Por Rafael Correa Delgado*
La CELAC nació en el 2011 para dar a nuestros pueblos una voz fuerte y unida ante la comunidad internacional. Tuve el privilegio de ser uno de sus fundadores, y durante mi mandato como presidente del Ecuador siempre sostuve que CELAC debía reemplazar a la OEA. El mundo del futuro será un mundo de bloques. La CELAC debía ser la instancia donde los países latinoamericanos y caribeños procesamos nuestros acuerdos y conflictos; y la OEA debía quedar como el espacio en donde, como bloque, discutamos nuestras convergencias y divergencias con América al norte del río Bravo. ¿Qué sentido tiene ir a tratar un conflicto de Ecuador en Washington? La CELAC debía convertirse en la OEA latinoamericana y caribeña.
En realidad, hay que cambiar todo el actual sistema interamericano y convertirlo a través de la CELAC en un sistema latinoamericano y caribeño. Debemos librarnos de una OEA con sede en Washington y que es poco menos que un Ministerio de las Colonias, como tuvieron muchos de los países imperialistas y aún tienen países como Francia. Si ya la OEA tenía un triste récord legitimando invasiones, expulsando a Cuba pero engriendo a Pinochet, con Almagro rompió todos los moldes, al reconocer a Guaidó y propiciar el golpe de Estado contra Evo Morales. La degradación de la OEA es irreversible.
El Sistema de Derechos Humanos también debe ser reformado. No es posible que la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tenga sede en Washington, país que no ha ratificado el Pacto de San José, fundamento del sistema, y que no reconoce a la Corte Interamericana. De hecho, todo está listo para tener el Sistema de Derechos Humanos Latinoamericano y Caribeño, puesto que son los países latinoamericanos los que han firmado todos los instrumentos interamericanos de derechos humanos y reconocen a la Corte con sede en San José. El nuevo sistema debería terminar con la bicefalia entre Comisión -con una lógica de ONG y cooptada por poderes como el mediático- y Corte, y tener un sistema como el europeo, cuya única cabeza es la Corte Europea de Derechos Humanos.
Uno de los errores que cometimos es que nunca se dotó a CELAC de una secretaría permanente, lo cual también sugerimos en su momento. La integración requiere un equipo permanente, completo y del más alto nivel para avanzar al paso que nos exige la historia.
En la segunda cumbre de CELAC, en La Habana, declaramos a Latinoamérica y el Caribe como zona de paz. Pero paz no es solo la ausencia de violencia. La verdadera paz, a diferencia de la simple pacificación, es sobre todo presencia de justicia, de dignidad, de libertad, de progreso humano. Ya el papa Paulo VI nos decía que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. La intolerable pobreza y desigualdad que subsiste en la región también son balas cotidianas contra la dignidad humana. El desafío es enorme y urgente.
El gran Bolívar decía que la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino. Doscientos años después sigue siendo una tarea pendiente. Mientras los europeos tendrán que explicarles a sus hijos por qué se unieron, nosotros tendremos que explicarles a los nuestros por qué nos demoramos tanto.
Tomado de Nodal