Por Daniel Kersffeld
Entre distintos analistas, existe el consenso de que uno de los efectos de la actual crisis entre Rusia y Ucrania es la reanimación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Alianza surgida en 1949, en plena Guerra Fría pero que, sobre todo en el último lustro, aparentaba encontrarse tambaleante y sin un rumbo definido (foto, ejercicios militares esta semana en Noruega.)
El conflicto Rusia – Ucrania, minuto a minuto
Críticos y opositores a Donald Trump afirman que fue él uno de los responsables de la decadencia de la OTAN. En tanto que la situación empeoró en 2021, con la aparatosa y trágica salida de Estados Unidos de Afganistán, sumada a la posterior conformación del nuevo eje de poder “Aukus”, conformado por Australia, Reino Unido y Estados Unidos, y con el humillante desplante hacia Francia, justo cuando París terminaba de concretar la multimillonaria venta de submarinos de última generación a Camberra.
El nuevo secretario general
A fines de junio de 2022 está planificado un cónclave en Madrid para, entre otros asuntos, elegir un nuevo secretario general de la OTAN. Mientras tanto, ya ha comenzado la especulación sobre los nombres posibles (teniendo siempre en cuenta aquella regla no escrita que señala que, si bien el secretario general siempre ha sido europeo, el comandante militar supremo debe ser siempre estadounidense).
Con Francia como un socio incómodo y dispuesto como nunca a utilizar su poder de veto, y con Estados Unidos manteniendo la última palabra respecto a cualquier candidatura, no son pocos quienes creen que, de acuerdo a los tiempos que corren, se elegirá por primera vez a una mujer y, tal vez, a alguien de Europa del Este.
Apuestas
En este sentido, el temor a la expansión de Rusia luego de su intervención en Ucrania alimenta el actual diálogo entre Washington y Londres con los países de la rezagada Europa Oriental, de reciente incorporación a la OTAN y, hasta la crisis vigente, sin mayor peso político interno.
Hoy las apuestas las encabeza quien actualmente se encuentra al frente de la organización, el noruego Jens Stoltenberg, quien en principio se había comprometido a asumir la dirección del Banco Central en Oslo en el mes de octubre. Representantes de los principales países de la Alianza plantearon la necesidad de su continuidad en el cargo más allá del plazo inicialmente fijado.
En caso de que no sea Stoltenberg el elegido, aparece el nombre de la ex primera ministra británica Theresa May. Ella cumple con muchos de los criterios: además de mujer, es una ex jefa de gobierno que proviene del país con el segundo mayor presupuesto de defensa de la OTAN. Incluso también se menciona a Mark Sedwill, quien se desempeñó como secretario del gabinete de May y de Boris Johnson.
Si bien corre con desventaja, existe una expectativa general de que Gran Bretaña impulsaría con fuerza el puesto de secretario general como una forma de demostrar su influencia permanente sobre toda Europa. Pero, justamente después del Brexit, un líder británico podría no ser bien recibido por algunas capitales de la Unión Europea (UE) y, en cualquier caso, Gran Bretaña ya ha proporcionado tres de los trece secretarios generales anteriores.
De ahí entonces que también se mencione a uno de los miembros más nuevos o provenientes de países de menor influencia.
La prensa de Bruselas ya está especulando sobre una vacante para la ministra de Relaciones Exteriores, Sophie Wilmes, quien lideró un gobierno minoritario como primera ministra interina cuando el país enfrentó las primeras oleadas de la pandemia. Se trataría así de una candidata que proviene de un miembro fundador de la UE, que en general es considerado como un buen aliado y socio. Wilmes probablemente recibiría el respaldo de Francia, que tradicionalmente no presenta un candidato propio.
Holanda también tendría un plan B en la figura del primer ministro, Mark Rutte, quien ahora está trabajando para formar una nueva coalición de gobierno.
El rol de Europa Oriental
Por otro lado, y frente al renovado desafío planteado por Rusia, son varios los países de Europa del Este, que también querrán presentar a sus propios candidatos. Sus gobiernos buscarán así una mayor visibilidad y un mayor protagonismo en esta nueva ofensiva contra Moscú.
El nombre que hoy más peso tiene es el de Dalia Grybauskaite, de 65 años, expresidenta de Lituania. En este momento, le juega a favor su hostilidad manifiesta en contra de Rusia, una característica que hace unos pocos meses, en cambio, le restaba varios puntos.
Además, se están mencionando a otras dos mujeres también provenientes de Europa oriental: la ex presidenta Kolinda Grabar-Kitarović de Croacia y la actual presidenta de Estonia, Kersti Kaljulaid.
Grabar-Kitarović fue la primera mujer presidenta de Croacia de 2015 a 2020 y tiene la ventaja de haber trabajado en la sede de la OTAN. También se desempeñó como embajadora en los Estados Unidos de 2008 a 2011, lo que le brinda sólidas relaciones en Washington que, a la hora de la elección, podrían resultar determinantes.
Recordada por su destacada y calculada presencia en la final del último mundial de fútbol, los detractores afirman que Kolinda apostó por la extrema derecha (heredera de los ustachas de la Segunda Guerra Mundial) durante su fallida campaña de reelección presidencial en 2019.
En el caso de la presidenta estonia Kersti Kaljulaid, además de su experiencia y de ser de los países Bálticos, pesa el hecho de provenir de un país que siempre apoya a la OTAN en términos económicos. Kaljulaid emprendió recientemente una campaña sin éxito para convertirse en secretaria general de la OCDE un orgnismo económico que agrupa a los países más ricos.
Rumania es otro aliado de la OTAN que podría darle al presidente Klaus Iohannis una oportunidad para ocupar el puesto de secretario general.
Italia corre de atrás
En tanto que prácticamente sin chances están dos candidatos provenientes de Italia pero que no contarían con el visto bueno de Washington. En primer lugar, Federica Mogherini, ex ministra de Relaciones Exteriores de Italia y ex jefa de política exterior de la UE, a quien se la tiene como demasiado “europeísta”. En cambio, tendría más viabilidad una candidatura de Enrico Letta, ex primer ministro entre 2013 y 2014.
Frente a tantas nominaciones, no está claro hacia donde se dirige la OTAN en medio del actual enfrentamiento con Rusia y avizorando futuros problemas con China. Lo que sí resulta evidente es que, para utilizar la expresión de Emmanuel Macron, si en 2019 la Alianza estaba con “muerte cerebral”, hoy el conflicto con Moscú le habría proporcionado un insospechado electroshock
Tomado de Página 12