan espacio para explicar mis razones.

Lo más vergonzoso es que muchos periodistas se han solidarizado con el agresor César Ricaurte y consolidan la idea de que la justicia “correísta” sigue imperando en los tribunales y juzgados del país. Bastaría ver cómo actúa la fiscalía y el Consejo de la Judicatura con los correístas perseguidos para saber que Ricaurte y sus amigos no solo mienten sino que instauran el emporio de la mentira como su herramienta de impunidad y persecución absolutas.

Y por último y no por eso menos grave: el sobrino del contralor Pablo Celi es detenido en Miami y durante una semana el perfil del tema cayó a un tercer plano en los medios de la derecha y en los públicos controlados por el gobierno. Si hubiese sido un correísta el detenido o presuntamente señalado como autor de un delito otro sería el cantar y los medios harían su agosto para celebrar un acto más de la justicia “a favor de la lucha contra la corrupción”. Sobre este hecho, además, no hay un solo detenido para investigación, se rumora que hay policías involucrados y la ministra del Interior no dice ni pío, etc.

Pero este caso, como la “revelación” de que se ocultó información sobre el contrato de Odebrecht en la contratación, de parte de Mauricio Rodas, del Metro de Quito, hacen del emporio de las mentiras el monumento con el que serán recordados en la historia estos medios y los periodistas “castos y puros” con los que nos ha toca convivir para construir una narrativa desde la óptica de los poderes fácticos y a favor de unos intereses y una ideología claramente identificados, que no son ajenos a cierta embajada y a ciertos banqueros.

Sin Ley de Comunicación los derechos de los ciudadanos han quedado a expensas de unos medios, como las caricaturas de Bonil, que se regocijan de la persecución, la xenofobia, la homofobia, la mentira y las verdades a medias, para sostenerse como el aparato que mejor replica a la derecha mundial en todas sus manifestaciones.

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