Por Pablo Villalba
Llegaban los últimos días de diciembre de 2020 y todavía no estaba en firme la candidatura de Andrés Aráuz y Carlos Rabascall. Entre recursos de última hora, puestas de pié y fábulas montadas por una revista colombiana, la derecha ha intentado por todos los medios evitar una victoria popular. Y entre la derecha están los demás candidatos, los medios comunicación, el gobierno. Es decir, es un carga montón.
Entre debate y debate, los otros, los demás candidatos, dedicaron todas sus fuerzas a repetir y repetir como discos rayados la misma letanía: que la corrupción, que los sobre precios, que demasiado gasto público, que esto, que lo otro. Incluso, en el propio debate del CNE hubo una rara coincidencia de preguntas y respuestas tan afinadas como una orquesta sinfónica. Si alguien quisiera pensar mal, hasta se puede sospechar que ya tenían las peguntas con anticipación, que incluso ensayaron las respuestas.
El artista pretendió cantar verdades, pero cayó en el hoyo negro de lo mismo: la acusación barata, de revancha. Tal fue el carga montón que es complejo reconocer las propuestas reales de uno y otro candidato. Supuestamente reducirán impuestos, el gasto público, etcétera. Otro presidenciable incluso llegó a decir que negociará futuros en la bolsa de Chicago para garantizar la venta de productos agrícolas, seguramente la mayoría de ecuatorianos no sabe que esto es un contrato para comprar o vender algo en una fecha posterior y a un precio fijo. El candidato que se vende como joven emprendedor realmente promueve las mismas ideas conservadoras, lo hace a nombre de un partido de centro izquierda.
No fue suficiente con preguntas en el debate del CNE que recogían la visión tradicional, formuladas por personajes como Rosalía Arteaga, César Ricaurte y Francisco Rocha, solo faltaban personas de la talla de Fernando Villavicencio, es decir, opositores políticos al correísmo. El carga montón no sólo se hizo en los debates, sino que los funcionarios estatales se unieron al coro, pero no contaban con su propia astucia. No contaban con la risita burlona de Caridad Vela en una entrevista en la que el periodista Milton Pérez le preguntó sobre la llegada de nuevas dosis y con el tacto de un rinoceronte le contestó: “no tengo idea, estoy en Washington”, después vino un “ja” inexplicable. No contaban con la astucia del ministro de salud, vacunándose primero y, cómo no, después a su madre.
Entonces, tenemos una sinfonía del desastre. Ni el “ja” de Caridad Vela, ni la vacuna a la mamá del ministro de salud se compadecen de los muertos enterrados en cajas de cartón en Guayaquil, no se compadecen de los masacrados por la fuerza pública liderada por María Paula Romo, ni la indolencia de Richard Martínez prepagando la deuda externa, en lugar de proveer fondos para los abarrotados hospitales. El “ja” de Caridad Vela pone en evidencia el desprecio de una clase social arribista por lo popular. Es un “ja” a la memoria de Eloy Alfaro, por eso Moreno no tuvo empacho en chatarrizar piezas del tren.
Y la sonrisa de Hervas, realmente perece fundirse con la expresión burlona de Juan Sebastián Roldán. Le hablan a la gente como si estuvieran en los modelos de Naciones Unidas del Colegio Americano o en las clases de la San Francisco, incluyendo el típico acento aniñado. Hervas porta un Apple Watch naranja, medias naranja. Lasso habla de un salario mínimo de 120 dólares cuando seguramente gana más de 100.000 al mes. Y Yaku tiene sus espaldas convertirse en figura decorativa de transnacionales y ONGS.
Ante las encuestas que revelan el liderazgo de la Revolución Ciudadana, Moreno dice que las mayorías tienen el síndrome de Estocolmo, calificando el pueblo de secuestrado. Y Santiago Gangotena, líder de la San Pancho y fábrica de María Paulas, sale con declaraciones que menosprecian a los afro descendientes, insinuando que no tienen capacidad para reflexionar sobre su voto.
El autogol les va llegar, porque se lo hicieron ellos, porque no comprenden a las mayorías, porque destrozaron a un país con tal de afectar al ex presidente Correa y a su tendencia política. El “ja” les dará el pueblo este 7 de febrero. Y se darán con la piedra en los dientes.