De las primeras intervenciones públicas, el nuevo Vicepresidente Otto Sonnenholzner evidencia los compromisos con Lenín Moreno y su rol desde ese cargo en caso de reemplazar al “Primer Mandatario”: acentuar la descorreización (ordenada y planificada desde un aparato muy ligado a cierta embajada), desmontar el modelo económico y, sobre todo, consolidar en el poder político al poder económico real (las élites empresariales y oligárquicas del Ecuador).
De entrada, sin que se le hayan dado funciones específicas, habló de hacer una “buena Ley de Comunicación”. ¿Es decir que ahora la Vicepresidencia reemplazará a la Asamblea Nacional en esa tarea? ¿Habla en nombre del gremio al que pertenece cuando ahora funge de Vicepresidente de la República, con obligaciones y limitaciones constitucionales y legales?
Por otro lado, el economista no explicó su talento en este campo, parecería que no lo ejerce más allá de la administración de las empresas de su familia política y de la personal. Eso sí, en el discurso de posesión en la Asamblea confundió los roles del sector público con el privado cuando dijo que por no estar atado “a ningún compromiso político… desde este martes 11 de diciembre se enfrascará en ayudar a cumplir el plan de Gobierno”: “Eso le hará bien al país, tener una visión diferente, no desde lo político sino desde el ámbito privado para la Vicepresidencia”.
Por eso es claro y definitivo que las élites empresariales del Ecuador pueden pasar estas vacaciones navideñas y de fin de año en paz, ya no les estorba una “izquierdista”, alguien con quien no podían reunirse y hablar el mismo lenguaje -aunque la ex vice hizo todos los esfuerzos por congraciarse-. Y del mismo modo, lucen más calmadas esas élites porque en caso de que Moreno renuncie, deje el cargo por enfermedad o incapacidad, la sucesión no tendrá inconvenientes.
Ciertamente esta “jugada” estuvo armada con anterioridad y los hacedores de la misma han dejado pistas sobre el asunto. Por ejemplo, la ministra del Interior, María Paula Romo (militante de la Izquierda Democrática), al ser consultada en una emisora, si la terna se armó en un solo día, dijo: “No, no fue un solo día, fue en un día y medio, con sus respectivas noches”. La salida de María Alejandra Vicuña era la pieza que faltaba para que gobiernen los que no ganaron, para establecer una “cabeza de playa” en caso de crisis política (entiéndase convulsión social, pedio de renuncia de Moreno o el develamiento de actos de corrupción de las máximas autoridades). Ni siquiera Alianza PAIS ha podido ejercer presión para definir el rumbo del gobierno, pues no cuenta con una estructura sólida y confiable y mucho menos con las decisiones de su Presidente del partido.
Entonces solo queda por saber qué viene luego. En eso no necesariamente Moreno tiene la última palabra; porque parecería que los grupos políticos que ahora lo apoyan “se matan” por conquistar los puestos en los gobiernos locales. Mientras Moreno constituya la llave de la transición hacia el neoliberalismo rancio y el entreguismo absoluto se lo mantendrá en Carondelet. Hasta tanto (y con la complicidad utilitaria de los medios comerciales y públicos) la derecha ha ganado la mayor batalla: poner candados para evitar que nadie controle a su actual primer servidor público y privado.