Por Pablo Villalba

El fucsia se tomó las calles del país sin previo aviso. Desde un puente cualquiera ya se pueden ver los rostros de gente totalmente al azar, las leyendas de la publicidad parecen muy esperanzadoras porque presentan las caras de personas con el texto “primero Edwin”, Lucrecia, Walter, María, Jessica, Mónica, Ángel o Segundo. Y etcétera, etcétera, etcétera.

Y, ¡Qué coincidencia!. La última vez que el grandioso Banco de Guayaquil, el Banco Guayaquil, hizo algo así (ya no se sabe cuántas veces han tratado de tunearse) insistía en que lo mejor estaba por venir, nos encontrábamos en plena campaña electoral. Estas dos ocasiones coincidían con la presencia de su dueño en la papeleta por la Presidencia de la República.

Pero ¿qué realmente significa que primero sea Edwin? ¿A lo mejor lo recibirán en la matriz del gran banco, con sillón fucsia, decoración minimalista, música elegante, sonrisas sinceras y un gran préstamo para mejorar su finca?. ¿Le van a dar un crédito a menos del dieciséis por ciento de interés?. ¿O sólo van a hacer más ágil el cobro de intereses? ¿Evitarán que el pobre Edwin le deba su vida entera la todopoderosa entidad?.

Las piezas publicitarias que circulan en YouTube insisten en ese escenario, todo feliz, todo lleno de dicha, sin complicaciones. Si nos enfocamos en el mero pantallazo, entonces parecería que en el negocio del ingenioso banquero van a escuchar las demandas ciudadanas. Pero no. Parece que no.

En los últimos días de noviembre el banquero justamente evidenció que la campaña de su negocio no se enfoca en los intereses de la gente. Porque una de sus propuestas es la eliminación del impuesto de salida de capitales, que impacta principalmente a quienes poseen tarjetas de crédito, compran en el exterior o por internet, es decir, a una minoría aventajada. Porque mientras Andrés Aráuz encabezaba un evento para reivindicar los derechos de la mujer, Lasso recomendaba que ellas se vistan bien, hagan ejercicio y finalmente consigan marido.

Casi en perfecta sintonía, la señora secretaria de Comunicación decía en un espacio con la prensa que los informales se mantienen así por decisión propia. La sincronía es perfectamente natural, incluso el nombre de la funcionaria caricaturiza el sentimiento de una clase política frente a las mayorías: Caridad. La caridad de ofrecerle migajas, de verlos como clientes, útiles para pagar intereses y de ver, literalmente, los toros de lejos. Después Lasso incluso invitaba a los agricultores a legalizar el uso de armas y darle bala a quien aparezca en sus propiedades.

No es difícil imaginarse a Caridad Vela asistiendo a la corrida en la plaza de toros, bebiendo de la bota al son de un pasodoble, Lasso y Moreno aplaudiendo. Afuera, claro, los informales vendiendo todo tipo de cosas, cuidando los carros, limpiando los pisos. Ese es el cuadro que realmente han visto y sufrido Edwin, María, José, Lucrecia, Segundo.

Y ese es el mundo chic, cool, nice, fascia de ellos. Insípido, indolente, inconsciente.

Por Editor