Por Arturo Belano
Ya a fines de 2019, un amplio reportaje del New York Times hacía notar que la falacia esa de que nada mejor que un empresario como presidente no se sostenía en lo absoluto sobre la realidad tangible. Kucinsky en Perú cayó por el peso de su propia corrupción, Macri por el peso de la agenda para proteger sus propios intereses empresariales, Piñera por su propia incapacidad.
En Ecuador también hemos ido constatando que esta falacia no se sostiene ni en el mejor de los casos. Primero fue Rodas en Quito como el niño de bien sin pasado que lo dañe que dejó a la pobre capital en soletas, hoy lo vemos en Cuenca con un alcalde empresario que no entiende donde está parado. En el propio gobierno de Moreno lo vemos, aunque él mismo nunca haya sido capaz ni de administrar un condominio, sus acólitos de antes y los ahora sí que se han jactado de su historia empresarial con los resultados nefastos que sufrimos todas y todos los habitantes de este país. Lo denuncié ya en su momento en esta columna.
Sin embargo, la idea persiste. Seguimos leyendo y escuchando la analogía de que el Ecuador necesita un buen empresario y así nos quieren vender a Lassos, Noboas, Romeros o Hervas. Y no. No va por allí la cosa. Al menos no con aquellos empresarios que aseguran que quieren llegar al poder para acabar con el Estado y reducirlo a la mínima expresión. ¿Saben dónde pasa eso? En casi toda el África subsahariana. Allá donde no hay ni dios ni ley. Allá nos quieren llevar todos estos candidatos que aseguran que la sociedad será mejor si ellos desaparecen el Estado. Argumento falaz que no resiste ningún análisis crítico serio porque, precisamente, es todo lo contrario. Las sociedades son mejores sin construyen Estados fuertes a su servicio.
Los países más desarrollados del mundo tienen Estados fuertes, con amplia presencia en la vida cotidiana de sus ciudadanos. Estados altamente tecnificados, que incorporan la mejor tecnología disponible para atacar los más variados problemas sociales, desde seguridad interior hasta salud, desde educación hasta producción. Estados con profesionales de todas las ramas del conocimiento, con buena remuneración, carrera administrativa y potencial de crecimiento profesional e intelectual.
En los países nórdicos, el Presupuesto General del Estado representa más del 45% del PIB, los Estados emplean a 1 de cada 5 adultos en edad de trabajar, la carga impositiva promedio es cercana al 25%. El Estado ecuatoriano no llega al 30% del PIB, emplea a 1 de cada 11 adultos en edad de trabajar y la carga impositiva promedio es cercana al 14%. En África los presupuestos de los Estados no llegan al 20%, emplean a 1 de cada 20 0 25 adultos y la carga impositiva no llega al 10%. ¿A dónde nos quieren llevar los que son incapaces de configurar una solución de estadistas? Pues a la tercera opción. Justo como esa África que parecen añorar, vaya usted a saber por qué.
El Estado tiene que manejarse con un criterio estadista, no con un criterio empresarial. El Estado tiene que construirse de tal manera que garantice los derechos fundamentales establecidos en la Constitución, disminuya las distorsiones del mercado, genere condiciones de desarrollo productivo inclusivo, facilite el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la cultura, el deporte y finalmente, construya una sociedad mejor para todas y todos, a través de disminuir la desigualdad y generar condiciones económicas por las cuales los habitantes del país pueden tener mejores oportunidades de empleo mejor remunerado y generen empresas de valor agregado.
Esto NO lo puede hacer el mercado. Esto lo hace la sociedad organizada a través de este tercero que es el Estado. Un empresario, especialmente el estereotipo de empresario ecuatoriano, elimina todo lo que considera gasto innecesario, lo cual incluye, como hemos visto con estupor, el sistema de salud pública, en plena pandemia, y genera condiciones para mantener la exclusión social, a través de leyes que favorecen a los empleadores y les permite explotar a la población trabajadora, so pretexto de que: “o te aguantas la reducción del sueldo al 50% o te vas a la calle”. El Estado liderado por un empresario ya lo estamos viviendo y creo que los únicos felices con esto son los banqueros y los grandes importadores.
Y, aun así, estos políticos nos están diciendo que debemos elegirlos como los máximos directivos del Estado para hacerlo desaparecer. ¿Pero qué locura es esta? Me cabe de cajón la pregunta para cualquier entrevista que la haga un periodista serio (si acaso hay todavía) que habría que hacerle, a estos mismos empresarios exitosos, si el criterio que usan para selecciona a un gerente es escoger a quien sea más convincente en amenazarlos con desaparecer la empresa que quieren dirigir.