Por Arturo Belano

El último video de Carlos Andrés Vera demuestra fehacientemente que, como documentalista, es un tuitero resentido de medio pelo. Un trabajo propagandístico con una que otra buena toma y buen sonido, pero carente de línea argumental, investigación, contraste, evidencias. Solo el relato de un humorista que, todos lo saben, además es un buen actor.

Un trabajo así será consumido solo por quienes tienen el mismo estigma que Vera. Vivir solo y a través de su odio más puro hacia Rafael Correa. Odio que ya es obsesión y que ha distorsionado la propia capacidad de él y de muchos otros, de discernir entre la fábula y la realidad, entre la paranoia y los hechos fácticos. Odio que ha cubierto cada ámbito de su vida y lo ha encerrado en una suerte de caverna de platón.

El video es más parecido a un fake documental. Esta nueva categoría de producción audiovisual que, usando los códigos del relato documental, usa actores y textos hilarantes para, a través del sarcasmo evidente de los textos usados, presentar una versión de la realidad que, todos lo entendemos, es una comedia. Solo que Vera, que quiso hacer un video denuncia, terminó obteniendo un fake documental de dudosa calidad y que no alcanza para nada.

Porque claramente, serio no es ese producto documental. Me pregunto yo, ¿qué clase de documentalista serio usa una sola fuente para su alegato? Pues al parecer, para Vera, lo importante es la fábula, no la historia. El protagonista de esta narración es un humorista cuencano que dice que, por coincidencia, se encontró con el que en el momento en el que sucede la historia, era Ministro de Coordinación de Sectores Estratégicos, el también cuencano Derlis Palacios y que este le hizo un aventón desde el aeropuerto hasta su casa y que, una vez allí ambos sufren un asalto a mano armada.

Cualquier documentalista que se tome en serio su trabajo, hubiera obtenido también las versiones de los demás implicados, al menos la de Palacios. Pero no. No existe una denuncia penal sobre el hecho, ni tampoco un parte policial de los policías que eran parte del equipo de seguridad del ministro. No hay ninguna foto de ningún parte, ni el nombre de ninguno de esos policías. Llama profundamente la atención esta falta de rigor, porque, como es bien sabido, un equipo de seguridad de un ministro está en la obligación de reportar cualquier incidente que suceda con la persona a quien debe proteger.

Aquí salta una gran duda. ¿cómo fue posible que sea asaltado un ministro que tiene, como equipo de seguridad tres o cuatro agentes de la Policía Nacional altamente entrenados? ¿Cómo fue posible que ni Palacios ni Campos no hayan presentado una denuncia en la Fiscalía? ¿Cuál fue la sanción contra esos agentes de seguridad tan incapaces que no pueden ni repeler un ataque con arma de fuego?

Más adelante, afirma el entrevistado que su domicilio fue robado, dice él, que se llevaron literalmente todo. Sin embargo, no hay ni una denuncia, no se muestra ningún expediente fiscal sobre el proceso de investigación. Tan sorprendente es, que la propia familia cercana del humorista le responde en twitter con total asombro porque algo tan macabro nunca fue conocido por nadie de su familia.

En otro momento, señala que estuvo en el cumpleaños del Corcho Cordero y que le hizo una broma pesada a Carlos Marx Carrasco, lo que aguó la fiesta que, de pronto, se convirtió en un velorio. Sin embargo, no hay ninguna declaración al respecto que confirme o desmienta esta aseveración, ya sea de parte de Cordero o de Carrasco. No obstante, otras personas que sí estuvieron en esa fiesta en esa noche aseguran que la tal broma no sucedió jamás.

Más adelante dice el humorista que en otra fiesta, años más tarde, coincidió con quien lo asaltó años atrás y que fue quien casi lo mata. Pero no se aporta ninguna evidencia, de la fiesta, del lugar o de la persona. No se pronuncia ningún nombre, no se analiza siquiera cuáles son las probabilidades de que un asaltante, que en realidad resultó ser un policía que supuestamente le disparó, sin lastimarlo, y el propio Campos, se encuentren en un mismo sitio y el primero le tienda la mano y le pida disculpas. ¿Qué dijo sobre esto la Policía Nacional? ¿Por qué no hay una declaración de la unidad pertinente al interior del Ministerio de Gobierno?

Así discurre la obra panfletaria de Polificción. Imágenes intercaladas del entrevistado con su presencia en un escenario. Sin aportar ni una sola evidencia que sustente las aseveraciones, algunas muy graves, que hace su interlocutor. Otra obra por la cual seguro recibió una buena remuneración de parte del Banco de Guayaquil y con la cual pretende convencer a la gente de que el régimen de Correa era una mafia. Lo que no alcanza a comprender Carlos Vera JR, es que ese fraim no lo compra nadie más, excepto los que ya están convencidos de que es así, precisamente porque, al igual que el video que se analiza en esta columna, se basan solo en las afirmaciones, falsas o ciertas, de un conocido cercano o lejano, que les contó lo que le pasó en el gobierno de Correa, sea o no sea cierto.

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