Arturo Belano

Los empresarios no son corruptos. Los funcionarios públicos de derechas no son corruptos. Los corruptos son los funcionarios públicos de izquierdas que obligan a los privados a corromperse. Nunca en ninguna contratación privada o pública (de derechas) se va a encontrar ni un solo acto de corrupción de ninguna clase. Aquí, los únicos corruptos son los izquierdosos que viven como ricos.

Básicamente, este es el relato de la cotidianidad de una sociedad corrupta que copia en los exámenes del colegio, se pasa los semáforos en rojo, se mete en las filas, da regalitos por los favores recibidos, no paga impuestos, factura a través de terceros, pone su dinero en paraísos fiscales, hace cobros indebidos a los clientes bancarios, dice que esos cobros son un escándalo orquestado por los correístas para afectar a los banqueros, que, dicho sea de paso, son igual de víctimas que los judíos en el holocausto nazi (el alegato de Jijón en La República es un panfleto digno de análisis sociológico, psicológico y ético).

Esta es la sociedad corrupta. La que dice que la corrupción es patrimonio de una ideología y de una ocupación profesional y justifica con cualquier eufemismo, la corrupción propia, la que es igual o peor que la que hace un mal funcionario público, y, ojo con esto, que puede no entender siquiera las diferencias entre izquierdas y derechas. Esta sociedad corrupta es la que imputa falsamente delitos de cohecho a los funcionarios mientras lo son, y la misma que dice que el ex funcionario es un idiota por no haber robado cuando estuvo en el Estado.

Lo de GEA es solo un acto de corrupción más, en la larga lista de actos de corrupción privada que se detectan todos los días, en cualquier parte del país. Es probable que un día como hoy un gerente, un jefe, un especialista, un obrero del sector privado sea despedido o «renunciado» porque lo encontraron robando, directa o indirectamente a la empresa que lo tenía contratado. En el colmo de la desfachatez, ese corrupto dirá que fue un mal entendido, que el dueño le había puesto el ojo, que es una injusticia lo que han hecho, mientras se sube en el auto, viaja a un destino, entra a la casa, mira la tele que se compró con el dinero que sustrajo de esa empresa. El problema es que, en el caso de GEA, no solo fue una práctica abusiva y concertada por empresas y bancos, sino que quien se beneficia es el Secretario General de la Presidencia, a la sazón, uno de los cargos más importantes del gobierno. Peor aún es que este Secretario presione para silenciar al denunciante, pague una campaña en redes para defenderse, probablemente con dineros públicos, y sea tan sinvergüenza que ni piense en renunciar.

¿Cuándo fue que Jurado se corrompió? ¿El momento que entró a la función pública? ¿O ya venía corrompido desde antes, por las prácticas deshonestas que también existen en el sector privado? Si me atreviera a apostar, juraría que, una parte de los miembros de esta sociedad corrupta, justo la que tiene acceso privilegiado a que su voz sea escuchada en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las conversaciones de pasillo, pensará que fue cuando entró a la función pública, porque antes, imposible.

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