Es innegable que la historia humana está vinculada a la búsqueda de remedios y formas de protección frente a las enfermedades. En este sentido la Medicina nació desde el aparecimiento del Homo sapiens, pero si atribuimos la introducción del empirismo racional a las prácticas de salud, tenemos que reconocer que es Hipócrates (hace 2.480 años), el que tiene un papel trascendente en el inicio de la Medicina científica, por eso se lo cataloga como el Padre de la Medicina.

La humanidad ha avanzado gracias a los conocimientos sobre las enfermedades, las mejores posibilidades diagnósticas, mejores y modernas terapias, y sin duda las medidas de prevención, entre estas, la vacunación.

Las vacunas, o los primeros intentos de vacunación aparecen en el siglo 10 en China, pero es en 1796, cuando se realizan los primeros pasos de vacunación con Edward Jenner. Mientras que la segunda generación de vacunas aparece con Louis Pasteur en 1880. De ahí en adelante se han diseñado vacunas para muchas enfermedades y cronológicamente son: ántrax, rabia, cólera, tétanos, difteria, peste, tuberculosis, fiebre amarilla, poliomielitis, gripe, sarampión, rubeola, meningitis, hepatitis A-B-C, pailomavirus, H1N1, y claro, la más reciente en contra del CoVID19. La lista es larga, pero lo que refleja esta lista es que la vacunación ha ido acompañada de salud, mejor calidad de vida y prolongación del período de vida de las personas.

A inicios del siglo XX el período de vida estaba en los 50 años, mientras que a inicios del siglo XXI está en 85 años, variando en los diferentes lugares. Lo que sí sabemos es que poblaciones con mejores servicios de salud, mayor cultura y mejor accesos a los sistemas de prevención y más índice de vacunación, son poblaciones más longevas. Adicionalmente se conoce que los sectores populares y más pobres son los mayores beneficiarios de las vacunas. Estos sectores suelen ser los más desatendidos en derechos de salud y servicios. Por tanto las vacunas con claves para la defensa de la salud personal y pública.

Por supuesto que aún tenemos grandes desafíos en la consecución de vacunas. Para la malaria y el SIDA, se sigue investigando sin llegar a vacunas efectivas. Así como el acceso generalizado a las vacunas es incompleto. África acaba de librarse completamente de la poliomielitis, cuando en muchos países eso ocurrió en el siglo anterior.         

El movimiento anti-vacunas proviene de un artículo científico aparecido en la revista inglesa The Lancet en 1998 del autor, ahora desprestigiado, Adrew Wakefiel, quien argumentó que la sustancia que contenía el producto de la vacuna causaba grandes problemas de salud como retraso del lenguaje, hiperactividad e incluso autismo. Esta sustancia, que ya no se usa es el Tiomersal (antiséptico y antifúngico derivado del mercurio).

Un comité médico de Reino Unido que evaluó el trabajo de Wakefiel el 2010 concluyó que este investigador había falsificado datos, violó protocolos éticos y no informó conflicto de intereses, por lo que fue suspendido de los derechos de ejercicio médico y la revista retiró su artículo.

Estos hechos han sido olvidados y omitidos de los movimientos anti-vacunas, así como otros datos que reflejan lo absurdo de no vacunar a las poblaciones: pese a que desapareció el sarampión en 2002, Francia tuvo un rebrote el 2011 con consecuencias fuertes para la salud, al punto que la Organización Mundial de la Salud, calificó a los movimientos anti-vacunas como una de las principales amenazas a la salud mundial. En Estocolmo las influencias religiosas y los cuestionamientos a la efectividad de las vacunas redujeron su aplicación al 40 por ciento, frente al resto de Suecia que quedó en 90 por ciento en el uso.

En la historia la anti-vacunación estuvo asociada a influencias religiosas que calificaba a las vacunas como actos peligrosos y pecaminosos. Por esta herencia tal vez, los modernos movimientos anti-vacunas tienen comportamientos intransigentes, intolerantes e incluso violentos. Los mismos argumentos usados en el siglo XIX, así como en 1904 en Rio de Janeiro, o la gran campaña del millonario John Pitcaim que financió a los anti-vacunas desde 1907 hasta su muerte en 1916.

Las vacunas salvan vidas y proporcionan salud. La vacuna para la rubeola bajo drásticamente desde 1969 que se la uso de manera masiva, y con ella la baja de recién nacidos con problemas malformativos. Algo similar ocurre con todas las enfermedades prevenibles a través de las vacunas. La baja en la incidencia de estas graves patologías llega hasta el 99 por ciento. La relación costo beneficio es la reducción del gasto en salud hasta del 30 por ciento en poblaciones sin enfermedades y protegidas con vacunas.

La vacuna de CoVID19 ha generado las mismas reacciones adversas históricamente conocidas, con nuevos argumentos pseudocientíficos y casi predicativos. Se habla de la no eficacia, del daño colateral, de efectos secundarios, de ser antinatural, etc. Pero lo más grave es la tergiversación e ignorancia sobre las propiedades del material genético. Se acusa a las vacunas modernas, incluida la del CoVID19 que generarán cambios en el material genético de las personas inoculadas, que éstas personas se convertirán en transmutados (transgénicos) y que se alteraría el curso natural de la humanidad. ¡Falso!

Mitos sobre vacunas modificadas genéticamente

Se está difundiendo la creencia que las vacunas que se están desarrollando para uso humano, se dice que al ser producto de ingeniería genética, tienen el riesgo de producir alteraciones genética en el propio individuo que la reciba e incluso que los cambios genéticos que se introducirían podrían transmitirse a la descendencia. Esto es falso totalmente.

Las tecnologías de manipulación del ADN y ARN, cada vez se han perfeccionado y se ha convertido en más seguras. Entre los argumentos que circulan se asegura que los fragmentos de material genético que entrarán en la vacuna se integrarán en el ADN celular de la persona produciendo transmutaciones. Argumento que es herencia de la tergiversación popularizada que los transgénicos son malos.

 Las vacunas preparadas con virus defectivos (adenovirus) en los cuales se introducen fragmentos de ARN del CoVID19 son fragmentos que por sí solos no podrían comandar acciones o funciones específicas, son tan cortos, que la única finalidad de introducirlos en las personas es originar una respuesta inmune específica contra el virus y obtener inmunidad a largo plazo.

 Adicionalmente y en contra de los argumentos anti-vacuna, recalco que en el organismo circulan miles de fragmentos de ADN y ARN, producto de degradación de células, alimentos, bacterias, virus y más, que de ser cierto el argumento de inserción de estas partículas en el núcleo de las células de la persona, ya habría ocurrido y seríamos transmutantes y transgénicos naturales.

Obtener en un laboratorio transmutaciones y transgénesis es tan complicado, que los éxitos son muy limitados. En pruebas controladas la eficiencia es baja, sin embargo, aunque se producirían por inserción casual de un fragmento afuncional inoculado en una persona, no podrían cambiar funciones porque es afuncional. Entonces la argumentación de que las vacunas son dañinas no tiene asidero científico, son solo elucubraciones. No producirán trasmutaciones, no producirán cáncer, no producirán individuos transgénicos.  

La tecnología actual ha revolucionado procesos y lo que antes tardábamos 10 o 20 años para fabricar una vacuna, ahora lo hacemos por ingeniería genética en 3 meses. Eso es justamente el beneficio de la tecnología y la comprensión de lo molecular y genómico.

También se asegura que los fragmentos de ARN introducidos en la persona podrían transmitirse a la descendencia. Esto significaría que el ARN viral se integraría en células gonadales (espermatozoides y óvulos), de igual manera que se ha dicho erróneamente para los transgénicos que tiene transmisión vertical (padre a hijos). Es imposible que un fragmento de ARN se introduzca en gametos y se pase a la descendencia, por tanto es ilógico pesar que es una posibilidad, simplemente no ocurre. El fragmento de ARN es afuncional.

En caso de que la vacuna sea eficiente como todos esperamos, deberemos ponernos la vacuna. Debemos proteger a las “ovejas descarriadas”, justamente eso es el efecto rebaño. Los vacunados si somos la mayoría, protegemos a los no vacunados que por fortuna y aún son la minoría. Si esto cambia, estaremos expuestos al resurgimiento de enfermedades terribles y letales para muchos.

Para que las poblaciones confíen con más fuerza en las vacunas, deben estar informadas de manera verás, oportuna y científica. El Ecuador tiene incluso un antecedente histórico inigualable: somos herederos de las ideas de la vacunación de Eugenio Espejo, esperemos que esto ayude a la solidaridad de grupo. Hay que vacunarse.

Tomado de edición médica

Por Editor