Hoy, 7 de septiembre, se ha cometido otra injusticia para cumplir la obsesión de un perturbado por el poder. No quiere abandonar este mundo sin imponerse la banda presidencial. No le interesa qué suceda después del 24 de mayo de 2021 o qué país recibirá. Lo anhela más que absorber el Banco Pacífico y convertir a su banco en el más grande del Ecuador. La lógica del poder le llaman. No quiere que la historia opte por él. La secuestra, la tiene maniatada, amordazada. Él sabe que de otra forma no llegaría.

Hoy, 7 de septiembre, con la sentencia en recurso extraordinario no unánime hacia el expresidente Rafael Correa, se ejecuta otro paso para el banquero en su camino hacia Carondelet. Así como lo leyó, no es su vínculo con el pueblo, su credibilidad o su comprobada capacidad para la resolución de conflictos: él necesita que “todos se bajen” y que no pueda candidatizarse el que la historia sí eligió. ¿Qué significa esto? Simple, no es un hombre moral. Alguien así no puede llegar al poder, ser una representación del todo. Si que alguna duda quedaba después del “feriado bancario”.

Hoy, 7 de septiembre, quedó demostrado que no solo la historia está secuestrada, también lo está el sistema de justicia. La ruindad hecha mujer lo acechado una y otra vez. Le metió la mano no para transformarlo, no para buscar el ideal de un poder judicial probo, sino para viabilizar la obsesión del otro y, a la vez, le permita salir airosa de los delitos de lesa humanidad cometidos en octubre. En parte, ya lo está. Su nuevo estilo refleja su despreció, su burla, a quién se negó ser comprada.

Hoy, 7 de septiembre, se consumió la última parte de democracia que sobraba. Una de estas se fue con la pandemia, con el pago a los tenedores de bonos del 24 de marzo: los intereses del capital sobre un pueblo que se desplomaba en las avenidas de Guayaquil. Nos enteramos de esta cancelación del ministro del banquero semanas después. La otra, con la traición hacia un Plan de Gobierno legitimado en las urnas.

Hoy, 7 de septiembre, todos deben entender claramente, principalmente desde el candidato del progresismo hasta los futuros asambleístas, qué significa que un banquero, con estas características, llegue al poder.  Solo así, se podrá explicar a un pueblo atribulado y engañado su contenido nefasto. Es imprescindible participar, correr el velo, decir la verdad. El camino a la “tierra prometida” no es fácil, pero nos han sentenciado a vencer.

Por Editor