Llamo a una amiga para un asunto puntual, y me recita el apocalipsis
omitiendo la parte final (en donde mágicamente todo se compone). Me
quedo aterrorizada: todo se va a poner peor y ya para qué nada. Bueno,
también plantea algo de solución: podemos agruparnos para ver qué
hacemos. Pero igual nada va a resultar.
Pienso que recién son las ocho de la mañana, que todavía no he desayunado y que ya me arruinaron el día. Me provoca un poco matarme, pero pienso que tal vez no sea para tanto, o no me tenga que apresurar.
En algunos videos de youtube también se mencionan algunos
importantísimos acontecimientos futuros tales como una guerra
generalizada por recursos básicos en medio de los escombros que dejó la
epidemia y que finalmente un asteroide chocará contra el planeta (o lo
que quede de él).
Sinceramente, no sé lo que irá a pasar. Tengo dos
nietos menores de cinco años, y pensar en lo que les espera si lo que
me dicen es cierto sí me descompone un poco.
Sé que no estamos
precisamente en el mejor momento de la humanidad; pero para qué estamos
aquí, si si lo que nos espera es tan horrible y no tenemos la menor
capacidad de acción. ¿Será de suicidarnos, como los hamsters o algo así,
de esos que cuando sobrepasan un número máximo de población se arrojan a
un río?
Sin embargo, algo dentro de mí se resiste a ir por este
camino. Como dije más atrás, no sé lo que irá a pasar, y recuerdo ese
viejo principio de los adivinos éticos y honestos: decirte el mal que va
a ocurrir solamente cuando tengas una capacidad de acción. Si no, es
mejor no decir nada.
En este momento, y por encima de las macabras
predicciones de mi amiga y de otros más famosos y conocidos, opto por
apostarle al optimismo. Puede suceder cualquier cosa, pero como se dijo
antes, creo que es el momento de apostarle a la luz interior. Si bien
vivimos en un momento que se acerca mucho a la distopia, no olvidemos
que, según algún principio hermético, la existencia de algo, cualquier
cosa, avala también la existencia de su contrario. Entonces, si hay
distopia, también hay utopía, y quizá para eso estamos a en este lugar y
en este momento. Preferiría pensar así. La humanidad, o los grupos
humanos han tenido momentos difíciles, pero aquí estamos. Y si viene
algo terrible, pues que me encuentre peleando.
Dice una leyenda que
a alguna prima o amiga de Juana de Arco una vez le preguntaron qué
haría si el pueblo se alborotara y le dijeran que está por sonar la
tropmpeta del Juicio Final, y ella contestó, candorosamente, algo así
como:
-Si estuviera bordando, regando mis plantas o cantando con mi
laúd y alguien me dijera: «Ven, que se termina la era y los ángeles ya
están tocando las trompetas», yo seguiría bordando, regando mis plantas o
cantando con mi laúd.
Y solo pido que a mí y a los míos también nos llegue ese nivel de paz interior, si es que llega el momento.